- Hija, ni que volvieras de Canadá.
- Pues casi, la verdad, he pasado el mismo frío.
Fueron
las primeras palabras que mi amiga del alma, mi M., la mujer que dio
sentido a las pastas de té en mi vida, me dijo cuando subí al autobús.
Odio las despedidas. Con todas mis fuerzas.
El
2013 ha empezado lleno de despedidas y no me siento con fuerzas de
afrontar ninguna más (por favor, si tenéis pensando emigrar, huír o
desaparecer, contádmelo de manera secuenciada, poco a poco, que no
necesite yo una caja entera de Omeoprazoles para digerirlo). No es el
hecho en sí de despedirme de alguien lo que me angustia, sino el ritual
de las despedidas, salvo que esa persona se vaya a vivir al otro lado
del Universo y no tenga la certeza de que la voy a volver a ver, que ahí
sí que es el hecho de despedirme lo que me bloquea. Y hasta eso pasó
hace un mes. La otra pata de nuestro banco emigró a Sydney y aún no me
hago a la idea.
Donde antes compartía confidencias,
sonrisas, maldades, cañas, secretos, mentiras, verdades y cotidianidad,
ahora comparto conversaciones de Skype, y sólo si las diferencias
horarias de los distintos países a los que mi gente ha volado tienen a
bien permitírnoslo. Mi círculo, que con tanto sacrificio y esfuerzo
construí, se ve mermado por culpa de las crisis (la mundial
económica-política-laboral y la interna, que no son poca cosa) sin
haberme pedido siquiera permiso, sin haberme informado con tiempo. Y
claro, eso se paga. Hoy no tengo el día de post chascarrillero.
Los
anclajes que me quedan, que no son pocos, están peleando contra viento y
marea, especialmente uno. Una lucha, una sonrisa, un gesto, unos ojos
que cada día me recuerdan que la vida es corta, y como decía Guadalupe
Urbina, yo quiero llegar a mujer loca y vieja. Una superheroína que no
podía dejar de pasar por la vida sin haber peleado como una loba (nota:
al escribir "loba" se me trastabillan los dedos, coronados por unas uñas
recién pintadas de rojo, y escribo "loca"; rectifico, pero no quería
dejar de añadirlo, peleona como una loba y como una loca, como la mujer
que dibuja la Urbina y yo quiero llegar a colorear) y que a cada paso da
una lección. Una mujer que tiene un chalet maravilloso y una sonrisa
más maravillosa aún si cabe. Olga. Mi amiga, casi mi hermana, que ha
pasado tanto tiempo en mi vida como yo misma. Sin querer ahondar, te
menciono ahora como cada día, cuando le pido al Universo que la batalla
enfermedad-Olga quede zanjada con victoria por goleada. Y el Universo me
guiña un ojo, estáte tranquila.
Para huír de las
despedidas emigré al norte unos días, porque necesitaba recoger
sonrisas, dispersarme, respirar, descansar. Parece mentira que en unos
días una pueda desconectar tanto que se le olvide que la vida, aunque
corta, a veces es densa de cojones.
Así que me subí al
autobús de vuelta antes siquiera de ser consciente de que estaba allí, y
de la forma más tonta me sobrevino la despedida y me hice chiquitina en
el asiento, como cuando l@s niñ@s pequeños lloriquean los lunes por la
mañana porque no quieren levantarse.
Me hubiera vuelto
loca escribiendo aquí, desahogándome en un post que jamás hubiera
publicado, como tantos otros, pero no tenía ordenador. Recordé entonces a
la Mujer Pompa (término que acuñé yo misma al escucharla hablar, al descubrir que sus palabras son siempre tan redondas y tan perfectas como las pompas de jabón), una de las que venía de visitar, y con la que
había pasado un día entero en busca de una libreta, y metí la mano en el
bolso para sacar la mía, la que me acompaña para recordarme números de
teléfono, direcciones, horarios. El autobús se sumió en el silencio y yo
me sumí en la libreta, y escribí, y escribí y me quedé sin libreta y
sin tiempo. Llegué a mi casa y mi vida me cayó en la cabeza como un
balonazo en el patio del recreo.
Y de repente, antes de
querer darme cuenta, me topé de nuevo con la sonrisa de Olga, y tantas
otras que me recuerdan cada día que el mundo es de las valientes. Y que
Guadalupe Urbina tiene razón: la vida es corta, y hay que disfrutarla
pese a los adioses.
Con el camino recién
empezado de nuevo no puedo, de todas formas, negar la realidad: qué mal
me sientan el vinagre, los lácteos y las despedidas.
