Hay cosas en la vida de las que una se siente orgullosa y que sabe que, si no existiesen, nada (o casi nada) hubiera sido lo mismo. Yo, por ejemplo, puedo presumir de haberme recorrido el Paseo de la Castellana en dirección contraria, en plan kamikaze, y haber salido ilesa de aquello. No fue entero, obviamente, fue un trocito, pero eso me hizo una persona más entera, con más luces y más fuerte. Creo que hasta me ayudó a aprobar la oposición, no digo más.
Algún día contaré ese momento, uno de los muchos en los que mi vida ha caminado por la delgada línea de la supervivencia y ha conseguido mantenerse. Hay que vivir al límite, señores y señoritas.
Ser arriesgada y no conocer las señales de tráfico es una de esas cosas que hacen vivir de una manera diferente. Otra de las cosas que son interesantes de tener en la vida, es una amiga (o amigo en su defecto) que viva en un chalet.
Parecerá tema baladí, pero bien pensado no lo es. Cuando vives en un pisucho cualquiera del centro de Madrid o alrededores, tener una amiga que vive en un chalet te abre un mundo de posibilidades, y ese mundo se enfoca básicamente a las fiestas. En un piso es harto complicado hacer una fiesta, porque aunque pongas todos los medios, siempre hay algo que se te escapa.
En mi casa, por ejemplo, es imposible ir al baño sin pasar por todas las habitaciones, y eso en una fiesta conlleva ciertos peligros. Remontémonos al principio de los tiempos de una fiesta cualquiera.
Hay varias cosas que son fundamentales en toda reunión informal con motivos lúdicos, a saber:
- Comida. Algo de picoteo, tampoco un despliegue digno del Bulli, pero una patatuela o el clásico sandwich es de agradecer; punto importante para contrastar con el siguiente punto de la lista y que la cosa acabe sin salir en los periódicos.
- Bebida. He aquí el punto fuerte de las fiestas, porque ni siquiera en la infancia más remota hay bebidas inofensivas. Ya de peque aprovechas para ingerir refrescos a mansalva, lo que en la vida habitual de tu hogar suele estar relativamente prohibido por motivos varios. En la adolescencia y posteriores años de la vida trasiegas refrescos a mansalva igualmente pero acompañados de bebidas alcohólicas y/o espirituosas de diferentes graduaciones. Es por eso que el punto anterior ayuda a que la vida siga su curso, porque si de cuando en cuando pasas una bandejita de algo comestible entre la gente, te aseguras de que los comas etílicos lleguen más tarde, a poder ser cuando la gente esté en la calle o en cualquier otro espacio que no sea de tus dominios (ni de los de tu fregona, porque limpiar todo luego es algo que no deseo yo ni a mi peor enemig@).
- Música. Aunque sea de fondo, aunque sea de Bach, algo de sonido tiene que haber. Este es, sorprendentemente, el mayor de los problemas cuando se hace una fiesta en un piso, porque los vecinos no van a llamar a tu puerta para hacer soplar a la gente, pero por menos de nada aporrean la puerta como una nota de la sinfonía de Bach suene más alta que sus televisores. Es por ello que el tema acústico levanta ampollas en cualquier vecindario que se precie.
- Gente. Puede parecer igualmente evidente, pero es sabido por tod@s que en una fiesta eliges a quién invitas pero no al cómputo general de gente que acude. "Amigos de amigos", parejas, primos, vecinas y gente en general que se une a la celebración de la mano de l@s invitad@s y a la que no le vas a decir que no porque queda feo. Total, que tú invitas a cuatro amigos para una celebración íntima y aquello acaba como la boda de Lolita, contigo a lo Lola Flores diciendo: "¡¡Si me queréis, IRSENNN!!".
Estos son los componentes básicos de una fiesta, a grandes rasgos. Hay otros elementos que suelen estar presentes pero que obviaremos por falta de tiempo y ganas de describirlos. Dejo que las imaginaciones vuelen.
Otra cosa ya digna de comentar es el espacio, y aquí entra la importancia inicial de vivir en un chalet. Mentalízate de que si haces una fiesta en un piso, no puedes preocuparte por aquella figurita que te trajiste de Bali o la alfombra persa que adorna el salón. Cualquiera de los tres elementos descritos anteriormente acabarán por interferir en la vida de esos objetos y dejando huellas imborrables que luego mirarás con nostalgia mientras piensas: "Mira, esa mancha oscura de la alfombra es de la fiesta de cumpleaños de Puri, la que hicimos en el 98".
