Querido antidisturbios:
Tú no me conoces, yo a tí sí, qué cosas. Te preguntarás por qué se da esta circunstancia de comunicación visual unidireccional, y la respuesta es sencilla: yo casi siempre te miro de frente, y tú casi siempre me buscas la espalda. No creas que hay otra razón por la que no me reconoces, pese a que ultimamente nos hemos visto mucho, demasiado quizá.
Te escribo esta carta que en realidad va dirigida a quienes te dan órdenes también, pero claro, como esas personas no son visibles en las concentraciones y manifestaciones, tampoco salen en la tele ni en el periódico y no las tengo ni en Facebook ni en Twitter, comprenderás que para mí es como si no existieran. Pensarás que esto de que paguen justos por pecadores es un poco injusto, y así es, efectivamente. Sin embargo, tal y como están las cosas, prefiero escribirte a tí y que se lo hagas llegar a tus superiores, así evito por el camino denuncias, imputaciones, calabozo, palos y ese tipo de distracciones nimias que oye, poco a poco se acumulan y a una se le hace cuesta arriba.
La razón de ponerme en contacto contigo es la siguiente. El pasado día 25 de septiembre, un grupo de personas (la consejera de Gobierno dice que 6.000, no sé, yo no soy experta, pero diría que éramos muchas más, tú dirás si estás o no de acuerdo conmigo en función de la cantidad de veces que tuviste que reagruparte con tus compis) nos reunimos en el centro de Madrid bajo la iniciativa "Rodea el Congreso". Pensarás que nos apetecía hacer un corro gigante, y ahora que lo digo la verdad es que hubiera estado bien, pero el problema es que nuestra iniciativa era una acción de protesta, y las acciones de protesta no son un juego, eso lo sé yo porque voy llena de miedos y lo sabes tú porque vas lleno de seguridades.
No sé si te has molestado en enterarte por qué protestábamos, imagino que prefieres ir a trabajar sin presiones externas para ser "completamente objetivo". Tú esperas tu orden y cuando se te dice te lanzas a frenar disturbios (eso significa tu cargo, ¿no?) para proteger a la ciudad... bueno, a los diputados y diputadas en este caso, que por cierto, asume que jamás sabrán que existes ni te dirigirán una carta como esta. Aunque te hayan vendido la idea de que eres una especie de Gladiator moderno no dejas de ser un funcionario más, y ya sabes lo que opina el Gobierno de los funcionarios y funcionarias: que merecemos la muerte, o al menos la ruina, a base de despedirnos a traición y pagarnos menos de lo que cobra un dependiente del Burguer King. Verás que no estás entre su Top Ten de Gente Querida, ¡sorpresa!
De todas formas te cuento yo lo que tus superiores pasan de contarte: resulta que los españoles y españolas nos hemos cansado de que vivan a nuestra costa. No nos enfada que no haya dinero, ni medios, ni personal, no sé, eso sería comprensible y podría pasar, a ver, qué le vamos a hacer. Pasa en las mejores familias.
El problema es cuando hay dinero, recursos y medios y se gestionan con tantísima desigualdad, ahí ya nos enfadamos un poco. Es como si una madre le da la mejor comida a un hijo y al otro le da las sobras para que las reparta con todos sus amigos. Y encima de hacerle pasar hambre, le dice que no hay más. Eso está feo, coincidirás conmigo.
Por eso me llamó tanto la atención verte el día 25, junto con todos tus compañeros, repartir golpes, agarrones, patadas, cabezazos, porrazos y arrastrones a diestro y siniestro entre quienes nos quejamos de la misma desigualdad que te afecta a tí. Entre esa gente había muchas personas diferentes, y no sé si creerme que todas la habían tomado contigo y tus compañeros tanto como para que respondiéseis de esa forma tan brutal. Eso decís, que os lanzaron palos, pinchos (?¿) y 296 kilos de piedras, yo de personas no sé, pero de Unidades de Medida, y concretamente de kilos sí, ¡¡296 kilos!! Hay problemas de matemáticas de Primaria en los que te dicen que con menos de la mitad construyes una valla para cercar un chalet. Admite que exageráis un poco.
Luego está lo de entrar en la estación de Atocha a pelotazo limpio. Eso tampoco estuvo bien, reconócelo, y no ya por la gente aparentemente "violenta" que se refugiaba allí, sino por todas las personas que en ese momento se disponían a coger el tren para volver a casa del trabajo y aquellas que lo cogían para dar una vuelta, o hacer recados, o qué se yo. Y tampoco hablemos de todas las personas con cámaras y micrófonos que trabajan para la prensa y que como todo el resto se llevaron su ración de hostias también por estar allí. Lo que te decía, que en todas partes hay injusticias y se hace daño a mucha gente que no lo merece.
