Mola estar en la noticia. Mola vivir la noticia. Mola ser la noticia.
Claro, ahora entiendo el afán de famoseo que hay en este país y que de cada 10 criaturas infantiles a las que pregunto que qué quieren ser de mayores, más de la mitad quieran ejercer "profesiones" (léase "actividades varias") vinculadas a la vida pública: futbolistas (de élite), cantantes, bailarinas, participantes de concursos (sí, ésto me lo han dicho más de una vez y de dos), traficantes (ésto también me lo han dicho, y lo conté en el blog, si quieres releerlo pásate por aquí) y otros roles sociales/profesionales/lúdicos que no puedo nombrar por falta de tiempo, espacio y valor.
El caso es que en un país con la millonada de desempleados y desempleadas que hay como es el nuestro, ser una de esas personas es una putada, pero por otro lado hablan de tí todo el tiempo y todas las personas en la tele, en la radio, en esos papeles sensacionalistas e inveraces (no sé si existe este término, pero si no existe lo acuño yo ahora mismo porque es el que mejor les pega) que llaman "periódicos" y claro, el ego se te sube a Mercurio o a Júpiter, dependiendo un poco de tus preferencias, y te da todo el derecho a opinar, a criticar y a hablar desde la experiencia porque tú eres esa noticia de la que todo el mundo habla. Así de sencillo y de triste.
Sólo hay un lugar en el que no te sientes ese niño que siempre se quedaba castigado en el comedor, el discapacitado que no puede superar la acera, la mujer a la que se le niega un puesto por estar embarazada, en fin, ese sector de la población del que hay que compadecerse: la oficina de empleo.
Hace años se la llamaba "oficina del INEM" a secas, (las abuelas y abuelos del mundo lo llaman "INEN"), luego pasó a llamarse popularmente "oficina del paro", pero claro, decir "oficina del paro" implica cobrar la prestación, total, que como el paro como subsidio ya no lo cobra ni la mitad de la gente ahora decimos "oficina de empleo", que es otra absurdez, porque no da empleo a nadie, pero claro, de alguna forma tendremos que llamarlo. Sobre todo porque al final nos pasamos la vida allí.
Antes ibas a la oficina del INEM, o a la del paro, o a la de empleo (que es la misma) y aquello era el IKEA del papeleo, con sus carteles en sueco y todo. Te solía acompañar alguien que supiese hacer las gestiones (y no era tan fácil encontrar a alguien, ojo) y allí te volvías jaula de ventanilla en ventanilla sin saber muy bien qué cojones entregar o qué sellar, cuándo cobrar y cuánto, en fin, que antes de enterarte de qué iba la vaina te habían contratado otra vez y así esperabas terminar tus días, con un adosado en Benidorm y sin tener ni puta idea de hacer gestiones en el INEM. Una vida feliz.
Ahora vas a la oficina de empleo y ya hay cátedras: es curioso porque no hay ni siquiera ruido, y no hay ruido porque la gente no charla, y la gente no charla porque ya no tiene dudas ni se enfadan, porque ya llevan meses y meses especializándose en hacer esas gestiones y se han resignado, y porque si son primeriz@s seguro que alguien de su familia, de sus colegas o de su (ex)curro está o ha estado (o va a estar) en situación de desempleo y le ha explicado en casa todos los pormenores burocráticos. La gente va a la oficina de empleo a consumir sus energías y no a generar unas nuevas, que es de lo que se supone que se trata, pero claro, eso se supone en un mundo como el que yo me imagino, con su democracia real, sus políticos/as honrados/as, su sanidad y su educación públicas y de calidad, sus personas mayores con sus pensiones, sus medicamentos con receta y sin euro de por medio y sus parquimetreros/as como personaje mitológico de los cuentos de antes de ir a dormir. Una utopía, vaya.
