La vida ha vuelto a su cauce, o al menos eso parece. La oposición pasó, y los resultados vendrán cuando los sapos bailen flamenco, o cuando a la Consejería de Educación le plazca, que es lo mismo. Opositar en Madrid es como jugar al Cluedo: se investiga, se formulan conjeturas, se desmienten rumores gracias a las pistas y cuando por fin crees tener la solución descubres la carta del asesino y... ¡zasca! Te has equivocado, y a empezar de nuevo.Pero eso sí, al final hay recompensa, ser funcionaria me va a cambiar la vida y por el monte las sardinas, tralará. En fin.
En estas semanas a mi cole ha llegado un niño famoso, de padres muy famosos y abuelos híperfamosos. Es divertido, el muchacho falta a clase una barbaridad porque al parecer está malito y no se acaba de recuperar, y luego le vemos en el Hola a bordo de un yate en Miami. Lo guay es que los padres se creen su micromundo de mariposas, así que lo mismo a la vuelta nos dicen que se fueron hasta allí a comprar el vaso de yogur que les hemos pedido para plantar una judía (experimento asqueroso donde los haya, y quien no lo crea que pruebe a oler ese algodón en el que fermenta una alubia cualquiera comprada en Mercanona). Lo que mola de ña gente que tiene imaginación es que te hace volar y meterte en historias fantásticas y maravillosas, así que me voy a comprar un trikini no sea que al niño le de por "coger la gripe" y nos inviten a las Maldivas a pasar la convalecencia con él (yo por mi alumnado lo que sea).
Recuperando mi nueva vida (o como me decía R., viviendo mi vida de siempre), he retomado la rutina, y por eso he bajado esta mañana a sentirme una marquesa. En realidad he bajado a comprar tabaco al estanco de debajo de mi casa, pero como el tabaco se ha puesto a precio de caviar, me siento una marquesa. Y comprar un cartón me genera una sensación de despilfarro que parece que me voy a comprar un coche a plazos.
Tener un estanco en el portal me convierte automáticamente en una privilegiada. Mi casa es la mejor del mundo por razones de variada naturaleza, pero principalmente porque tiene cinco cosas básicas en mi vida y en la de cualquiera a menos de 10 metros: un kiosco, un estanco, un bar,una tienda de chinos y una boca de metro. A pocos metros más tiene un Mercadona, un banco, un parque, una farmacia y un restaurante chino, por lo que creo que este entorno, en el que todos los servicios de primera necesidad están a tiro de piedra, es inmejorable para vivir, pernoctar y criar a los hijos. No me diréis que no.
Mi estanquera lleva muchos años vendiéndome tabaco, pero como es un ser de naturaleza rancia, solemos cruzar pocas palabras. Yo le tengo un rencor abierto porque jamás me ha regalado un mechero, y creo que ella me lo tiene a mí porque a veces le he sido infiel comprando tabaco en otros estancos del mundo. Yo quiero una relación abierta y ella quiere que sea su fiel clienta, pero la vida es dura y no se puede tener todo, así que nos sonreímos mucho pero luego nos cruzamos por la calle y nos miramos con rencorcillo. En verano ya nos odiamos abiertamente, porque vamos a la misma piscina, y yo la envidio porque ella tiene la mejor silla plegable del planeta pero ella me odia a mí porque me queda mejor el bikini (o eso quiero creer, porque no es que yo tenga buen cuerpo, es que ella tiene 60 años). Una relación rara, ya digo.
Lo único que me encanta de ella es su perro. Tiene un chucho feo como escupir en el suelo, pero le adora, tiene puesto un cojín en la ventana del estanco, y desde ahí el perrillo mira la vida pasar. Lo que no habrá visto la criatura, madre mía. Confieso que los primeros días en que empecé a vivir ahí creía que el perro era de porcelana, pero al tiempo le ví moverse y supe que respiraba como cualquier ser vivo que se precie. Esta mujer, que aparte de rancia es seca a más no poder, resplandece de orgullo cuando saca al perro a pasear, y estoy segura de que es el amor de su vida, porque juro que veo como el corazón le late más fuerte cuando el perrito la recibe meneando el rabo.
Cada vez que yo paso por el estanco le guiño, un ojo al perro, que por cierto, jamás he sabido como se llama. El perro nunca ha contestado a mi guiño, pero sé que me lo agradece, y que en el fondo de su ser él sí me habría regalado un mechero, así que le tengo aprecio, para qué negarlo.