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
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viernes, 1 de marzo de 2013
Qué mal me sientan el vinagre, los lácteos y las despedidas
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miércoles, 22 de diciembre de 2010
De ilusión también se vive
Otro de mis curros allá por el año 2006 consistió en entrenar a un grupo de chavales que tenían la sana costumbre de juntarse para jugar al baloncesto. Yo les sacaba unos 5 años y ellos a mí unas 5 cabezas, pero nos entendimos bastante bien desde el principio, era un grupo súper majete.
Un par de días por semana nos veíamos en el barrio de Arganzuela y allí jugábamos un rato y charlábamos otro rato, un par de veces nos fuimos a cenar por ahí (me apasionan las cenas como forma de relacionarse) y cuando se me terminó el contrato, aún mantuve contacto con algunos de ellos bastante tiempo. A lo largo de estos años me han ido contando que acabaron el instituto, que pasaron a la universidad, o que encontraron su primer curro, o su primera novia, y me encanta que de cuando en cuando me lo cuenten porque me hace feliz que sean felices.
Hoy estaba escribiendo un post acerca de otra cosa cuando me ha llegado un mensaje de uno de aquellos chavales diciéndome que me mandaba una invitación para escuchar unas canciones que ha compuesto con un amigo, al chico le gustaba el rap cuando nos conocimos y parece que ha tenido las ganas y la energía para plasmar su afición en expresión. Yo soy de las que leo y escucho todo lo que me mandan, más cuando es de algún chaval/a con quien he trabajado, así que llevo un rato oyendo lo que me ha mandado.
Me gusta. No deja de ser hiphop, con mucha frase chunga y mucha reflexión callejera, pero me encanta ver como, según pasa el tiempo, los que eran unos niños van creciendo como voy creciendo yo y llevan adelante sus sueños, y se dedican a disfrutar y a ser felices, o al menos lo intentan como lo intentamos tod@s durante toda la vida.
Estas cosas me hacen darme cuenta de que la ilusión mueve el mundo, de que si realmente le pones ganas, no hace falta tener una gran productora, ni un magnífico estudio de grabación, ni siquiera una voz privilegiada. Si lo que realmente te gusta es rimar y mezclar bases, aunque tu madre te diga que eso es "música ratonera", adelante. El éxito empieza por la voluntad, y la voluntad nace de la ilusión.
De ilusión también se vive.
Y se vive realmente bien.
Un par de días por semana nos veíamos en el barrio de Arganzuela y allí jugábamos un rato y charlábamos otro rato, un par de veces nos fuimos a cenar por ahí (me apasionan las cenas como forma de relacionarse) y cuando se me terminó el contrato, aún mantuve contacto con algunos de ellos bastante tiempo. A lo largo de estos años me han ido contando que acabaron el instituto, que pasaron a la universidad, o que encontraron su primer curro, o su primera novia, y me encanta que de cuando en cuando me lo cuenten porque me hace feliz que sean felices.
Hoy estaba escribiendo un post acerca de otra cosa cuando me ha llegado un mensaje de uno de aquellos chavales diciéndome que me mandaba una invitación para escuchar unas canciones que ha compuesto con un amigo, al chico le gustaba el rap cuando nos conocimos y parece que ha tenido las ganas y la energía para plasmar su afición en expresión. Yo soy de las que leo y escucho todo lo que me mandan, más cuando es de algún chaval/a con quien he trabajado, así que llevo un rato oyendo lo que me ha mandado.
Me gusta. No deja de ser hiphop, con mucha frase chunga y mucha reflexión callejera, pero me encanta ver como, según pasa el tiempo, los que eran unos niños van creciendo como voy creciendo yo y llevan adelante sus sueños, y se dedican a disfrutar y a ser felices, o al menos lo intentan como lo intentamos tod@s durante toda la vida.
Estas cosas me hacen darme cuenta de que la ilusión mueve el mundo, de que si realmente le pones ganas, no hace falta tener una gran productora, ni un magnífico estudio de grabación, ni siquiera una voz privilegiada. Si lo que realmente te gusta es rimar y mezclar bases, aunque tu madre te diga que eso es "música ratonera", adelante. El éxito empieza por la voluntad, y la voluntad nace de la ilusión.
De ilusión también se vive.
Y se vive realmente bien.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Los Reyes Magos son los padres
Hay momentos en la vida de un colegio que son cruciales: el día en que descubres un piojo saltanto alegremente por una cabecita, el día en que el director/la directora dice: "La semana que viene va a venir Inspección", el día en que se estrena la función de Navidad, el día en que se dan las notas y el día en que se escucha por algún rincón: "LOS REYES SON LOS PADRES".