El caso es que han dividido muy bien las oficinas de empleo para que no haya aglomeraciones, porque claro, ahora hay tanta gente que las aceras que cercan las oficinas no pueden albergar las colas que se montarían si todos y todas fuésemos a primerísima hora. Hoy en día para todas las gestiones que tienen que ver con cobrar TU dinero pides cita previa y para todas las que tienen que ver con que te ayuden a buscar curro o formación ya te citan ellos/as, a poder ser con un día de antelación, por sms en el móvil y en sánscrito. ¿Todo ésto por qué? ¡ANDA, SORPRESA! Porque si no te presentas, penalización. Si llegas tarde y pasa el siguiente, penalización. Si no llevas tu título de boy scout de un día para otro, penalización, y así sucesivamente hasta el fin de los días.
Ayer tuve que ir a una de esas gestiones infernales de las que te llaman para que lleves papeleo y me encontré con la siguiente escena: a mi lado, en la mesa 7, un señor de unos 60 años discutía con la funcionaria:
Funcionaria - Pero vamos a ver, usted, ¿a qué se dedica?
Señor - Yo soy pescador... vamos, lo he ido toda la vida hasta ahora que me he quedado sin trabajo.
F - Voy a buscar por "marinero"... vale, a ver qué me dice el sistema. Marinero, marinero... tengo marinero buceador, marinero de yate, marinero mercante. ¿En cuál le pongo?
S - Pues en ninguno, porque es que yo era más bien pescador, yo marinero no he sido nunca.
F - ¿Cómo que pescador? ¿Eso qué quiere decir? (escandalizada)
S - (Mirando a la funcionaria como si no pudiera creérselo) ¡Pues pescador! Esos señores que cogen una caña y en el extremo le ponen un cebo y lo lanzan al mar, y el pez que pique, se lo quedan.
F - (Ojos en blanco) SÉ lo que es un pescador, pero es que en el sistema no figura esa profesión como tal.
S- ¿Y eso qué quiere decir?
F- Que no puedo hacer constar que usted haya ejercido ninguna profesión que el sistema no incluya.
S- ¡Oiga! ¡Que yo he sido pescador durante más de 30 años!
F- Ya, si lo entiendo, pero es que no figura.
Y allí siguieron la funcionaria y el resto de sus compañeros/as intentando buscar algo que se ajustase un poco al perfil del señor, que totalmente estupefacto y decepcionado retorcía su sombrero con sus manazas llenas de callos de faenar, mientras movía las piernas nervioso y no podía creerse que 30 años de su vida se borrasen de un plumazo sólo porque el sistema informático no los reconociera.
Yo acabé con mi gestión y le dejé ahí, no sé cómo terminó. Me imagino que al final consiguieron, entre todos/as encontrarle una solución al pescador desempleado que sólo necesitaría trabajar un par de años más para cobrar lo que sea que le concedan si es que le conceden algo. Me imagino que el resto de las personas que estaban en la oficina le apoyaron y dijeron que qué vergüenza, qué escándalo, que falta de humanidad, y que vaya sistema de mierda que sólo reconoce las profesiones que se desarrollan en una empresa o en una oficina, y que ahora mismo iban a escribir una reclamación para que ese sistema se cambiase o se mejorase.
Me imagino que los/as funcionarios/as, completamente de acuerdo, les facilitarían el papeleo para la reclamación y además la firmarían, porque nunca se sabe dónde se va a estar dentro de dos días y oye, antes que funcionaria una es persona y por eso se solidariza con otras personas. Me imagino que lograron incluír al hombre en una categoría profesional y que además se disculparon con él por haber obviado un trabajo tan importante como el de los pescadores, que proveen de alimentos varios a toda una población, y que además desempeñan una labor durísima contra viento y marea, y nunca mejor dicho, porque esa frase se acuñó por y para ellos.
Pero claro, todo eso me lo imagino, ya digo, en mi mundo de luz y color. En este mundo prefiero no saber cómo terminó la historia realmente.
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡¡Gracias por dejar tu comentario!!