Una mañana soleada, hace ya tiempo (cuando hacía sol y calor, ya ni me acuerdo de eso), fui a echar gasolina antes de ir a trabajar.
Hay dos momentos malignos para echar gasolina: la franja horaria comprendida entre las 7 y las 9 de la mañana, cuando todo el mundo va con infinita prisa e infinita mala leche antes de ir a trabajar, y la franja comprendida entre las 7 y las 9 de la tarde, cuando todo el mundo va con infinita prisa e infinita mala leche nada más salir de trabajar.
A mí, que me gustan las emociones fuertes, me suelen pillar esas franjas horarias para ir a echar gasolina, más que nada porque si me doy cuenta de que voy en la reserva por la tarde lo dejo para la mañana siguiente, y si me doy cuenta por la mañana ya lo dejo para la tarde. Por ese motivo, echar gasolina suele ser un momento aburrido y estresante para mí, porque se suelen suceder situaciones hostiles y tensas como la que voy a relatar.
Esa soleada mañana yo iba camino de la gasolinera antes de trabajar, como tantos otros días. Hacía buen tiempo, lo que en mí supone un plus de buen humor, además de que supone que llevo puesto mi cd para tiempos soleados. Tengo varios cd´s grabados para el coche que escucho en momentos concretos: cuando hace sol, cuando llueve, cuando estoy agotada, cuando estoy rebosante de vitalidad, cuando estoy nerviosa... Escuchar canciones concretas me ayuda mucho en momentos puntuales a sobrevivir, y ese día llevaba mi cd de tiempos soleados y la ventanilla bajada, que es algo que me gusta hacer cuando hace bueno para notar el aire en la cara.
Me paré en el último semáforo que tengo que cruzar antes de llegar a la gasolinera de mi barrio a la que suelo ir y como suele pasar, se puso en verde.
Juro que no pasaron dos milésimas de segundo cuando el coche de detrás me pitó. Esto no es algo extraño, porque hay mucho energúmeno por el mundo, no me la juego si digo que frecuentemente pertenecen al mundo del transporte privado (taxistas, vaya). Estoy harta de ver gente que parece que lleva la mano pegada al cláxon, y en las noches otoñales fantaseo con la idea de que a esa gente se le clavase un pincho en el ojo cada vez que aprietan el pito. Soy una romántica.
Tal pitido me pegó que casi me mata del susto, y por este motivo, se me levantó el pie del embrague y se me caló el coche. Sé que pequé, lo sé, pero espero que algún día dios me perdone por semejante atentado contra la vida humana.
Intenté enmendar mi error arrancando lo antes posible, y para entonces la contaminación acústica había subido un par de puntos de la cantidad de pitidos que me había metido el conductor del coche posterior al mío. No exagero si digo que toda esta maniobra duró, desde que el semáforo se había puesto en verde, 20 segundos.
Avancé todo lo rápido que pude para ahorrarle a mi amigo un carcinoma pulmonar surgido del estrés que yo misma le estaba provocando, y llegué a la cola de la gasolinera. Había infinitos coches, todos igual de estresados que mi compañero de atrás, así que respiré, me relajé, subí el volumen de mi cd de tiempos soleados, y me abstraje de la situación. Me despreocupé de la cola, porque cada vez que un coche hacía un breve ademán de moverse, el señor del pito me taladraba los oídos y yo arrancaba, por lo que no me hacía falta ni estar pendiente. Él pitaba, yo miraba, y avanzaba.
En un momento dado, una señora que iba en paralelo a mi coche, bajó la ventanilla:
- Llego tarde a trabajar, ¿te importa si paso primero?
- Claro - le dije - no te preocupes, pasa.
- Muchas gracias, de verdad.
Y pasó.
El señor del coche de detrás se asomó por la ventanilla, y comenzó a pitar hasta que llamó mi atención:
- ¿¿¿¡¡¡¡QUÉEEEEE PASAAAAAA!!!??? ¿¿QUE VAS A DEJAR QUE PASE TODO EL MUNDO??
Yo me giré y contesté:
- Pues depende.
Y seguí a mi rollo.
El hombre sacó medio cuerpo del coche y volvió a insistir:
- ¡¡¿¿Y VAMOS A ESTAR AQUÍ TODA LA VIDA PORQUE LA SEÑORITA DEJA QUE SE CUELE TODO EL MUNDO??!!
Yo me giré y le dije:
- Toda la vida no sé, pero un ratito igual si estamos, sobre todo si me sigue voceando.
Y el hombre terminó de sacar el cuerpo y vociferó esa frase cultivada, inteligente, breve, ágil y encantadora que dicen los energúmenos cuando no saben qué decir:
- ¡¡¡¡¡MUJER TENÍAS QUE SER!!!!! ¡¡¡SI ES QUE SOIS TODAS IGUALES!!!
Pensará el lector o la lectora que me conozca que en ese momento salí del coche y me lié a voces.
Pues no.
