"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




jueves, 18 de noviembre de 2010

La (des)autoridad de la maestra

(NOTA: Sé que aludo mucho a mi infancia para contar anécdotas de mi vida diaria, pero no puedo evitar establecer un paralelismo continuo entre mi experiencia pasada delante de la mesa de mis profes y mi experiencia actual al otro lado del estrado. Es como un dejá vu a otros niveles.
Hoy vuelvo a usar ese recurso tan útil como es la regresión a la infancia.)

Empecé a fracasar en los estudios en 5º de Primaria, cuando tuve la primera profesora de matemáticas inepta de mi dilatada carrera de suspensos que duraría hasta 3º de carrera en cuarta convocatoria.
Pese a mis notables esfuerzos por hacer ver a mis padres que lo que esa mujer me tenía era manía (¿quién dijo que l@s profes no tenemos manías? ¡MENTIRA!), jamás lo conseguí, jamás me dieron la razón, jamás cedieron en su postura.

Me chundaron un profe de apoyo en casa y castigos encadenados que me condenaban a la soledad de mi habitación rodeada de numerajos y símbolos que me parecían sánscrito y que no sabía por donde coger.
Mis padres respetaban mucho a mis profes, y yo ni te cuento.

Hoy en día - y esa es la realidad, no un victimismo exacerbado- a los profes no se nos respeta mucho. No quiero decir que nos den una galleta por menos de nada (que a veces pasa), pero la forma en que nos hablan y lo poco que valoran nuestro trabajo es un hecho. Imponemos cierta autoridad, pero es una autoridad a veces medio basada en el miedo (a las notas básicamente) y no en la figura que representamos.

Hoy me decía una chavala en clase que no le interesaba lo más mínimo saber para qué vale nada de lo que aprenden en el cole, porque nunca va a ser profesora. Y lo de "nunca voy a ser profesora" lo ha dicho con un careto como el que puede poner cualquiera al decir "nunca voy a limpiar culos", que es algo que a la gente le da bastante repelús.
Ni siquiera ha valorado que nada de lo que aprenden en el cole les forma para el futuro, vayan a ser lo que vayan a ser, y que les hace construir su presente, pero eso en junio lo tendrá interiorizado, ya me encargaré yo.

Yo tiendo mucho a exculpar al alumnado y ceder esa magnífica responsabilidad a otras personas: LOS PADRES Y MADRES. Las familias son las responsables directas de permitir a sus hijos e hijas que hagan y deshagan a su antojo, y luego se quejan de que no los controlan. Sin embargo, a la hora de respaldar nuestras decisiones, se cuidan muy mucho de echarnos un cable, porque ahí sus hij@s son las víctimas del Holocausto nazi. A la clásica frase de padres de "¿en què momento se torció nuestro hijo?" yo respondería "en el momento en que le diste más autoridad de la que tú tienes sobre él". Entre otras respuestas.

Un ejemplo claro de falta de autoridad que representamos para los padres lo cito ahorita mismo:

Estaba yo en clase de Cono recogiendo los exámenes firmados, porque yo hago que los firmen todas las familias (cada familia el de su retoño, obviamente, lo otro sería un caos).
Cuando llego al despacho y me pongo a archivarlos, veo que hay uno RECORREGIDO por encima de mis correcciones, que son bastante escandalosas por mi letra enorme y están llenas de dibujos y caras sonrientes.

Me da por leerlo y veo que encima de lo que yo había escrito, había anotaciones, tipo:

Mi correción: "Te falta describir las etapas de la reproducción sexual"
La recorrección: "¿No valía con citarlas? ¿le tienes que bajar 0.75 por eso?"
(Completamente verídico y textual)

Mientras los ojos me daban vueltas sobre sus propios ejes, me fijé en que no era la letra del chaval, era una letra... ¡adulta! ¡El padre se había creído con la potestad suficiente de recorregirme en mi propio examen!

Y como colofón final (con trompetas y platillos), cuando estaba reaccionando, veo una nota al final del examen escrita con esa misma letra:

"Y a ver si hacemos el favor de corregir bien".

Con un par.

Seguro que ese padre es el típico médico que ni te mira a la cara en la consulta, te receta las medicinas de otro paciente y cuando le dices que a tí lo que te duele no es el codo, sino el estómago, y que piensas que el Reflex cada 8 horas no te va a ayudar mucho, el colega te mira por encima del hombro y dice:

"PERO AQUÍ QUIEN ES EL PROFESIONAL, ¿USTED O YO?"





NOTA: La imagen es la ganadora de un certamen de ilustración, no estoy del todo de acuerdo con ella, pero ilustra bastante este post...

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