"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




lunes, 11 de julio de 2011

Las (malvadas) secretarias

El auténtico drama de la juventud de hoy en día no es la crsis, que nadie se equivoque. La lacra real es la falta de motivación universal, y hay un colectivo directamente responsable de ello: las secretarias.

Las secretarias de mi colegio se llamaban Mª Jesús y Charo. Bueno, antes de llegar Charo había una que se llamaba Luisi, pero la ascendieron a profesora de Lengua (los tejemanejes del Sistema Educativo de nuestro país, daría como para hacer un documental tipo Callejeros).
El caso es que Mª Jesús y Charo eran dos mujeres aparentemente agradables, pero sólo aparentemente. Tú llegabas a la secretaría a pagar un recibo y antes de darte los buenos días te decían:

-.Nena, aquí no grapamos, no encuadernamos, no fotocopiamos, no se llama por teléfono y no rellenamos nada. Si te mandan a por tizas vente en el recreo. ¿Qué querías?


Claro, con esa perspectiva te acojonabas, te dabas la vuelta con la moral por los suelos y te volvías a tu casa diciéndote para tus adentros que ya podían tus padres domiciliar las mensualidades, porque tú no querías saber nada de esa gente nunca más.

Yo no perdí la fe en la educación, y el último papel que me dieron en la secretaría del colegio lo llevé tal cual a la secretaría de la universidad para continuar mi formación, y fue como salir de Málaga para entrar en Malagón. Según llegué y me puse en la cola, salió del despacho una mujer de pelo a mechas caobas y visible sobrepeso para anunciar a l@s allí presentes:

- Los que estáis para matricularos, aviso que a las 2 cerramos. Revisad bien los papeles que como os falte algo aquí no podéis imprimir ni fotocopiar. Y os tenéis que hacer otra vez la cola.

Qué agradable acogida universitaria. Así dan ganas de hacerse siete carreras y un doctorado.

La cosa me sonaba familiar, pero por si acaso me puse a revisar los papeles. Que yo recordase, estaba todo en regla.
Había leído en la web que además de los papeles, había que llevar 4 fotos de carnet para formalizar la matrícula, así que las metí en un sobre y me las llevé. Cuando me tocó el turno me senté en una silla y esperé con mis recibos, mis fotos y mi paciencia a ser atendida.

Cuando a la señora le apeteció mirarme a la cara, quise hacer gala de mi buena educación:

- Hola, buenos días, venía a matricularme en Magist...

- ¿Traes todos los papeles?

- Eh... sí, creo que sí.

- ¿Cómo que creo? Mira que si te falta algo aquí no hacemos fotocopias, ni imprimi...

- Sí, sí, tengo todo.

- ¿DNI?

- Sí, aquí está.

-¿Original y fotocopia?

- También lo tengo.


La muy perra quería pillarme en falta. No sabía que venía yo de la Escuela Oficial de Soportadoras de Secretarias Desagradables, y estaba más que entrenada.

- ¿Tienes las fotos?

- Sí, tenga.


La mujer abrió el sobre, sacó una, la pegó en un impreso, sacó otra, la pegó en mi ficha y me devolvió el sobre con las otras dos fotos en su interior.

- ¿Y las otras fotos no las quiere?- pregunté inocente.

- Hombre, si quieres me las quedo y las meto en la cartera, al lado de las de mis hijos.


Ahí reconozco que estuvo fina. En ese momento se levantó de la silla a sacar un impreso y pude ver que su caminar era renqueante. Quedó bautizada para siempre como La Coja, por bruja; a juzgar por cómo creció su odio hacia mi persona a lo largo de los años, yo creo que alguna vez nos debió oír llamarla de ese modo. La última vez que la ví fue hace un par de años, cuando fui a recoger el título después de años esperándolo. Estaba tan agradable como siempre.

Hoy he ido a por un certificado que necesito para la oposición. Normalmente tardan en dártelo un par de días, pero como lo necesito para este viernes, pensé que me daba tiempo de sobra, así que me he ido esta mañana a primera hora a la secretaría del vicerrectorado a por él. Nada más llegar y pedirlo, una amable secretaria me ha recibido con simpatía evidente:

- Uy uy, ésto tarda lo menos diez días. La Secretaria está de vacaciones y no vuelve hasta la semana que viene.

- Ya bueno, pero es que lo necesito para este viernes.

- Ya, bueno, - lo ha dicho como imitándome, con recochineo- pero es que si no está, qué quieres que yo le haga.

- Bueno, sáqueme mientras tanto el resguardo para pagar las tasas y ahora hablamos.


La cola era, sin exagerar, de 30 personas, y seguían llegando. Cuando la señora ha ido a darle al Intro (como parte de su agotador trabajo), ha torcido la nariz y nos ha informado:

- Bueno, se nos acaba de estropear el sistema informático, así que hoy no podemos expedir ningún certificado. Quien quiera quedarse hasta las 2, que se quede, que lo mismo se arregla o lo mismo no. El resto ale, despejándome la sala.

He decidido vengarme de todas las secretarias que han truncado mi estabilidad emocional a lo largo de los años, y por primera vez en una secretaría, he dado un paso adelante y le he dicho:

- Pues usted me dirá qué hago, pero deme una solución porque por culpa de su ineptitud yo me quedo sin opositar, y eso sí que es un problema.

Las que estaban delante de mí en la cola casi me aplauden. Pobrecillas, iban a matricularse por primera vez a la universidad y no están curtidas. Ya aprenderán.

La secretaria me ha mirado fijamente, ha pasado a poner ojos malignos y me ha dicho:

- Te puedo asegurar, nena (¡qué manía con llamarnos así!), que la más fastidiada soy yo.

- Le puedo asegurar, señora, que no es así. Usted se va a desayunar con excusa. Yo me quedo sin trabajo. Me va usted a comparar, hombre, por dios.

La cosa iba a llegar a mayores, pero en ese momento alguien ha gritado:

-¡¡El sistema ya funciona!!

Y el mundo ha vuelto a su curso, la gente ha vuelto velozmente a la cola y la mujer secretaria se ha tragado su orgullo para sacarme el certificado y yo mi arranque bolchevique para darle las gracias. En el último momento me ha sonreído, como disculpándose por culpa de todas las secretarias cabronas del mundo, y yo le he devuelto la sonrisa, como perdonando a todas las secretarias cabronas del mundo de parte de tod@s l@s estudiantes víctimas de malos tratos por su parte del mundo.

Mientras yo metía el recibo en el sobre de plástico, he pensado que igual éste hecho me reconciliaba para siempre con el mundo de las secretarias. Según lo guardaba, me he dado la vuelta y le he preguntado a la mujer:

- Oiga, y por cierto, ¿cuándo puedo venir a recoger el original?


Y entonces me he dado cuenta de que ésto nunca cambiará, porque su sonrisa se ha borrado para fruncir el ceño y decirme:

- Pues a partir del lunes, pero acuérdate de traerte todos los papeles de casa, que aquí ni fotocopiamos, ni imprimimos...

1 comentario:

  1. Jejeje, me he sentido muy identificado. Menudas personajes son las secretarias. Cuanto mal han causado al mundo adolescente. Me gustaría que algún día escribas en tu Blog una entrada también para los maravillosos porteros de los pisos, edificios, fincas y demás estructuras. Serían la pareja perfecta para esas secretarias amargadas.


    Un eBso desde La Atlántida.

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