"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




sábado, 22 de enero de 2011

Perdona, ¿tienes fuego?

Comentaba el otro día la directora de mi cole que su hija de 11 años quiere abrirse una cuenta en Facebook como todas sus compañeras. Lejos de alarmarse por el hecho de que l@s niñ@s de 11 tiernos años utilicen Facebook (una red social que no permite el registro a menores de edad), la directora se escandalizaba porque su hija le pidiese permiso para hacerse una cuenta en Facebook en vez de rogarle que la deje salir hasta más tarde, como todo el mundo.

Decía que antiguamente, ir a las discotecas estaba fatal visto por los padres y madres del mundo y tenías que rogar, llorar, patalear, y liarla parda para que te dejasen ir. Una vez conseguido el primer objetivo, otra vez a rogar, patalear, llorar y liarla parda para que te dejasen llegar más tarde, y esa escena se repetía una y otra vez hasta que por casualidades de la vida moderna tu familia se hartaba y te dejaba hacer lo que quisieses.

Ahora, sin embargo, las familias van a tener que "forzar" a sus hijos e hijas a salir a la calle a relacionarse en persona, porque cada vez más niños, niñas, adolescentes y gente mayor y menor en general, se relaciona a través de las redes sociales, un mundo en el que puedes enamorarte, desenamorarte, tener amig@s, ser un/a "loser" e incluso contactar con tus raíces familiares en Australia, un abanico de posibilidades en el campo de las relaciones sin apenas moverte del sofá, sin quitarte el pijama, sin peinarte ni echarte colonia .

Lo complicado es luego trasladar todo ese don de gentes a la vida real.

Pensando y analizando detenidamente este tema, mi infancia, mi adolescencia, mi vida en las discotecas y mi vida en general, me dí cuenta de un detalle referente a las relaciones en una discoteca o bar nocturno.
Ahora, como en España no se puede fumar en los bares y discotecas, se nos va a hacer mucho más complicado relacionarnos en una noche de fiesta, porque tod@s sabemos que el clásico básico para entrar a conocer a alguien es:

- Perdona, ¿tienes fuego?

Cuántas personas se habrán fumado el primer cigarro de su vida intentando ligar y cuántas habrán movido Roma con Santiago buscando un mechero, una cerilla o una antorcha para dar fuego a ese monumento que acaba de entrar por la puerta.

También se van a perder piropos, dichos populares y contestaciones castizas, esas que odiamos con todas nuestras fuerzas por repetitivas pero que ya forman parte de nuestra cultura popular, como:

- Perdona, ¿tienes fuego?
- Si te vale con el de mis ojos...

Otra cosa que se ha perdido radicalmente es "la última", refiriéndome a esa última copa rápida que te tomas antes de irte a casa en un intento desesperado de arañarle minutos al fin de semana.

Todo el mundo sabe cómo se anima un grupo de personas a tomarse la última, y es cuando una o varias personas pronuncian la frase mágica:

- Nos fumamos un piti y nos vamos.

Ese pitillo se traduce en que todo el mundo se pide la última (por no esperar de brazos cruzados) y la noche se prolonga una horita larga.

En cambio ahora ¿qué vamos a decir ahora para entrar a alguien? ¿realmente vamos a volver al "¿estudias o trabajas?"? Si la mitad de la juventud no estudia, y la mitad de la población adulta no tiene trabajo, ¿qué tenemos por tener en común? Antes era el vicio del tabaco, pero ahora...

¿Cómo vamos a relacionarnos? ¿Con qué excusa vamos a tomarnos la última? ¿Qué metemos ahora en el hueco vacío del bolso que antes ocupaba un mechero, estratégicamente guardado para no tener que decir nunca "no tengo" cuando alguien apetecible nos pidiese fuego?

Se están perdiendo las buenas costumbres, esto es sólo un aviso.

Yo por si acaso, seguiré pidiendo fuego, aunque sólo sea para que me digan esa frase mágica que hace que, a falta de mechero, sea yo la que se encienda:

- ¡Si aquí no se puede fumar!




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