No porque a veces me sorprendo a mí misma y encuentro la paz interior en las gasolineras, o en los centros comerciales o en el dentista, y me relajo una barbaridad. Ese fue uno de esos momentos en los que me templé y me hundí en el sillón del coche a la espera de que llegase mi turno. Mentiría si dijese que no me estaban entrando ganas de cambiar mi cd para tiempos soleados por mi cd para situaciones tensas, porque la cosa ya estaba siendo bastante tensa y, pese a mi paz interior, tenía cierto estado de estrés traumático encima.
Quiso el azar que el vociferador y yo encontrásemos surtidor a la vez, por lo que ambos nos acercamos a pagar al mismo tiempo. El señor me lanzaba miradas asesinas pero no decía nada, porque suele pasar que este tipo de gente en las distancias cortas se acojona y pierde fuelle, así que llegamos a la caja a pagar y le cedí el paso en un intento de no tener su aliento en mi cuello y perderle de vista lo antes posible.
Ese día vendían flores en la gasolinera. De vez en cuando, ofertan algunos productos de los que hay excedente o que están en stock y no se han vendido: almendras, aceite, ambientadores, toallitas, caramelos y un sinfín de productos de todas las índoles y pelajes.
Aquella mañana, preciosos ramos de rosas cubrían el mostrador en el que l@s clientes intentábamos apoyarnos para firmar el ticket de la gasolina.
La chica que despachaba informó al señor vociferador:
- Hoy tenemos en oferta el ramo de rosas rojas, un detalle elegante, romántico, bonito para su mujer.
El hombre de Cromagnon, con su voz de ultratumba y sin mirarla a la cara, contestó:
- Anda, dame uno. Algo haremos con él.
Y la señorita cajera, suspirando, le dijo:
- Ay, la verdad es que es usted todo un caballero. Ya no quedan hombres así.
El "todouncaballero" cogió su ramo de rosas rojas, pagó, y se marchó sin contestar siquiera.
Yo pagué mi gasolina correspondiente y fui al surtidor, para contemplar mientras echaba gasolina como el caballero ejemplar volvía a pitar hasta lo indecible a un chaval joven que intentaba desesperadamente salir de la gasolinera, utilizando para ello unos segundos seguramente vitales para el energúmeno en cuestión.
Aquel día decidí que no quiero cerca de mi radio vital a ningún caballero, por favor.
Menos mal que, por suerte para mí, ya (casi) no quedan hombres como él...
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
martes, 1 de marzo de 2011
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Gilipollas hay en todas partes pero gracias a que la tierra rota también queda gente encantadora y con una sonrisa en la boca. A mi me gusta que tu seas una de las que sonríen porque siempre he sonreído contigo y con tus cosas.
ResponderEliminarPor otro lado y ahora sin querer defender al diablo, quizá y por el gesto de la flores no fuera un energúmeno sino alguien con una mala mañana. Quizá una discusión pasareja con su pareja? Un hijo que había guardado las notas hasta el momento justo y con todo suspenso? Una fuga de agua y un fontanero de emergencia con una factura de 700€ (que pasa eh?)?...Yo, repito que sin querer defenderle, por su gesto con el ramo digo que era un mal día. Además diré que cambies el final de esta historia por un..."Y cuando fui al coche ahí tenía, un estupendo ramo de rosas rojas puesto en mi capo". Lo se, soy toda una romántica.
Besos
PD: Si la esfera blogsportferil pública este comentario tendré que hacerle la ofrenta que la prometí y sacrificar 6 o 7 mosquitos trompeteros en su nombre.
¡Lo publicó! Efectivamente, eres toda una romántica. Es todo lo que alcanzo a decir después de tu reflexión y tu lección de empatía, querida.
ResponderEliminarSin embargo, mi post va dirigido a todas aquellas personas que se las dan de lo que no son y que se denominan a sí mismas "caballeros" (no como la gentuza joven de ahora, que somos perroflautas sin oficio ni beneficio) cuando ni siquiera ostentan un mínimo de educación. Hay tantas y tantas personas así...
Hoy, al salir del curro estaba yo en el atasco de salida de Pozuelo y he sentido envejecer mi cuerpo según pasaban los minitos y ningún individuo ha tenido a bien dejarme pasar (solo quería pasar yo!!! no había nadie detrás mío!!!). Cuando le ha tocado el turno a un señor taxista he pensado "si me deja pasar le pongo un comentario y la digo que si que quedan caballeros y además taxistas". Aqui está mi comentario.
ResponderEliminarTambién he sacrificado los 6 o 7 mosquitos trompeteros. Voy a dejar de prometer cosas a cambio de otras cosas que me llevan a hacer cosas que al final no podré cumplir.
Besos.
PD: (Adoro las "podata's") Ahora que puedo comentar vas a flipar. Todo lo que no hablamos lo vamos a hablar por aqui.
he de decir, que yo tembién pensé que te ibas a encontrar el ramo de flores en el coche, es más, pensé que al comprarlo se iba a dar la vuelta y te lo iba a dar a ti! en plan disculpas. si que soy romantica! pero de esos hombres si que no quedan!!! jajajaja
ResponderEliminarHubiera sido bonito...Pero tendríais que haberle visto. Ni con el ramo lo hubiera arreglado, en serio.
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