Reconozco que soy exagerada y quejica a partes iguales, pero eso tiene su lado positivo (se nota que hoy he desayunado fuerte, porque este alarde de positivismo lo tengo sólo los martes y sábados en los que desayuno fuerte): mi vida es como una película de Almodóvar, porque entre las situaciones dantescas que acontecen en ella y mi toque particular de imaginación, al final no sé cómo puedo permanecer todavía en el anonimato y que no venga la tele a grabarme y Lucía Etxebarría a escribir un libro sobre mi día a día. El mundo está loco.
Decía que soy exagerada y quejica porque hay muchos momentos de mi día a día (y del día a día de la gente en general) que me parecen cruciales para la supervivencia. Otro de esos momentos del día (junto con el de ir al comedor, el de ese niño que dice en voz alta "LOS REYES SON LOS PADRES", el que llegan los piojos y/o la Inspección...) es el momento conocido como "de después de comer" o "mi vida por una siesta".
El rato que transcurre entre que terminamos de comer y entramos de nuevo a trabajar es criminal. Tú mism@ notas como tu propio cuerpo ralentiza sus movimientos, a tu cerebro le cuesta dar órdenes, a tus extremidades no te digo lo que les cuesta recibir esas órdenes, y en tus oídos resuenan palabras como "cabezadita", "siestecilla", "sueñito" y otros tantos diminutivos que indican que, aunque sea corto, necesitas un reposo y cerrar un momento los ojos para transportarte a otro mundo sin duda mejor, sin atascos, ni contaminación, ni teléfonos sonando ni Sálvame Delux.
Por esta y por muchas razones, soy partidaria de la jornada continua. Entrar a trabajar después de comer es un suplicio que no deseo yo ni a mi peor enemig@, y muchas veces me cortaría con gusto una oreja (si Van Gogh pudo sobrevivir sin ella, yo no voy a ser menos...) antes de meterme en la clase después de comer a desentrañar una raíz cuadrada (cuánta maldad hay en cada raíz cuadrada).
No es de extrañar, por todo esto que cuento, que mi frase favorita de las sobremesas, entre bostezo y bostezo, sea "Madre mía, qué sueño tengo" o "Tengo un sueñoooooo..." (ese último "oooooo" lo digo con la boca abierta hasta cotas insospechadas).
Uno de los momentos más tiernos de mi experiencia docente (hasta ahora) me la dio un niño en uno de estos ratos horribles de sopor tardío. Yo estaba en la puerta del cole, lamentándome de no haber estudiado una carrera que me permitiese tener un trabajo a media jornada de por vida, y él estaba rumiando un trozo de lechuga de esos que salen del comedor en la boca de un niño a las 3 de la tarde e inexplicablemente continúan en la boca de ese mismo niño hasta que, a las 5, le dices: "Haz el favor de tirar eso a la basura".
En ese momento yo bostecé con toda la amplitud con la que puedo hacerlo y pronuncié mi gran frase:
- ¡¡Ay!! ¡Tengo un sueño...!
Y el chaval me dijo tan naturalmente:
- ¡Ay profe! ¡Pues que se te cumpla!
Me dejó en el sitio. El niño no te creas que se inmutó ni fue consciente del momento cósmico que acababa de protagonizar al darle ese sentido tan tierno a mi horrible frase. Me deseó lo más bonito del mundo, lo que deseamos en Navidad y en todas las felicitaciones de cumpleaños: que se cumplan tus sueños. Y encima me sonrió. Le dejé tirar el trozo de lechuga a las 3, sin esperar a las 5 (yo es que cuando me pongo generosa, me pongo).
Desde ese día, siempre que alguien dice "Tengo un sueño...", siempre le contesto "¡Pues que se te cumpla!", y le regalo ese momento maravilloso de después de comer. Me llevo un montón de sonrisas gratuitas.
Mientras escribo este post bostezo una y otra vez, porque estoy en el momento pre-siesta, y de hecho me voy a tumbar un poquito hoy que tengo un rato antes de ponerme a currar, porque la verdad, tengo un sueño...
NOTA: Al ver esta imagen me da por bostezar otras 100 o 200 veces aproximadamente, menudo fenómeno este del contagio del bostezo, no sé por qué la Ciencia no le dedica un tiempo de estudio más amplio (será que siempre les pilla después de comer).
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
jjajaja!!!! Pau! de verdad no se como expresarte lo muchísimo que me gusta tu blog, como te expresas, las historias que te suceden dia a dia...
ResponderEliminarEres increible, ya soy fan de tu blog! un besito La Vigaray