"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




sábado, 26 de mayo de 2012

El Artículo 14

Nuestro flamante ministro de educación (y no me da la gana de poner el título con mayúsculas porque él mismo ha devaluado la figura), el señor Wert, ha decidido que la prioridad número uno, total y absoluta, en el sistema educativo es darle una vuelta ideológica a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que recordemos es impartida en 5º curso de Educación Primaria. Resulta que esa asignatura va a ser rebautizada como "Educación cívica y Constitucional"; y me encanta, porque por un lado a l@s maestr@s se nos forma (¡ja!) para que trabajemos con ese instrumento demoníaco que es la pizarra digital en pro de formar al alumnado con las "tecnologías del futuro" pero se nos obliga a trabajar un documento redactado hace más de 30 años que casi ni se menciona en el libro de Cono. Además se eliminan todos los contenidos que aluden a los conflictos políticos, sociales o ideológicos, porque eso no interesa, ni importa, ni nos gusta que l@s chaval@s lo sepan, no sea que les de por manifestarse, por quejarse o por votar a un partido minoritario y ya se sabe que del cuestionamiento del modelo a las drogas y el reggaeton hay sólo un paso.

Total, que me tengo que aprender la Constitución de arriba abajo, porque claro, igual este señor no se ha parado a pensarlo, pero las maestras y maestros del mundo nos preparamos las clases y tenemos que hacer un trabajo previo importante. Pues ahí que me pongo con los artículos y antes de que haya pasado un minuto llego a esto:


CAPÍTULO II.
DERECHOS Y LIBERTADES.

Artículo 14.
Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.



¿A que queda precioso así redactado? Una lee esto y piensa: "Joder, qué suerte tengo de ser española".

Pero una se va a trabajar con esta reflexión y tiene la mala suerte de que un niño se le cae en la clase y se parte el labio. Y cuando la criatura levanta la cabeza se da cuenta de que no es unniñocualquiera. De que es el hijo de Fulanito de Tal y Menganita de Pascual, ambos dos famosos, ambos dos forrados de pasta y ambos dos adorados por el resto de la Humanidad.

Entonces una, en su ignorancia y su conocimiento de la Constitución, entiende que todos los españoles (las españolas no estábamos en aquel entonces, sólo limpiábamos la casa y esperábamos a nuestros maridos sentadas en un sofá cubierto por una manta de croché con una sopa de sémola puesta en perola de loza encima de la mesa, llena de platos de Duralex y con servilletas de tela) somos iguales ante la ley, se lleva al niño diminuto al centro de salud, rodeado todo él (el niño, no el centro) de juguetes y muñecos para que se le pase el disgusto y no se de cuenta de que se acaba de dar la hostia padre.

Con ese percal, y sin ambulancia ni nada (la urgencia obliga), una se cruza medio pueblo con el niñoen brazos, pensando por qué cojones se puso una camisa blanca esta mañana que ahora aparece como si yo viniera de una reyerta pandillera, llena de sangre. La misma que escribe llega con la criatura en brazos al centro de salud, sudando como un pollo, hasta los ovarios de la sirena del coche de policía que el crío lleva en la mano ("la próxima vez se trae un peluche"; piensa para sus adentros) y con los DNIs de sus progenitores en la mano, la tarjeta del cole y la paciencia saliendo por todos los poros del cuerpo.

Después de esperar la cola del infierno, una llega al mostrador con el niño, los muñecos, los papeles, el mosqueo y la sangre e intenta hacerle entender a la amable señorita dónde se halla el problema. La amable señorita deja de ser "amable" al minuto uno, y "señorita" al minuto dos, y se convierte en Mrs. Mordor cuando, acto seguido, te informa de que allí no te atienden porque los padres de la criatura tienen seguro privado, y de que si quieres le ve el médico, pero previo pago.

Una se queda ojiplática y recoge al niño, los muñecos, los papeles, la paciencia y el alma (que ya anda por los pies) y mete todo ello junto con las taquicardias en su coche (obviamente los coches de empresa o la ruta del cole en este caso JAMÁS están disponibles cuando se los necesita), coge una sillita, la apaña en el coche, monta al crío y se lo lleva al hospital privado en el que se atenderá al pequeño, que a esas alturas ya ni siente ni padece y se está metiendo un pie del Nenuco en la boca con el consiguiente problema que supone en un labio partido el contacto bacteriano de un muñeco babeado por medio Colegio.