Sin embargo, lo que más me impactó fue un vídeo que ha dado vueltas y vueltas por la red a la velocidad de la luz y que en las redes sociales se ha titulado como "Quesoycompañerocoño".
En ese vídeo se ve cómo unos cuantos compañeros detenéis a un chaval que resulta ser secreta por su indumentaria (porque dudo mucho que un policía os agrediese personalmente) y os liáis a darle patadas y porrazos como si ni hubiera un mañana mientras él se protege con los brazos como puede. Hasta ahí todo es no normal, porque la violencia injustificada nunca es normal, pero sí habitual cuando gente como vosotros y gente como nosotros y nosotras está junta.
Pero de repente, se escucha al chaval gritar desde el suelo:
- ¡¡EEHHHH!! ¡QUE SOY COMPAÑERO, COÑO!
Y en seguida viene otro chaval de indumentaria similar a la del primero y empieza a gritaros también:
- ¡QUE SÍ! ¡QUE ES ÉL! ¡RELAJAOS UN POCO, JODER, QUE ES COMPAÑERO!
Y acto seguido le soltáis, le tendéis la mano y le ayudáis a levantarse y a sacudirse el polvo de los vaqueros.
Es un detalle elegante, la verdad. Lo normal entre iguales es protegerse, es cuidarse, mimarse y quererse. Pese a que a mí me preocupa un poco que no reconozcáis a un compañero con el que se supone que trabajáis, entiendo que la marabunta genera un poco de confusión. Pero cuando descubrís que es un igual, os retractáis y le tendéis la mano.
Aquí es donde surge mi duda... ¿quién crees que soy yo? ¿por qué a mí no me tiendes la mano como a tu compañero?
Yo no soy tu enemiga, ni un ser de otro planeta, ni una terrorista.
Soy la panadera que te vendió cruasanes esta mañana. Soy la maestra que recibe en clase a tus hijos con besos por las mañanas. Soy el enfermero que te cuidó cuando estuviste en Urgencias con aquella gripe horrible. Soy el médico que detectó a tu padre una enfermedad y le curó como si fuese el suyo.
Soy la funcionaria que te gestionó los papeles de aquella subvención que pediste. Soy el agente de viajes que organizó tu luna de miel. Soy el cartero que te lleva la correspondencia cada mañana. Soy el bombero que sofocó el fuego que estuvo a punto de arrasar miles de hectáreas en tu pueblo de la infancia.
Soy la asistente social que atendió a tu abuelos hasta que murieron. Soy la escritora que creó a aquel personaje por el que sientes tanto aprecio. Soy la periodista que presenta el programa que ves todos los domingos. Soy la actriz de la telenovela a la que estás enganchado aunque no lo reconozcas.
Soy la monitora del campamento en el que conociste a tu primer amor. Soy el quiosquero que te guarda las películas cuando se te olvida comprar el suplemento. Soy el artista que toca el acordeón para alegrar tus paseos por el centro. Soy el pintor que te ayudó a que tu casa cambiase de aires.
Soy el reponedor del mercado que cada día lleva tus yogures favoritos. Soy el cajero que te cobra siempre con una sonrisa. Soy la peluquera que te recorta el pelo y la barba cuando te apetece ir elegante. Soy el basurero que mantiene tu calle limpia.
Soy cualquiera de las miles de personas que te cruzas todos los días y a las que aprecias, las que te ayudan, te acompañan, te quieren, te miman. Soy la que está cerca de tí y te sonríe, la que te hace un gesto de consuelo cuando estás en un atasco, la que te cede un hueco en su paraguas cuando la lluvia te sorprende en la calle.
No soy tu enemiga, acepta que empiezas a pensarlo. Soy una persona tan dolida, tan molesta, tan ninguneada y seguramente tan puteada por el sistema como tú. Simplemente, yo tengo otras armas para combatirlo. Y amigas, y amigos, y gente que me acompaña. Y familia que sufre cuando me ve por la tele correr calle abajo con la cara desencajada. Y conciencia que me hace querer escribirte esta carta en vez de responder con violencia a tu violencia.
No soy tu enemiga ni tu objetivo. Trátame como lo que soy, mírame a los ojos y piensa en lo que dicen aunque sea durante una milésima de segundo, antes de descargar toda tu rabia en mi cabeza, o en mi cuello, o en mi estómago. Piensa en que no soy yo contra quien tienes que rebelarte.
Que no me lo merezco, y lo sabes.
Que soy compañera, coño.
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
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Una carta muy bonita, te felicito por ella. Esperemos que algunx recapacite aunque me cueste creerlo.
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