"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




domingo, 14 de noviembre de 2010

Un pueblo es (parte II)

(Si quieres leer la I parte de esta historia, pincha aquí)


Porque siempre he sido una muchacha con pocos escrúpulos, que si no, hubiera chillado del impacto. Una especie de amasijo de hojas secas asomó de un portón enorme y a través de sus gafas de sol (es que en los pueblos los amasijos de hojas son fotosensibles, como yo) me miró de arriba abajo y se volvió a meter dentro del portón. Luego sonó un timbre y la puerta se abrió, dejándome abierto el paso a un nuevo mundo desconocido.

Ahora quedaría fenomenal una descripción tipo "Narnia", de un bosque frondoso lleno de hadas y duendes, pero lo que me encontré realmente fue el patio del colegio, hecho del clásico suelo de patio de colegio. Hago aquí una pausa para la reflexión: yo no sé que pasa, pero después de años y años de evolución humana no hemos dado con un suelo de patio que note seccione las extremidades poco a poco cuando te caes fruto de un tropezón cualquiera.

Existen dos tipos de suelos de patio extendidos en nuestra sociedad: el de arenilla y piedrecitas y el de pavimento de cemento de toda la vida. En el de arenilla y piedrecitas l@s niñ@s pueden disfrutar mucho si les gusta jugar con la arena, pero no ofrece un firme adecuado para los deportes de balón, concretamente para el fútbol, que es el juego por el que clases enteras repletas de niñ@ podrían dar su vida, aunque yo no lo entienda. Por ese motivo, el patio de tierra es mas adecuado para más peques, para l@s que todavía juegan con el cubito y la pala.
El patio de cemento, sin embargo, brinda un terreno deslizante (y con lluvia no digamos) con condiciones óptimas para un partidillo, pero ahora, cáete jugando si te atreves. Mis rodillas son una clara demostración de que las quemaduras de primer grado por abrasión contra el suelo del patio dejan huellas imborrables.

Cuánto tiene que avanzar la tecnología en según que cosas.

El caso es que después de ver aquel amasijo de hojas fotosensible y el patio de cemento, me quedé un poco clavada sin saber muy bien hacia dónde ir o qué hacer. Del otro lado de la verja de la entrada, alguien me chistó. Cuando me giré vi a una mujer de mediana edad que asomaba por la puerta principal:

- ¡¡Chss, chss!! ¿Tú eres la nueva maestra?

- Sí, eso parece.

- Pues ya puedes ser un poco más formal que la otra, que dice que está de baja pero bien que la vemos por Alcalá tomándose unas cañitas...

Y cogiendo su carro de la compra, desapareció, como las brujas de los cuentos.

Cabe destacar que Alcalá es una ciudad que está como a unos 45 kilómetros, es decir, que en ese pueblo controlan a la gente en un radio de 50 kilómetros. A esto me refiero cuando digo que en los pueblos no hay intimidad, pero tampoco en los alrededores. Qué locura.

Con todo aquello yo ya no sabía si entrar, salir o desaparecer como la mujer del carro para nunca más volver. Estaba pensándomelo cuando apareció de la nada una fila de niñ@s alegres y sudando como pollos acompañados de un chico de unos 30 y tantos, con chándal y piercing de regalo:

- ¿Buscas a alguien?

- Sí... bueno, me mandan de la DAT del Este, vengo a sustituir a la jefa de estudios.

- Pues pasa, encantado, soy el director.

Ahí me di cuenta de lo que son los estereotipos. Yo jamás hubiera pensado que el chaval que tenía delante, con más pinta de ir de copas que de ir al cole, fuera el flamante director de un colegio. Pero como no tenía nada mejor que hacer, le seguí.

Si el cole por fuera era un cuadro, por dentro era como un tríptico. Todo de madera, chiquitillo, decorado con motivos campestres, con tres clases abajo y otras tres arriba. Fin. A mí me descuadraba que hubiese tan pocas clases, siendo en total 9 grupos. ¿Dónde metían a los tres grupos que sobraban?

Pasé al despacho de dirección (del tamaño de mi habitación, que es bastante pequeña) donde se apelotonaba material, dibujos y libros varios. En una mesa pequeña, codo con codo (en el sentido más literal de la palabra) trabajaban el director, el secretario (que aún no conocía) y la jefa de estudios (de baja, yo iba a sustituirla).

El Dire me empezó a explicar un poquillo cuando apareció otro chico de su edad, vestido con vaqueros y camisa hippie, sonriente y con aspecto de ser bastante majete:

- Hola, soy el secretario. Nos hemos visto antes pero no he podido saludarte, perdona. Estábamos en plena representación del Otoño en Infantil. Yo soy El Otoño.

A mí no me sonaba haber visto a ningún Otoño, ni a ese chico en ningún momento, salvo que hubiese pasado delante de mis narices sin que yo me hubiese enterado. No quise decir nada.

Me contaron un poco por encima cómo funcionaba el cole, me dieron mi horario y me dijeron que ya me podía ir, porque era viernes y ya poco podía hacer allí. Me desearon buen fin de semana y ala, otros 70 kilómetros de vuelta.

Mientras bajaba por las escaleras bastante contenta de la primera impresión (un equipo directivo joven y con buen rollo), ví encima de una mesa una especie de traje hecho de hojas secas y unas gafas de sol marrones. Entonces ubiqué: amasijo de hojas secas con gafas de sol, El Otoño, el secretario. Aquel esperpento que me había recibido era él disfrazado, cualquiera lo diría.





Con una sonrisa, un montón de papeles y mucha curiosidad salí de nuevo por la puerta, deseando que llegase el lunes para ver qué me iba a deparar aquel pueblo al que jamás hubiera ido por voluntad propia pero que ahora intuía que me iba a deparar muy buenos momentos.

¿Acertaría mi intuicion?

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