"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




sábado, 19 de febrero de 2011

Ni una lágrima

Ayer mientras la cotidianidad de nuestras vidas se sucedía como cada día, una niña de 3 años corría feliz en el patio.

No se sabe por qué, pero le apetecía correr. No jugaba a nada concreto, no perseguía a nadie, no tenía prisa por llegar a ningún sitio, sólo quería que el viento le diese en la cara y soltar un poco la energía que había acumulado haciendo la letra "a" y el número "6" durante todo el día.

La niña corría feliz gritando, riendo, chocando a veces con otros niños y niñas, cambiando el sentido de su rumbo, variando la velocidad, saltando los obstáculos que encontraba a su camino.

La niña disfrutaba de su rato de dispersión cuando algo truncó su felicidad: una piedra en el camino que no vió, su pie que continuó por inercia con su pequeña zancada, el peso de su cuerpo, breve todavía pero suficientemente contundente, sus manos, que intentaban frenar el golpe pero que no llegaron a tiempo y su cara, que aterrizó contra el suelo antes de que nada ni nadie puedise evitarlo.

La mala suerte y el azar (a partes iguales) quisieron que fuese la cara de la pequeña la que actuase como escudo para el resto del cuerpo. Terminó de caer con el agravante de que fue finalmente su boca la que encontró el suelo en primera instancia, e incapaz de resistir semejante golpe, se malhirió de la peor de las maneras.

Si hay algo que a un padre o madre del mundo le da infinita rabia es una cicatriz en la cara de su pequeñ@. Hay cicatrices que importan menos, pero las de la cara son una faena, porque se quedan para siempre y luego de mayor deslucen bastante, aunque yo opino que las heridas de guerra en la cara son garantía de que nunca te vas a quedar sin conversación con nadie, porque siempre habrá alguien que rompa el silencio incómodo diciendo:

- ¿Y cómo te hiciste la cicatriz?


La protagonista de nuestra historia tuvo la mala fortuna de partirse el labio. La verdad es que esas bocas tan perfectas, tan pequeñas, todavía tan inocentes, que de repente aparecen con un corte que las divide en dos, dan una pena infinita.

La niña empezó a sangrar y las profesoras que la estaban cuidando se empezaron a marear, debo decir en defensa de estas últimas que la herida era altamente desgradable y escandalosa a la par.

Quiso el azar que en ese momento yo andase buscando a alguien y me diera de bruces con tan dolorosa situación. La profesora había cogido a la niña en brazos y le cantaba una canción al oído con tanta dulzura que tod@s l@s presentes miraban con infinita ternura la escena.

Lo de curarle la herida era la parte menos tierna, menos dulce y menos agradable, y para esas cosas estoy yo, que gracias a los dioses, no tengo aprensión ninguna con la sangre, ni con las heridas, ni con nada en general, salvo con los vómitos, que me pueden. Para todo lo demás, Mastercard.

Mientras le ponía un punto de aproximación a la niña para evitar que se le abriese más la herida, me fijé en que apenas había llorado. No hubo escenas, gritos, llantos lastimeros ni llamadas a mamá. La pobre estaba aguantando el tirón sin manifestarlo siquiera.

- ¿Sabes qué? - le dije mientras le limpiaba la herida - Si te apetece, puedes llorar, no pasa nada. Yo me caigo muchas veces y casi siempre lloro, a veces me ayuda a que no me duelan tanto las heridas.

- Es que yo soy muy valiente, por eso no lloro - contestó ella, y giró la cara para acurrucarse en brazos de su profesora.


Y yo me pregunto si tenemos del todo claro qué respuesta queremos de nuestros alumnos y alumnas, hijos, hijas, sobrinos, primas y demás niños y niñas del mundo. Si les estamos educando para superar la adversidad o si queremos construir máquinas que ni siquiera se permiten llorar cuando se acaban de partir un labio porque "tienen que ser valientes". Si ser valiente significa afrontar las dificultades sin llorar o ser valiente significa luchar por lo que se quiere, opinar sin miedo a la represión, pelear por lo que creemos justo.

Como decía la canción, "los chicos no lloran". Ahora ni los chicos, ni las chicas, ya no se estila llorar.

Lo que me da miedo es que, de tanto contener las lágrimas, se desborde el río por dentro. Quien no busca consuelo, tiene complicado encontrarlo.

Luego nos preguntaremos en qué momento se nos torcieron l@s niñ@s...

6 comentarios:

  1. Y lejos de la historia, que es tierna en su parte, a mi se que me ha apetecido marcarme unas lágrimas al terminar de leer el texto. No porque me diera pena la niña, ni de ver en mi mente la imagen de un adulto abrazando a un niño que tiene "dolor"...En realidad es porque es triste saber que lo que dices es verdad y que ya no se llora, que crecemos pensando que ser fuertes es no sentir y que no sentir significa triunfar y sonreir. Yo ahora lloro, pero antes no lo hacía, y llorar libera y da fuerzas. Si los adultos tenemos que llora,r los niños deberían hacerlo con total libertad. ¿Será cierto que estamos erradicando el sentido de lo que la palabra infancia significa?

    Besos

    PD: Mientras le doy a publicar cruzo los dedos para que esto no se otro comentario a la inmensidad inmensa del universo blogspoteril.

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  2. ¡¡¡¡¡SIIIII!!!!! ¡Blogger admitió tu comentario! Eres una grande, amiga, de verdad que sí... me encanta saber que ya lloras, enhorabuena, y te lo digo en serio. Cuesta tanto...

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  3. me encanta llorar, es cierto que da fuerzas, y desahoga, tranquiliza, relaja...

    a lo largo del día mis ojos se llenan varias veces de lágrimas (no siempre caen, unos dicen que es que soy sensible yo digo que soy "emocionable".

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  4. que mal educada soy se me olvidaron los abrazos!!!!

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  5. Ya lo dice Dani Martín (ay amiga, que sí, que me gusta esa canción!! algo está pasando...):
    "Los valientes son los que son de verdad,
    ni los fuertes ni sus guerras,
    los valientes los que saben llorar
    con la cara descubierta"
    Ayer viví un torrente de lágrimas internas de esas: en clase, uno de los niños (6 años) que siempre se porta fenomenal estuvo más distraído y jugando con un amigo nuevo. En el momento de la autoevaluación, él, con cara de circunstancia, intentó maquillar su comportamiento, sin creérselo del todo, y conseguir un "muy bien" como cada día. Pero claro, ambxs sabíamos que no era el día del "muy bien". Así que, cuando yo pronuncié las últimas palabras "no pasa nada Fulanito, pero ya sabes que el próximo día tienes que trabajar un poquito más" rompió a llorar brutalmente, sin consuelo. Lo llamé y vino corriendo a buscar ese anhelado consuelo en mis brazos. ¡Qué dolor más doloroso reflejaba su desgarrado llanto! Cuando se calmó un poco (un poco) y se separó, yo tenía todo el pecho lleno de lágrimas y mocos, pero no sabía si eran del pequeño o era mi río interno que se había desbordado...
    P.

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  6. Eres una poetisa,P., mecagoenlalecheya

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