"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




lunes, 24 de junio de 2013

El Síndrome Nick Carter

Mi amiga S. es una cachonda y una crack de las observaciones del ser humano. Más que de observar, de catalogar conclusiones. En realidad todas mis amigas son la bomba, y eso es un mérito por su parte, porque yo las escogí a ellas de entre las miles de posibilidades que hay en el mundo, pero ellas me escogieron, todas a mí, y me hicieron feliz con sus presencias. Y eso es muy grande.

Decía que S. es una campeona de la catalogación. Yo no sé si fue el colegio de monjas transgresoras al que iba o fue la familia clónica (todos los miembros de su familia son iguales) en la que se crió quienes le dieron el don, pero está claro que se lo dieron.

Estudiamos la carrera juntas, codo con codo (literal, sentadas en mesas contiguas) durante tres largos años. Desde entonces nuestros caminos, si no por el mismo cauce exactamente, han discurrido por cauces paralelos; en este blog he hablado de ella alguna vez, por ejemplo en el post de Serenata a un Imbécil escrita en Do menor (si quieres leerlo, pincha aquí). Este año nos unimos un poco más, porque la pobre se presenta a la oposición... inocente. Yo llevo 4 años erre que erre, y nada, por mejores notas que saco, por más que me supero, por academias a las que vaya y pulidos que tenga los temas, a la hora de hacer las listas llega una marabunta de interinos e interinas que llevan un lucenio en el Cuerpo y me pasan por delante, como si fueran toros en los encierros de San Fermín, que salen a la locura y arrollan a quien se ponga en su camino.

Todo sea que ella llegue y ponga la pica en Flandes... no me extrañaría.

S. ha decidido presentarse conmigo este año, a ver qué se cuece. La primera alegría se la llevó hace unos días, cuando con dos semanas de antelación nos anunciaron que la fecha de los tres primeros exámenes sería el próximo día 2 de julio. A la Comunidad de Madrid le gusta hacer las cosas así, con tiempo, para que tú puedas organizarte tu existencia y concienciarte sin prisa: terminas de trabajar el día 30 de junio y dos días después te presentas a unos exámenes que, en principio, esperas que cambien tu vida. Qué organización, qué gestión, qué delicadeza.

Cuando vimos que quedaban dos semanas a mí se me atragantó la merienda, pero a S. se le atragantaron los 25 temas que se estaba empezando a mirar. Ya habíamos comentado que el temario era un poco cansino, pero asequible al fin y al cabo; en el momento en que nos dijeron que faltaban 10 días y no habíamos empezado apenas, los temas empezaron a parecer el K-2 y nosotras no somos Juanito Oiarzábal ni tenemos ganas de trepar cuestas. Hablábamos entonces de la dureza de la vida de un domingo de estudio, cuando en Madrid los pajaritos cantan, las nubes se levantan, las piscinas abren y la gente sale a terrazas y hace cosas de verano:

(Nota: a continuación muestro la transcripción de la conversación por Whatsapp. Para ser honestas añadiré a A., compañera de faenas en el barco y en la vida, que en ese momento nos instaba a salir a vivir la juventud en vez de estudiar, que es lo que hay que hacer.)

A: ¿Cuándo podéis quedar?

Yo: Nosotras tenemos el examen de la opo el martes 2

S.: A partir del 2 de julio que terminamos la oposición... (icono de carita triste con lágrima)

Yo: Pero entre semana, después de chapar, puedo

A.: Oh, shit

S.: A mí me la pela, he desechado el Síndrome Nick Carter.

A.: ¡Vale!

Yo.: ¿Qué síndrome?

S.: Es el Síndrome que tienes cuando tienes 15 años, vas al concierto de los Backstreet Boys, y piensas que Nick Carter te va a ver entre las 10.000 locas que hay allí y te va a decir: "Eres tú, te quiero. Cásate conmigo". (...) Pues lo mismo piensa mi padre de la oposición, que voy a llegar y voy a ser la más lista, la mejor, la que más suerte tiene y voy a sacar plaza. Siempre queda una esperanza para el Síndrome Nick Carter, pero ya la he desechado.



Y así fue como descubrimos el Síndrome Nick Carter. Para la gente que no sepa quién es esta criatura, podemos decir que era uno de los cantantes de los Backstreet Boys, el típico rubio insulso de grupo famoso en los 90 que volvía locas a todas las chicas sin distinción de razas, procedencias, creencias ni condiciones... menos a mí, que me parecía un Nenuco de imitación. Era algo así:






Vamos, por favor. Qué pelo, qué ojos, qué TODO. No hay por dónde cogerlo, y sin embargo es cierto que millones de chicas de este planeta iban a cada concierto (que debería costar una pasta escandalosa) en cada ciudad, en cada país, en cada continente, con la sola esperanza de ser ELLA, esa chica en la que el guapete del grupo se fija y a la que saca al escenario, a la que enamora mientras el resto del grupo canta alrededor alguna pastelada romántica y a la que el resto de fans planean ya matar en secreto.

Esa chica que le retire a él de la mala vida que seguramente lleve, la que reciba flores todos los días y el desayuno en la cama (con huevos, y bacon, y zumodenaranjanaturalreciénexprimido), la que le acompañe en su jet privado de vacaciones a Malibú y la que sea protagonista de alguna canción que se convierta en hit mundial, cuya letra plague, frase a frase, los estados de Facebook, Tuenti, Twitter y resto de redes sociales de la mitad de las adolescentes del planeta.

ESA CHICA.

Así, más o menos, es como se siente S. y es como me siento yo, sólo que la compensación es bien distinta: aquí no se gana amor, ni flores, ni vacaciones en Malibú, ni canciones dedicadas ni desayunos en la cama. Aquí se gana un trabajo. Punto. No hay más romanticismo que el dedicarse a lo que a una le gusta y hacerlo con la mayor dignidad posible, y aún así nos peleamos, como todas las fans de los Backstreet Boys, con miles de personas por ser esa ELLA que también existe en este campo. El tiempo y el tribunal nos dirán si vamos a ser groupies toda la vida o si por fin nos mirará Nick Carter...


Grande S., grandes sus reflexiones y por qué no decirlo: grande Nick Carter, que buscando sus fotos en Google he visto que ha cambiado bastante... igual ahora no pasaría nada por ir a su concierto.








PD. Este post va dedicado, como no podía ser de otra forma, a S.




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