"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




miércoles, 16 de febrero de 2011

La maestra a la que no le gustaban los niños

Cuando estaba en 2º de carrera, hice las prácticas en un cole bastante majete con otras 4 compañeras, de las cuales 3 estábamos en el mismo curso y la otra estaba en 3º, a punto de finalizar la carrera. Todas estudiaban Ed. Infantil (Magisterio, se entiende, porque estar cursando Infantil en el cole con veintitantos es para preocuparse) y yo en Ed. Primaria.

Mientras estábamos de prácticas, surgió una reunión imprevista en horario escolar y l@s profes nos ofrecieron la posibilidad de quedarnos al frente de nuestras respectivas clases durante una tarde. Hay gente a la que le causa pavor quedarse tan pronto sola en una clase, para mí era la oportunidad más genial que me podían dar en ese momento. En gustos no hay nada escrito, está claro.

Comimos en el comedor y luego nos subimos a la clase. Yo entraba media hora más tarde por ser de Primaria (en Primaria se come más tarde), así que cuando ellas se fueron a sus clases a mí me quedaba un ratito libre y me fui a dar una vuelta por el cole. Cuando volvía hacia mi clase pasé por la puerta de las clases de Infantil y allí me encontré a mi compañera la que estaba terminando la carrera, sentada en la puerta llorando.

Cuando la ví salí corriendo pensando que pasaba algo grave. Desde el cristal de la puerta se veía la locura padre dentro de la clase: niños y niñas de 4 años saltando por las mesas, corriendo, lanzándose lápices a la cabeza y comiéndose las tizas; mientras tanto, mi compañera seguía llorando amargamente en la puerta.

- ¿Qué te pasa? - le pregunté alarmada.

- Que no me atrevo a entrar - contestó entre lágrimas.

- ¡Pero están como locos! - decía yo alucinada.

- Lo sé, pero es que me da miedo - decía ella, y volvía a llorar.

- ¿Cómo que te da miedo?

- Es que es la hora de los cuentos, y me da miedo contar un cuento a niñ@s tan pequeñ@s. Me imponen mucho...



A mí me dejó flipada. Abrí la puerta, intenté cruzar la clase entre la locura y poco a poco, con un par de voces altas y un par de palmadas, conseguí que se relajaran un poco. Cuando conseguí (15 minutos después) que se sentaran en el puñetero círculo, les dí unas pinturas y unos folios para pintar, para hacer tiempo hasta encontrar la solución. Yo tenía que volverme a mi clase y no podía quedarme allí resolviéndole la papeleta a la chica. Más tarde me enteré de que dejó la carrera después de ese episodio.


Aquel día creí que jamás volvería a ver algo semejante, y lo creí firmemente hasta ayer.

Otro de mis cometidos en el cole es coordinar el Practicum. Gestiono y coordino todos los períodos de prácticas de todos los alumnos y alumnas que vienen al centro, que este año son 7, ni más ni menos.

Hace como 3 semanas entró una chica de unos 30 años que, en la entrevista inicial, me dijo que era abogada del estado (nada menos) y que estaba estudiando la carrera de Magisterio porque tenía una hija de 3 años y quería atenderla de la manera más completa y profesional posible.

De por sí es bastante extraño que una persona estudie una carrera para hacer algo que no necesita una formación académica específica, es el mismo caso que si yo estudio Medicina y me especializo en Urología sólo para mear con conocimiento de causa.

No obstante no quise judgarla y le adjudiqué una clase de primer ciclo, concretamente la de los niños y niñas de 2 años. Me pareció una buena oportunidad para ella porque normalmente en los coles no hay primer ciclo, es decir, que l@s niñ@s entran al cole por primera vez con 3 años. Al tener en nuestro centro clases de 1 y 2 años, procuro darle a la gente de prácticas la oportunidad de aprender a desenvolverse con estos peques, que requieren una atención muy particular básicamente porque no hablan, necesitan un montón de amor extra (el apego a las mamás y los papás es difícil de suplir) y para qué negarlo, cambiar 20 pañales en media hora es todo un reto difícil de asumir.

Ayer se planta la susodicha en mi despacho. Cuando digo "se planta" quiero decir que ni llama, ni avisa, ni pide permiso. Ella entra porque es la Reina de Saba y hace y dice lo que le place, que para eso es abogada del estado y se lo puede permitir.

Se planta y me dice que quiere hablar conmigo. Cuando le ofrezco una silla y se sienta, me dice que siente que está "estancada" en las prácticas. Que los niños y niñas de su clase no leen, ni escriben, ni nada, y que ella para pintar y colorear, hacer plastilina, pinchitos, jugar y cantar, que ya tiene a su hija. Que ella quiere "aprender".

Le pido que por favor me recuerde la carrera que está estudiando. "Magisterio de Infantil", contesta, mirándome con cara rara porque piensa que se me ha ido la olla. Le pregunto que si sabe a qué se dedican los maestros y maestras de Infantil. Me vuelve a mirar con cara rara. Me dice que sí, que lo sabe, pero que el problema es que a ella no le gustan los niños tan pequeños.

Cuando una persona que se va a dedicar a cuidar y educar a niños y niñas de menos de 5 años te confiesa que no le gustan, ¿qué puedes hacer? Lo primero es llevarte las manos a la cabeza y llorar amargamente de pensar que siga quedando gente que engrose las listas de nuestro sistema educativo ya no con falta de voacación, sino con aversión confesa a la profesión.

Lo segundo es suspenderle las prácticas, claro. Aunque suene chungo, esa tía no da clase porque yo se lo haya facilitado, desde luego. Lo logrará porque empollará y sacará buenas notas, y así funcionamos en este país, pero no por mi colaboración, ya te lo digo.

Y lo tercero tratar de disuadirla de que termine con una carrera profesional desastrosa antes incluso de que empiece, pero sabiendo que eso no terminará así, y que esta personaja acabará la carrera, conseguirá trabajo en cualquier colegio de barrio bien de la periferia y contará en la sobremesa de la comida del domingo lo buena profesora que es y lo generosa que se supone alguien que, siendo abogada del estado (una profesión tan valorada, importante y remunerada), deja su cómoda vida de despacho para pasar al tedioso mundo de los mocos y los pañales, porque eso es todo lo que ella entiende que es el colegio.

Y mientras tanto, miles de maestros y maestras engrosan las listas del paro deseando tener una oportunidad.

Y yo no sé si reírme o llorar, la verdad.

Por lo pronto confío en que sea buena abogada para cubrir adecuadamente las necesidades legales de los ciudadanos y ciudadanas, porque como tenga que cubrir las necesidades educativas de sus hijos, estamos jodidos.









PD: Mientras inserto la imagen que ilustra este post, se me apaga el ordenador y entro en crisis existencial pensando que he perdido la entrada. Gracias a los dioses, Blogger tiene un sistema que guarda automáticamente la entrada mientras la escribes. Bendito seas por siempre, sistema recuperador de entradas. Me has ahorrado una parada cardíaca innecesaria...

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