Llevo varios días sin escribir porque no tengo tiempo físico para sentarme delante del ordenador a ordenar mis pensamientos vitales. Tengo curro nuevo y no quepo en mí de gozo.
Llevo la coordinación general docente del centro, que se dice pronto y se hace despacio. Estuve en el momento adecuado en el lugar correcto y ¡¡tacháaaaan!!, me han dado el puesto.
Este cambio me ha supuesto reorganizar mi vida porque claro, no es lo mismo estar a un lado de la mesa del despacho que a otro, no es lo mismo ir al despacho a aguantar el chaparrón que a soltarlo, no es lo mismo utilizar la sala de reuniones para recibir a las familias que para recibir a "La Familia" (clásica familia que da guerra, que todo el mundo evita, que no se calla ni debajo del agua), y a los proveedores, y al AMPA, y a cualquier persona con un poco de criterio que se asome por allí. Básicamente me reúno con unas y otros todo el día y salgo con miles de papeles, notas y catálogos para meterme en el despacho a reubicar todo.
Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es mi despacho nuevo. Tengo una mesa amplia con cajones (indispensable para que quepan todos mis miles de trastos), una silla cómoda (¡ay de quienes diseñan las sillas para profes! ¿por qué son tan incómodas?) y mucha mucha luz. También tengo una estampita de un santo que ha puesto mi compañera, pero estamos negociando cambiarla por una foto de George Clooney, ya veremos cómo terminamos.
Cuando me incorporo a un cole nuevo (y esto ocurre de vez en cuando), tengo varias máximas fijas que siempre sigo. Una de ellas es acudir a la entrevista inicial con Dirección en vaqueros y zapatillas. La explicación es que ese atuendo es el pan nuestro de cada día en mi armario, es decir, que salvo caso de extrema urgencia, siempre siempre siempre llevo vaqueros y zapatillas. Ojo, eso no quiere decir que no vaya mona, sólo que voy mona en vaqueros. Si Letizia puede, yo también.
Al ser mi ropa habitual, prefiero ir a la entrevista con la misma apariencia con la que me van a ver todos los días si me dan el trabajo. Siempre he pensado que si apareces el primer día con traje de corbata y en cuanto te dan el curro te plantas en vaqueros y zapatillas, da la sensación de que eres alguien a quien le gusta aparentar, pero no sólo eso, sino que encimas aparentas sólo para conseguir el trabajo, luego pierdes la ilusión y te bajas del carro de la etiqueta para subirte al carro de la ropa "trotera", como llama mi amiga Mery a la ropa de ir a trabajar.
Por esa razón, espero que me den los trabajos por quién soy, y no por cómo voy vestida. Creo que hasta ahora, me ha funcionado.
Otra de mis máximas, como ya he contado alguna vez, es hacerme amiga inmediata de conserjes, personal de limpieza, cocina, comedor y secretaría, y así lo estoy haciendo. Ya he contado otras veces que son estas personas quienes te hacen la vida fácil en cualquier curro, y jamás se lo agradecemos ni se lo reconocemos. Suelen ser las personas más majas, más naturales, más cariñosas y más abiertas, porque no tienen que aparentar, ni que fingir, sólo te cuidan, sin pedir nada a cambio.
Las del comedor son duras las jodías, no me echan ni media sonrisa y tuercen el morro si cojo el ColaCao. Sin embargo, gané un punto el otro día dándole las lentejas a una criatura de 2 años que ya no sabía si seguir llorando hasta morir o tirar las lentejas lejos, muy lejos. Le dí un par de cucharaditas y parece que se calmó, así que atisbé miradas de ternura mientras ellas decidían si quererme o no, si dejarme los filetes sin ternillas o el trozo duro, si apartarme un poco de pasta para hacérmela con carne aunque toque con queso. Ahí sostuvimos un poco la tensión, ellas pensándoselo y yo poniendo carita de buena, pero creo que voy mejorando.
La conserje me va sondeando, no la culpo, es un clásico de las conserjerías, tengamos en cuenta que ellas/os son quienes mejor saben todo lo que pasa en el colegio, claro, y ella tiene la "obligación moral-conserjeril" de hacerme la ficha cuanto antes. Yo le voy contando cosillas, por lo pronto somos vecinas de barrio y ahí confraternizamos un poco. La chica es un encanto, así que confío en que nos llevemos bien.
La secretaria ya me ha preguntado si fumo cachimbas. Con eso lo digo todo.
En cuanto al resto de personal, todavía no me ha dado tiempo a conocerles, pero con mantenimiento ya me llevo estupendamente. Lo primero que hice cuando llegué fue pedir conocerles personalmente, y creo que hubo que mandar un equipo de salvamento a rescatarles de su zulo. Esta pobre gente que se pasa el día en cuartuchos generalmente oscuros, entre aparatos, trastos y herramientas, que arreglan misteriosamente la calefacción o te programan el ordenador mientras te tomas una medianoche, simpatizó conmigo enseguida por mi deferencia de agradecerles personalmente que tardasen menos de media hora en acondicionarme el despacho.
Nos adoramos mutuamente.
Y así vamos, poco a poco, pasito a paso, descubriendo un nuevo mundo laboral desde de la mesa que siempre esperas ocupar pero que da un poco de vértigo, que impone, que acojona, qué leches.
Por lo pronto, mi silla nueva de ruedas, se desliza estupendamente por el despacho gracias al impulso de mis zapatillas...
PD: Estas son mis auténticas zapatillas, con las que voy a currar, y a las entrevistas, y a salir por ahí...;) Me las compré en Nueva York y son taaaaaan guays...
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