En ese momento, egoístamente, rezas para que nadie haya escuchado esa frase y te pregunte: "Oye profe, ¿es verdad que los reyes son los padres?". Claro, a ver qué les dices. Yo que sé si sus familias les dicen que existen, o que no existen, que hoy en día hay familias que no quieren "mentir gratuitamente" a sus retoños y otras que quieren mentir por fomentar el clima mágico navideño. Y cualquiera contradice a una familia.
Hoy estábamos reunid@s en el despacho de coordinación cuando ha llegado una profe contando que un niño de infantil (5 tiernos años) estaba propagando la terrible frase, y el resto del grupo estaba empezando a hacerse eco de tan noble descubrimiento tirando por tierra los esfuerzos de esas familias que sí siguen fomentando el espíritu navideño en sus criaturas.
Le hemos preguntado entre sonrisas que cuál había sido su respuesta. La compañera contaba que ha cogido un papel y ha escrito con "tinta de limón" la siguiente frase:
"LA MAGIA ESTÁ EN TÍ".
(Nota: Para quien no lo sepa, el recurso de la tinta de limón funciona de la siguiente manera: se exprime un limón y se recoge el zumo. Usando una pluma o un palito, se moja el extremo en el jugo de limón y se escribe en un folio el mensaje deseado. Obviamente, el zumo es transparente, así que el mensaje no se ve, pero si se acerca el papel a una fuente de calor, la "tinta" se oscurece y el mensaje se deja leer. Es lo que llamamos "mensajes invisibles").
Dicho esto, retomo el papel que ha escrito mi compi con ese maravilloso mensaje y que ha dado a l@s niñ@s, diciéndoles que tenían que encontrar el mensaje escondido. Lo han calentado con un mechero y cuando ha aparecido el mensaje, se han emocionado tanto con la tinta mágica que se les ha olvidado la historia de los Reyes Magos, pero tanto les ha gustado que se han quedado con el mensaje de leerlo una y mil veces.
"LA MAGIA ESTÁ EN TÍ".
Me ha parecido un recurso maravilloso, y efectivamente, la magia está en cada un@. Qué mas da si existen o no los Reyes, lo importante es encontrar esos momentos de ilusión, de mariposillas en el estómago, de felicidad desbordante en nuestras vidas, como cuando creíamos en los Reyes.
La magia está dentro de tí. Sólo tienes que buscarla (y quizá el mensaje esté oculto, y le haga falta un poco de calor para aparecer...).
En ese momento, egoístamente, rezas para que nadie haya escuchado esa frase y te pregunte: "Oye profe, ¿es verdad que los reyes son los padres?". Claro, a ver qué les dices. Yo que sé si sus familias les dicen que existen, o que no existen, que hoy en día hay familias que no quieren "mentir gratuitamente" a sus retoños y otras que quieren mentir por fomentar el clima mágico navideño. Y cualquiera contradice a una familia.
Hoy estábamos reunid@s en el despacho de coordinación cuando ha llegado una profe contando que un niño de infantil (5 tiernos años) estaba propagando la terrible frase, y el resto del grupo estaba empezando a hacerse eco de tan noble descubrimiento tirando por tierra los esfuerzos de esas familias que sí siguen fomentando el espíritu navideño en sus criaturas.
Le hemos preguntado entre sonrisas que cuál había sido su respuesta. La compañera contaba que ha cogido un papel y ha escrito con "tinta de limón" la siguiente frase:
"LA MAGIA ESTÁ EN TÍ".
(Nota: Para quien no lo sepa, el recurso de la tinta de limón funciona de la siguiente manera: se exprime un limón y se recoge el zumo. Usando una pluma o un palito, se moja el extremo en el jugo de limón y se escribe en un folio el mensaje deseado. Obviamente, el zumo es transparente, así que el mensaje no se ve, pero si se acerca el papel a una fuente de calor, la "tinta" se oscurece y el mensaje se deja leer. Es lo que llamamos "mensajes invisibles").
Dicho esto, retomo el papel que ha escrito mi compi con ese maravilloso mensaje y que ha dado a l@s niñ@s, diciéndoles que tenían que encontrar el mensaje escondido. Lo han calentado con un mechero y cuando ha aparecido el mensaje, se han emocionado tanto con la tinta mágica que se les ha olvidado la historia de los Reyes Magos, pero tanto les ha gustado que se han quedado con el mensaje de leerlo una y mil veces.
"LA MAGIA ESTÁ EN TÍ".
Me ha parecido un recurso maravilloso, y efectivamente, la magia está en cada un@. Qué mas da si existen o no los Reyes, lo importante es encontrar esos momentos de ilusión, de mariposillas en el estómago, de felicidad desbordante en nuestras vidas, como cuando creíamos en los Reyes.