Ahora conduce, canta, baila (distrae al niño, vaya) y evita que se toque la herida, que llore, intenta localizar a la familia (por millonésima vez) y no pierdas de vista toda la parafernalia que llevas encima.

Si agobia leerlo, no te digo vivirlo. Y con la primavera cayendo encima a 40º a las 4 de la tarde.

Por fin se llega al hospital privado, donde servidora, criatura, aviones, cochecitos, Nenucos, papeles, sangre, sudor y lágrimas (literales) nos bajamos de mi humilde coche (para nada digno de ese ocupante hijo de la alta alcurnia, perfecto para una maestra que no sabe qué es la cirugía estética) donde la sillita queda colocada para la posterior vuelta.

Todos los entes entramos en el hospital donde hay una cola que parece la del paro, así que volvemos a esperar pacientemente a que nos atiendan. El pequeño sólo sabe decir "Mamá" y yo me siento como la protagonista de "La mano que mece la cuna", porque todo el mundo me pregunta "¿Es tuyo?" y yo digo "No, no, jeje" y el niño llora desesperado gritando "¡¡MAMÁAAAAA!! ¡¡MAMÁAAAA!!" y la gente me mira raro, como se mira a una secuestradora loca que lleva un niño en brazos, una camisa llena de sangre, los pelos revueltos y la cara empapada y va armada con un Nenuco.

Por fin llegamos al mostrador y ¡oh! ¡sorpresa! El señor recepcionista, que despacha a todos los enfermos hacia una sala de espera, al ver quiénes son los padres de la criatura abre una puerta trasera y le pasa el primero a un pequeño cuarto en el que al momento entran una enfermera, un pediatra, un cirujano de Traumatología y la señora de la limpieza, que intrigada quiere ver cómo es el muchacho al natural.

Y el resto de los españoles, que esperan la cola pacientemente, aceptan que ese niño rubio que busca a su mamá desesperado y al que acompaña una loca despeinada es alguien importante, y asumen con pasmosa entereza que el niño tiene prioridad por encima del resto de sus criaturas aunque el Artículo 14 de la Constitución diga lo contrario.

Pero no contentos con eso, los padres consiguen por fin ser localizados (estaban en una fiesta, de esas que todos y todas hacemos a las ¿¿3 de la tarde??) y acuden veloces al hospital, entran por la puerta de atrás entre gritos de miedo y suspiros lastimeros de ell@s mism@s y le preguntan al médico:

- Doctor, ¿es grave? ¿le quedará cicatriz? ¡¡Es que es la boca!! ¡¡LA BOCA!!

Y obvian a la acompañante, me obvian a mí, una española igual que ell@s ante la ley que no sólo lo es, sino que ha acompañado a su pequeño en los momentos posteriores a la hostia padre y le ha dado todo su amor, su paciencia y sus energías. Ni siquiera pueden pensar en tener ojos para alguien que no es su chiquitín.

Y por supuesto no dejan que le traten en ese hospital. Le llevan a su cirujano de confianza, porque ellos son españoles, iguales ante la ley que el resto de los demás, pero les van a recibir los primeros y a hacerle al niño un cosido de labio que ni Jesús del Pozo, el rey de las costuras. Y todo ello sin dar las gracias ni a los médicos, ni a la acompañante, ni a la cola de personas que se han dejado mangonear para que el crío pase el primero y que ahora, víctimas de esta sociedad de mierda, sólo están pendientes de si ella realmente es tan guapa como en la tele o él parece un poco más gordo que en las revistas.

Así que servidora se vuelve al coche, desmonta la sillita, se limpia el sudor y se mira en el retrovisor izquierdo para ver que parece que viene de la guerra. Y con cierta melancolía de quien sabe que no puede hacer nada y se siente vencida piensa en el próximo curso, cuando con total convencimiento tenga que decirles a sus alumnos y alumnas en algún momento del horario:

Buenos días, chicos y chicas, vamos por donde nos quedamos el último día. Empezamos. Artículo 14 de la Constitución Española: todos los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna...







1 comentario:

  1. Simplemente tremendo como la vida misma. Esto confirma que la teoría y la práctica solo a veces tienen que ver. Un beso, pedazo de "profe"!.

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