"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




martes, 16 de noviembre de 2010

La comida del comedor

Soy de las que piensan que en la universidad no se aprende absolutamente nada, o mejor dicho, absolutamente nada útil.
Te pegas 3, o 5 o los años que sean estudiando decenas de teorías, principios, enunciados e investigaciones y cuando terminas de aprendértelo todo eres la misma persona pero con menos hueco vacío en el cerebro. Con esto quiero decir que en absoluto te hace mas profesional saber que Fulano dijo esto o que Mengano descubrió lo otro.

Cuando una estudia Magisterio aprende muchas cosas relativamente absurdas aunque curiosas: que las marionetas tienen que llegar como mínimo al codo para que resulten estéticamente bonitas, que cuando entrevistas a una familia por primera vez es mejor poner una mesa de por medio para separar los roles o que la plastilina en realidad no es tóxica (salvo que te comas varios kilos, ahí ya no garantizan la inocuidad).

Sin embargo, hay cantidad de cosas fundamentales en la vida de todo docente para las que ya no sólo no te preparan, sio que ni siquiera te mentalizan: cómo analizar una cabeza en busca de piojos, saber aguantar el tipo ante un vómito matutino, qué hacer si una familia te amenaza con la muerte o cómo sobrevivir a la comida del comedor.

Cuando yo era pequeña, no me solía quedar al comedor de mi cole, porque vivía bastante cerca del cole. Jamás entendí, hasta muchos años después, lo feliz que hace a una persona comer la comida de su casa. Cuando yo tenga hijos, si es que algún día se da ese caso, les pienso matricular en un cole lo suficientemente cercano a casa como para que puedan prescindir del comedor.

El comedor es el único espacio de un colegio en el que reina la anarquía más absoluta, mal que te pese. El patio podría ser otro de esos espacios, pero l@s profes siempre nos enteramos de lo que pasa en un patio, bien porque lo vemos, bien porque alguien se chiva y nos viene contando que Fulanita ha pegado a Menganito y viceversa. En el patio hay muchos grupos de chavales: los que pegan, los que se defienden, los que vegetan, los que roban bocadilllos, los que juegan al fútbol, los que juegan a otras cosas (escondite, comba y otros juegos tradicionales), los que aprovechan para hacer los deberes... son infinidad de ellos.

Sin embargo, en el comedor sólo hay dos tipos de grupos: los niños que comen mal en casa y en el comedor y los que sólo comen mal en el comedor. Y es que una sopita de fideos de tu mami nunca se pareció en nada a ese bloque de pasta que tienes en la bandeja.

En primer lugar, manifiesto desde aquí mi odio radical hacia las bandejas de rancho, esas que son metálicas y tienen compartimentos para el primero, el segundo, el agua, y el pan/postre (que por cierto, qué asco da mezclar la macedonia de frutas con el pan duro).
Esas bandejas con esos huecos que cuando hay que llenarlos de puré de verduras caben (asombrosamente) cuatro cazos bien llenos, pero cuando hay que llenarlos de croquetas, parece que falta hueco y sólo caben dos o tres (acompañadas, eso sí, de hojas de lechuga del tamaño de la Plaza Mayor de Salamanca).

A decir verdad, yo no tengo problemas con la comida en sí, es decir, como de todo. Con esto no digo que me guste absolutamente toda la comida, pero toda me la puedo comer, no tengo especial aversión por nada. Sin embargo, en el tema del comedor no valen las experiencias previas, porque la comida no se parece en nada a cualquier cosa que hayas probado antes.

En primer lugar, el reciclaje del comedor puede llegar a ser demasiado cantoso. Eso de que el lunes pongan filetes de pollo, el martes croquetas de pollo, el miércoles sopa de pollo picado, el jueves empanadillas de pollo y el viernes picadillo de pollo, canta un poco, la verdad. Y es bastante tedioso.




Luego otra cosa que me alucina es que haya platos que estando sólo cocidos, sepan extraños. Por ejemplo, el arroz blanco. Si es arroz, y está cocido, ¿por qué sabe raro? Pues es así, no se identifica el sabor, así que por muy bien que comas en casa, ante esas cosas en el comedor tienes que rebelarte (este "rebelarte" es con "b", que nadie se asuste. El "revelarte" es del verbo "revelar" fotos, no sea que la Gramática de la RAE me cambie las normas).

Es verdad que debo decir en favor de los comedores escolares que muchas veces hacen menús para profes diferentes de los de l@s chaval@s, que es un detalle de agradecer. Vale que a tod@s deberían de darnos de comer con la misma calidad, pero sinceramente, yo no me puedo permitir comer varitas de merluza cada dos por tres, porque yo sí que como pescado aunque tenga forma de pescado (y no de corazón o de estrella) y no esté rebozado ni empanado. Si esa esa la única forma de que l@s niñ@s coman pescado, adelante, dénselo. Pero con mi estómago no jueguen.

Decía que nos suelen dar un menú un poco diferente, es decir, que si en el menú pone "ternera", puede que a los peques les toque hamburguesa y a nosotr@s filete, pero ternera comemos tod@s.
El drama viene cuando prefieres una hamburguesa congelada a un entrecot. No es que mi paladar se haya vulgarizado, no, es que cualquier parecido entre mi "filete" y el sabor de un filete cualquiera de un lugar cualquiera del mundo es pura coincidencia. Lo de las patatas fritas y los purés ya es cosa aparte, no entraré ni a diseccionarlos ni a comentarlos, porque me va a tocar comer todavía durante muchos años en los comedores y quiero hacerlo con la mayor entereza posible.

Cuando yo era pequeña, recuerdo que mis compis se guardaban en los bolsillos de la chaqueta del uniforme algunas cosillas de la comida del comedor que no podían comerse de ninguna de las maneras. Las envolvían en una servilleta y para el bolsillo.

Este es el diario de la supervivencia de una maestra.

Yo estoy sobreviviendo.

Tengo una bata repleta de bolsillos...

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