La magia está dentro de tí. Sólo tienes que buscarla (y quizá el mensaje esté oculto, y le haga falta un poco de calor para aparecer...).
viernes, 19 de noviembre de 2010
De mayor quiero ser traficante
Hay veces que las evidencias hablan por sí solas, aunque tú quieras hacer como que no.
Hace cuatro o cinco años estuve haciendo un voluntario con la fundación Caja Madrid (tod@s tenemos un pasado duro) en un colegio público con un bagaje de alumnado que telita del telón. En mi clase había chavales de todos los pelajes y condiciones con un único objetivo: no estar en la calle.
Retenerles allí durante unas cuantas horas era como retener a una manada de dóbermans a la puerta de la carnicería.
Se suponía que allí había que hacer los deberes, pero yo no soy muy partidaria de esos sistemas, porque bastante tiempo pasan las criaturas en clase como para chuparse dos horas más de apoyo escolar, así que sin que me oiga nadie, un ratito hacíamos deberes y el resto charlábamos de lo divino y lo humano.
Un día me preguntaron que por qué yo era maestra. Les conté un poco de mi vocación de la infancia hecha realidad y parece que no les convencí, pero al menos les valió mi razonamiento.
Luego les pregunté que qué querían ser de mayores. Nada nuevo bajo el sol: futbolistas, bomberos, maderos, cantantes y demás.
Uno de los chavales me dice:
-Profe, yo me cambio, lo he pensado mejor. Yo de mayor quiero ser traficante (13 dulces años tenía la criatura, ahora que lo pienso ya tendrá 18, ¿habrá cumplido sueño?).
Automáticamente le solté la clásica charla de "pero cómo vas a querer ser eso, es un trabajo que hace infeliz a mucha gente, vas a explotar a personas, no te vas a motivar ni a apreciar, con lo que tú vales, y bla bla bla".
El chico me dice:
- Mira profe, yo sé que no está bien, pero mírate, tu has ido a la universidad, eres profesora y vienes al cole en autobús y vives en un piso de barrio (eso último lo sabían porque yo se lo había contado en un trabajo que habíamos hecho).
Mi tío trafica con hachís y tiene un chalet con piscina, un cochazo y la Play con un montón de juegos. Y yo de mayor quiero ser como mi tío, no como tú. Si eres honrado, no te haces rico y te dan por todas partes.
Y encima, el crío, tenía toda la razón.
Hay que joderse.

Hace cuatro o cinco años estuve haciendo un voluntario con la fundación Caja Madrid (tod@s tenemos un pasado duro) en un colegio público con un bagaje de alumnado que telita del telón. En mi clase había chavales de todos los pelajes y condiciones con un único objetivo: no estar en la calle.
Retenerles allí durante unas cuantas horas era como retener a una manada de dóbermans a la puerta de la carnicería.
Se suponía que allí había que hacer los deberes, pero yo no soy muy partidaria de esos sistemas, porque bastante tiempo pasan las criaturas en clase como para chuparse dos horas más de apoyo escolar, así que sin que me oiga nadie, un ratito hacíamos deberes y el resto charlábamos de lo divino y lo humano.
Un día me preguntaron que por qué yo era maestra. Les conté un poco de mi vocación de la infancia hecha realidad y parece que no les convencí, pero al menos les valió mi razonamiento.
Luego les pregunté que qué querían ser de mayores. Nada nuevo bajo el sol: futbolistas, bomberos, maderos, cantantes y demás.
Uno de los chavales me dice:
-Profe, yo me cambio, lo he pensado mejor. Yo de mayor quiero ser traficante (13 dulces años tenía la criatura, ahora que lo pienso ya tendrá 18, ¿habrá cumplido sueño?).
Automáticamente le solté la clásica charla de "pero cómo vas a querer ser eso, es un trabajo que hace infeliz a mucha gente, vas a explotar a personas, no te vas a motivar ni a apreciar, con lo que tú vales, y bla bla bla".
El chico me dice:
- Mira profe, yo sé que no está bien, pero mírate, tu has ido a la universidad, eres profesora y vienes al cole en autobús y vives en un piso de barrio (eso último lo sabían porque yo se lo había contado en un trabajo que habíamos hecho).
Mi tío trafica con hachís y tiene un chalet con piscina, un cochazo y la Play con un montón de juegos. Y yo de mayor quiero ser como mi tío, no como tú. Si eres honrado, no te haces rico y te dan por todas partes.
Y encima, el crío, tenía toda la razón.
Hay que joderse.
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