Es por esto que hacer una fiesta en un piso es complejo, los espacios no acompañan, la gente está apretada, la música no la puedes poner a un volumen audible y la comida y la bebida acaban por los rincones. Vamos, que estás recogiendo trozos de sándwich que encuentras en los lugares más insospechados durante meses.
Por estas razones es fundamental (y una suerte infinita) tener una amiga o amigo que viva en un chalet.
Un chalet ofrece múltiples opciones. Para empezar, el espacio cambia. Todos o casi todos los chalets cuentan con amplias terrazas ajenas a las miradas indiscretas y relativamente ajenas a los oídos indiscretos. Además, la gente que vive en un chalet está acostumbrada a las celebraciones, y por norma general transigen mejor ante las fiestas ajenas. El clásico "hoy por tu fiesta, mañana por la mía".
Por otro lado, si la fiesta se hace en interior, el salón ocupa un espacio amplio, de una planta entera incluso, y una puede estar tranquila de que nadie va a interferir en el resto de la casa para nada. Las figuritas se guardan en una habitación, la alfombra se sube a la planta de arriba y ale, espacio diáfano para disfrutar.
Finalmente, si vives con más gente, puedes incluso celebrar la fiesta con ell@s dentro, que ni se enteran, o se enteran menos. Eso ya es colofón, porque significa que puedes hacer una fiesta cuando te parezca sin tener que convencer a nadie de que desaloje temporalmente la casa para ello. Vamos, que todo son ventajas.
Yo soy una de esas afortunadas que tienen una amiga que vive en un chalet. Me gustaría decir que soy una de esas afortunadas que viven en un chalet, pero no se puede tener todo en la vida. Yo con el de mi amiga me apaño.
Olga lleva celebrando fiestas en su casa desde que tengo uso de razón. Empezó cuando teníamos tres años (ahí más bien las celebraba su madre en su honor, pero yo iba igual) y ayer celebró su 24º cumpleaños. Todos los meses de marzo de mi vida tienen un recuerdo de sus barandillas rojas, su terraza con la mesa puesta y su salón lleno de globos.
Cuando éramos peques, era toda una aventura ir a una fiesta en su casa porque vive en la periferia de Madrid, y sólo el transcurso ya implicaba riesgos insospechados para nuestras mentes forjadas en pisos. Una vez que llegábamos a su urbanización sabíamos que nos esperaba una celebración por todo lo alto, sin límites de espacio, sin familias pululando, sin ojos atentos a las copas que nos pudiéramos tomar (que eran pocas, mamá, te lo prometo) y con terraza para fumar. El Olimpo, vaya.
Ya de mayores, nos sigue encantando ir a su casa, y es que las fiestas en los chalets son otra cosa.
Ayer comentábamos en su cumpleaños que por muchos años que pasen, por muchas vueltas que de la vida, por mucho chalet que yo tenga dentro de unos años (cosa bastante improbable, por cierto, visto el rumbo de mi economía, pero yo no pierdo la fe), siempre recordaremos las fiestas de Olga como grandes acontecimientos vitales. Que ya quisiera la Preysler dar fiestas como las suyas, vaya.
En fin, que gracias Olguita. Que sé que lo vas a leer, que espero que lo sigas haciendo (lo de leerme y lo de las fiestas) , y que confío en ir durante muchos más años a fiestecillas en tu casa, con sus mediasnoches, su barra llena de botellas, su megatrón (estoy esperando a ver tu salón lleno de humo) y tu sonrisa abriendo la puerta y diciendo siempre:
- ¡¡Bienvenidas, chicas!!
Que al fin y al cabo, para eso vives en un chalet ;)
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
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Jejeje, como no!, el chalet de Olga. Espero que celebreis muchas fiestas allí, porque seguro que lo pasasteis genial.
ResponderEliminarComo bien dices, un chalet es casi imprescindible para hacer fiestas.
Un eBso desde la Atlántida.
Yo que soy de chalet, puedo confirmar que SI, es imprescindible para una fiesta, que si tiene barbacoa mejor (que la remesa de la recena a las 5am sienta estupendamente con sus choricitos y sus pancetas) y que siempre llevan a grandes anécdotas que si en un futuro tenemos hijos seran esas historias que podrán ser contadas previa censura y nunca nunca enseñando las fotos
ResponderEliminarBesos.
PD: Llegará? No llegarán este mensaje?