"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




miércoles, 17 de noviembre de 2010

Anticonceptivos y Vida rural

Ya he contado en posts anteriores que estuve destinada en un pueblo de la España profunda durante un curso, y que allí viví momentos muy grandes y situaciones cuanto menos dantescas.

El cole estaba justo a la entrada del pueblo, así que hasta que no estuve bien situada no tuve tiempo ni fuerzas de explorar el resto de aquel territorio encantador. Cabe destacar que el bar del pueblo estaba al lado del cole, así que, sin ser por causas de fuerza mayor, no tenía yo una necesidad imperiosa de conocer el núcleo rural.

Además, el cole resultó ser un espacio por el que todo el mundo pasaba, tuvieran o no hij@s estudiando allí, así que encima nos llegaban todos los cotilleos, historias, dimes y diretes de la convivencia sin apenas movernos de la clase (en el sentido más literal, porque muchas familias venían directamente a la clase a marujear). Entre unas cosas y otras, habían pasado dos meses y yo no sabía ni dónde estaba la plaza.

Como también he contado anteriormente, soy una persona totalmente contraria a asentarme en un pueblo, es decir, me gusta pasar un día en el campo, rodearme de naturaleza, los alegres conejillos saltando por la pradera y el sol primaveral poniéndose tras la montaña, pero después me gusta meterme en el coche y volver a mi barrio, con centros comerciales, hospitales, bares, cines y TDT sin cortes. Así soy yo, qué le voy a hacer.

En Carabaña yo estaba bastante feliz, porque me había hecho un huecoen el que se respetaba mi intimidad, es decir, seguro que las madres cotillas marujeaban con mi vida, pero lo hacían a mis espaldas y yo, qué quieres que te diga, lo agradecía, porque se evita una sulfuramientos innecesarios.

Un día salí bastante prontillo del cole porque habría una actividad complementaria cualquiera y como yo no tenía clase con ell@s, me dejaron salir antes, cabe destacar que porque el día anterior había pringado un par de horas más de las que me correspondían.

Como tenía un ratejo libre, me dio por pasear por el pueblo y explorar esos territorios ocultos que se me ofrecían al fondo de aquellas cuestas empinadas-empinadísimas. Fui a coger el bolso y al mirarme la mano descubrí que, como miles de veces, tenía una "P" pintada en el dorso.

En mi mano puede haber muchas cosas escritas, porque las agendas las pierdo y tengo poca memoria en cuanto a eventos, pero una "P" sólo significa una cosa: que me tengo que tomar la píldora. Alerta extrema.
Durante bastante tiempo (varios años concretamente) me he estado tomando la píldora anticonceptiva por prescripción médica y porque me daba la gana. Lo de tener los ovarios vagos ya es el colmo de la ironía de la Creación.
El caso es que la píldora hay que tomarla diariamente y siempre a la misma hora durante 21 días al mes, y como se te pase, las consecuencias pueden ser terribles, concretamente las que tod@s conocemos. Como mi cabeza es terriblemente volátil, casi todas las noches me pintaba una "P" en la mano para recordar al día siguiente que tenía que tomarme la pastillita dichosa (y así durante años, no sé cómo no se me ha llegado a tatuar).

Cuando vi mi "P" en la mano aquella mañana, me acordé de que tenía que tomarme la pastilla, y posteriormente me acordé de que se me había terminado y que tenía que comprar un envase nuevo; como tenía que tomármela antes de las 2, y era la 1.30, decidí acercarme en un momento a la farmacia del pueblo a pedirla.

En la farmacia, para no romper la tradición de mi consumo compulsivo, compré unas cuantas cosas más y cuando me tocó ir al mostrador, tenía una cola detrás de mí considerable.

- Hola, quería Yasmin diario para un mes (¿¿quién le pone esos nombres a los anticonceptivos femeninos??Yasmin, Diane...) y que me cobre todo ésto.

El farmacéutico se quedó como paralizado y me miró por encima de las gafas:

- Pero... ¿usted usa anticonceptivos orales?

Me dieron ganas de contestarle: "No, hombre, los quiero para decorarme la carpeta", pero como luego en la vida real esas cosas nos las solemos callar, lo que dije fue:

- Sí, con prescripción médica, pero la receta la tiene mi farmacéutica del barrio, es que yo no soy del pueblo y ésto es una urgencia.

- Uy pues... yo se la daría, porque la tengo que tener aquí obligatoriamente, pero... moralmente no estoy de acuerdo con los anticonceptivos. Mis principios no me permiten vendérsela.

Me dejó muerta. Flipada. Anonadada. Alucinando pepinillos.

- Pero ¿yo a dónde he venido? ¿a la farmacia o al Foro de la Familia?

El farmacéutico me empezó a soltar una chapa de media hora sobre los inconvenientes de tomar anticonceptivos, pasando por la importancia de llegar virgen al matrimonio y por supuesto aludiendo a la importancia de que yo, como maestra (yo no sabía quién era él pero él sabía todo de mí, como en todos los pueblos) extendiese ese mensaje entre el alumnado preadolescente.

Aquello era la típica situación de cámara oculta. Yo esperaba que saliese Juanma Iturriaga con el ramo de flores y el muñeco de "Inocente Inocente", felicitándome por mi entereza, pero allí no salía nadie. El farmacéutico, yo y una tensión ambiental creciente.

- Mire, o me da la pastilla dichosa o le dejo todo esto aquí y no compro nada, pero decídase que me tengo que ir a la civilización, por favor.

Así se lo dije. Una voz sonó a mi espalda:

- Pero tú ¿para qué quieres la pastilla? ¿es que tienes relaciones frecuentes? Tendrás pareja estable, ¿no?

No me acordaba de la cola de viejas que tenía detrás. La flor y la nata del cotilleo rural presenciando toda aquella escena. A tomar por culo mi reducto de paz y anonimato.

Me dí la vuelta y salí de allí despavorida. Podía vivir sin píldora, pero jamás podría vivir sin intimidad, y ahora todo el pueblo sabía cosas bastante íntimas acerca de mi consumo, mis ovarios y de mí misma.

A la mañana siguiente, cuando ya se me había olvidado todo aquello, se acercó una madre a ver a un chaval de mi clase durante el recreo. Yo estaba en la puerta cuidando el patio y tomándome un café.
Estuvimos charlando un rato del niño, de sus notas, de los exámenes y del viaje de fin de curso, y ya cuando se iba, se da la vuelta y me dice:

- Por cierto, cuando quieras te echo el péndulo y te digo cuántos hijos vas a tener, que yo soy una experta. Como ayer no te llevaste la píldora..


Para que luego me llamen exagerada y tremendista.

Señor, dame paciencia...



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