"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




jueves, 8 de diciembre de 2011

El fin del mundo

El tiempo pasa volando, y sin darme cuenta mi blog cumplió un año, ni siquiera pude dedicarle una entrada en el día de su aniversario,¡vaya mamá bloguera estoy hecha!

En estas semanas han pasado muchas cosas: nuestra amiga Hasa volvió a Guinea, cuenta su madre que ni siquiera miró hacia atrás y que se fue con el corazón latiendo al compás del tintineo de las cajas llenas de regalos que llevó a su familia.

El otoño llegó, y tan lentamente que Madrid se ha vestido de mil colores y me quedo embobada mirando por la ventana del coche a riesgo de chocar con alguien. L@s niñ@s se lo pasan en grande recogiendo hojas y piñones, y el cole se ha vestido de collages para celebrarlo.

Los grandes almacenes también han cambiado de traje, pero para sumarse a la Navidad y al bucle de consumo desorbitado que cada vez empieza antes. En el cole suenan los primeros villancicos para ensayar las funciones a las que acabaremos cogiendo tirria de tanto ensayar, pero en las que nos emocionaremos como todos los años. El primer trimestre se va terminando y la sensación de que el tiempo pasa volando es cada vez más patente.

Algo importante pasó también hace unos días: por fin llegó el día 11/11/11, que según muchas profecías y estudios varios de numerología,era un día mágico que marcaba el inicio de una nueva época. Me parece una putada que eso sea así, porque teniendo en cuenta que el mundo va a terminar en 2012 según esas mismas profecías nos dejan poco tiempo para disfrutar del cambio, o eso creo yo.

Lo del 2012 yo lo tengo claro: este mundo se acaba. No quiero decir que crea en el armaggedon que va a destruir el planeta Tierra irremediablemente, pero que el mundo tal y como lo conocemos a cambiar, eso lo tengo tan claro como que estoy escribiendo ahora mismo.

El cambio ya ha empezado: la crisis que asola el mundo está poniendo a todos los seres humanos en jaque, y eso quiere decir que estamos tocando fondo. Vivimos con una angustia que no nos deja disfrutar, y donde quiera que vayas se palpa la desilusión en todos los rincones: desde el conductor del autobús a la carnicera todo el mundo coincide en que la cosa está muy mala y que son tiempos difíciles, aunque claro, esto sólo se aplica a l@s que siempre están putead@s, porque anoche fui al cine a la última sesión y me costó tres o cuatro vueltas a la manzana encontrar un sitio para aparcar, y todo esto teniendo en cuenta que mi coche es del tamaño aproximado de una pastilla de jabón de manos, por lo que en cualquier sitio lo suelo calzar. El cine estaba hasta arriba y decenas de familias y parejas disfrutaban de una película mientras las mismas familias y parejas de siempre no pueden disfrutar siquiera de una casa decente. Qué paradójico todo.

Por eso yo tengo la firme opinión (y la secreta esperanza) de que todo el bucle de desesperación y opulencia chorra termine en 2012. Me ha dicho Cris, mi profe de yoga, que encima el fin del mundo está previsto para finales de ese año, así que todavía tendremos que esperar un montón de tiempo más.

Cuando una sabe que va a ocurrir algo y quiere informarse hace lo que debe hacer: buscar en google. Lo que no viene en google simplemente no existe, y de esa burra no me bajo yo por los siglos de los siglos amén. Me puse a investigar sobre el fin del mundo y resulta que hay de todo: gentuza aprovechada que ha editado una guía para sobrevivir a esta hecatombe, teorías varias, páginas escépticas que instan a seguir la vida con normalidad, blogs tremendistas que alquilan bunkers para sobrevivir y enlaces a los escritos mayas para refutar lo que de por sí es evidente: este mundo se termina, pero no desaparece. Con suerte cambia, evoluciona, muda de piel, como todos los seres vivos de este planeta. Todos los seres vivos tienen un ciclo.

Cuando yo explico los tediosos temas de historia a mis chavales y chavalas mayores, siempre les digo que el ser humano en la historia es como una persona creciendo: empieza estando en pañales, con mucha más inocencia y por tanto menos maldad, más impulsos (y por tanto más aciertos) y menos premeditación (y por tanto menos putadas a personas ajenas) pero también menos recursos elaborados, y por tanto menos facilidades, como en la Prehistoria y quizá en la Edad Antigua. Continúa hasta llegar a la niñez, donde empieza a tener autonomía pero aún depende de entes superiores. Es la etapa donde más ciegamente se cree en todo lo que no se conoce, principalmente en Dios o en dioses varios, se vive por la salvación y en contra de los castigos, el auge de la religiosidad, la Edad Media. Después pasa a la adolescencia, esa etapa donde los dilemas se multiplican pero también las ganas de crecer, de ser más y mejor, de evolucionar; he ahí la Edad Contemporánea, nuestra etapa. A continuación se accede a la edad adulta, la más amplia de todas, la que está ocurriendo, en la que ya se ha aprendido mucho, se ha abierto un mundo de posibilidades, se ha perdido fe y ganado seguridad, pero también han crecido los prejuicios, los miedos, el ansia de poder y las incertidumbres.

Todas las fases, edades, etapas, tienen algo positivo y algo negativo. Pero está claro que ahora se abre ante nosotr@s un mundo nuevo, una etapa nueva que explorar, y que somos conscientes de que algo está pasando.

Quizá, como dicen, nunca hay que perder al niño o la niña que llevamos dentro.

Quizá es momento de terminar.

Quizá, por eso, es momento de empezar.



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