"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."

Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry




Mostrando entradas con la etiqueta feisbuc. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta feisbuc. Mostrar todas las entradas

sábado, 15 de enero de 2011

Un deseo en un peluche

Estoy extrañamente en paz.

Quizá sea el hecho de que un sábado 15 de enero hace solete, y eso es algo que no se veía desde tiempos inmemoriales (el solete, digo). Tras semanas y semanas condenad@s a la penumbra, a las nubes, a la lluvia y a un viento maligno de esos que se te da la vuelta el paraguas, por fin el tiempo nos da un respiro y me puedo poner el abrigo verde, que es un abrigo que me encanta y me compré en Irlanda cuando creía que moriría del frío que pasaba todos los días, y ahora no me puedo poner porque sorprendentemente, ha resultado no abrigar tanto en los crudos días de invierno madrileño.

Ayer hice uno de esos planes que dejas de hacer desde que te dejan salir de fiesta por primera vez hasta que te independizas: cena, cine, juego de mesa. Cuando empiezas a salir de noche quieres pasar todo el tiempo del mundo fuera de casa, y cuando te independizas quieres pasar todo el tiempo del mundo dentro de casa, así que encontrar el punto medio entre entrar y salir es altamente complicado.

Cuando mi día laboral de ayer terminó (y con él una semana que ha sido un crimen de los peores), me fui al cine con mis adorados D. y M., en cuya casa paso mucho más tiempo que en la mía propia, en cuyo sofá me río más que en el mío propio y de quienes disfruto tanto (o más) que de mí misma.

Nos vimos una comedia-tragedia americana, de esas de "chico conoce a chica, chica conquista a chico, chico y chica inician una relación llena de aventuras disparatadas y locurillas varias, chica deja a chico, chico recupera a chica, chica y chico son felices para siempre". Tratar de leer esto con la boca llena de polvorones garantiza momentos inolvidables.

Una cenilla improvisada en el cine, manos que se cruzan, risas que no tienen motivo aparente y una mujer solitaria transcurrieron durante dos horas. Luego, vuelta a mi casa adoptiva, a mi sofá adoptivo, y un juego de mesa que dura 4 horas largas de reloj (Y NO ERA EL MONOPOLY).

Ojos que se cierran, miradas furtivas al reloj, bandas sonoras sonando de fondo, competición para ver quien cojones gana al final, galletas de chocolate. Teníamos que haber nacido american@s.

Se termina la competición, se levanta la sesión, besos, abrazos, compañía hasta el coche (que ese barrio está lleno de gente chunga) y una almohada que me espera en casa y que es la mejor del mundo.

Y un nuevo compañero de cama, "Feis Buc", mi nuevo amigo, un peluche de un mono que me ha hecho con sus manos M., que ayer adopté y del que estoy enamorada desde hace tiempo.
En su interior lleva una estrella: cuando ya se ha metido todo el relleno en el muñeco y está casi terminado, se coge la estrella, hay que pedir un deseo y luego meterla dentro del peluche; después se cierra la cremallera, que nunca más se puede abrir.

Y el deseo queda en la estrella, encerrado para siempre. Es por eso que se cumple.

Mi deseo fue por vosotros. Para que estéis mucho tiempo a mi lado. Porque no lo sabéis, pero me habéis devuelto la sonrisa (una sonrisa amplia, de esas que se te ven todos los dientes).

Y ya no cuento más, que si no, no se me cumple...

domingo, 2 de enero de 2011

Feis

Si terminé el año hablándole a mi yo del futuro, no puedo menos que empezar este hablando del nombre de mi "yo del presente": Feis.

Obviamente, y como tod@s sabéis (salvo que hayas llegado aquí por extrañas conexiones cibernéticas que escapan a mi mente), este no es mi nombre real, pero lo adopto a modo de mote porque nunca he tenido uno, y este me hace gracia.

El nombre de Feis me lo pusieron mis compis del curro porque en los inicios del mundo de las redes sociales, yo era la única que controlaba de Facebook (leído "Feisbuc" se acorta en "Feis") y la que les explicaba cómo funcionaba y para qué servía. Era oír la palabra "Facebook" y sabía que se iban a dirigir a mí para preguntarme algo, así que nada más escucharlo me giraba, y terminaron por llamarme así. Al principio no me gustaba mucho, pero cada vez que oigo "Oye Feis" o "Feis, ven" me giro y encuentro una cara amiga, con una sonrisa, o un guiño, porque sólo la gente que me quiere me llama así. Y le cogí cariño.

Es curioso como una misma cosa venida de unas personas o de otras, te repatea o te encanta. Cuando yo iba al cole, me apodaron "la alta". Desde siempre he medido bastante más que la mayoría de chicas (y de algunos chicos) de mi edad, así que no se rompieron la cabeza poniéndome un mote. De hecho, muchos años más tarde, cuando yo me marché del colegio y mi hermana estaba todavía en él, mi madre contaba que tenía una hija ex alumna y cuando escuchaban mi descripción le decían: "¡¡Ah!! ¡¡La Alta!!".

Cargué con ese mote toda mi vida, como cargué con el papel de rey Melchor en todas las representaciones navideñas. Teniendo en cuenta que en mi colegio sólo había chicas, buscaban la aproximación física y a mis dos compañeras altas y a mí nos tuvieron toda la infancia travistiéndonos y pasando un calor maligno indescriptible en todas las funciones por culpa de la capa y de la barba postiza. Mi madre se desesperaba de no poder vestirme de alegre pastorcilla, con mi falda roja, mis coloretes y mi oveja. La vida puede ser muy cruel.

Recuerdo que mi abuela odiaba que me llamasen "La Alta". Con lo bonito que es mi nombre, decía ella, para qué estropearlo así. Lo que no entendía es que éramos cuatro en clase con el mismo nombre, y a mí me tocó ser "La Alta" como a otra le tocó ser "La Rubia", a otra "La hija del Cojo" y a otra "La que muerde". Creo que en el reparto, y teniendo en cuenta que yo no podía ser "La Rubia" por motivos evidentes, salí bastante bien parada.

De todas formas, la mujer seguía diciendo que vaya apodo más feo, y yo estoy con ella, porque, pese a que también se pueden usar los apodos de manera chunga para meterse con alguien, muchas veces detrás de ellos suele haber una historia, una anécdota, una cualidad, una palabra de cariño, y es un rollo que se limiten sólo a describir rasgos físicos que son evidentes al ojo espectador.

Por eso adoro ser Feis, y por eso escogí este nombre para denominarme en este espacio que siento mi casa y que quiero que sintáis la vuestra.

¿Y a tí? ¿Te han puesto alguna vez un mote o un apodo?




PD: GRACIAS a todos y todas l@s que me léeis, me comentáis, me compartís y en definitiva, me acompañáis. Todo mi amor y mis mejores deseos para el año que empieza hoy.