Esta mañana he pasado y no le he visto, pero la estanquera, esa mujer de hierro, la Tatcher de mi barrio, estaba llorando amargamente. Entonces he hilado sucesos (y a esas horas de la mañana no era fácil): el estandarte del estanco y de la vida de la estanquera, solterona y amargada, se ha ido. Y por primera vez esa mujer ha dejado de ser un cuerpo detrás de un mostrador para ser una persona, que hoy estará más sola que nunca.
Estaba claro que el perro no iba a ser eterno, como nada en la vida. Ni la crisis, ni las personas ni la juventud, nada es para siempre. La estanquera empieza hoy una etapa distinta, quien sabe si con otro perro que pueda ocupar el cojín de la ventana para otear el horizonte, o quizás sola, enfrentando por primera vez el día a día sin unos ojitos emocionados que la miren pacientemente esperando salir a pasear.
Yo, por si acaso, seguiré guiñando el ojo al pasar por ahí, aunque sea a ella. Quizá una muerte que llevaba tiempo anunciada, sea para la estanquera el comienzo de una nueva vida.
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
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Mostrando entradas con la etiqueta personas. Mostrar todas las entradas
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viernes, 20 de abril de 2012
lunes, 26 de marzo de 2012
Fútbol
De toda la vida de Dios he tenido yo cosas que me han hecho ser muy mía, pero también muy firme en mis aspectos: no entro en garitos en los que exijan vestimenta determinada, no acepto trabajos en los que tenga que llevar uniforme y no tolero el fútbol. Así soy, chunga por naturaleza. Este último punto (y los anteriores a veces también) me ha traído y me trae conflictos, broncas y desplantes varios con familiares, amigos, amigas, novios, compis de trabajo y camareros de bares, que el día que hay un partido te ponen la tele a decibelios inhumanos mientras tratas de escuchar a la persona que está a tu lado y que ya no sabes si es profesor o comentarista de Estudio Estadio.
No es que no me guste el deporte en sí, ojo, que a mí los deportes en general me gustan bastante, pero el mundo de violencia, corrupción, agresividad y paletismo que trae consigo el fútbol es algo que choca con mi esencia, mis creencias y mi paz interior.
Quienes disfrutáis del fútbol no lo entendéis, pero en serio, yo he visto a mi padre, que no sería capaz de matar una mosca y que ni siquiera pita cuando conduce en hora punta por la M-30, decirle al árbitro de un Madrid-Barsa cosas que a su lado, el Vaquilla era un muchachuelo descentrado. Y no te digo lo que he visto en los campos (yo no critico lo que no conozco, así que sí, he ido mil veces a ver partidos en vivo y directo), gente que termina a hostia limpia porque no era penalti, que s'a tirao, que árbitro cabrón, que cabrón tu puta madre, y para qué queremos más. Por menos de eso ha habido guerras mundiales y se han lanzado bombas nucleares.
En la universidad tuve una asignatura que se llamaba Sociología de la Educación y que me la daba un profesor un poco raro que era un crack allá por donde le mirases. Uno de los trabajos que nos hizo hacer tenía por tema demostrar que el ser humano actúa de formas insospechadas si las circunstancias son favorables. Algo así como "el ser humano no es malo naturaleza, pero también depende de cuánto le toques los huevos".
Mi trabajo habló de lo salvaje que se vuelve el ser humano con el tema del fútbol. Gente de natural pacífica es capaz de romperse una silla en la cabeza por un fuera de juego dudoso. Gente que no levanta la voz jamás es capaz de reventar un tímpano ajeno al grito de "¡GOOOOOOOOOOOOOOL!", y así sucesivamente.
Ayer, en un acto de amor inconmensurable hacia mi amiga Cabaretera (que estaba tocada por el amor y por el sueño a partes iguales después de una noche cuanto menos interesante) la acompañé a ver un partido del Rayo. Ir a ver al Rayo es el único resquicio futbolero por el que yo estoy dispuesta a romper mis principios, porque esos partidos son como merendolas familiares en la Casa de Campo, con sus cervecitas, su bocata, su cigarrillo y si me apuras su pacharán, todo ello rodeadas de la misma gente con las que convives todos los días y con los edificios vallecanos cercando el horizonte.
Podría haber sido bonito. Error de base: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Aquello fue como una sucesión interminable de insultos, gritos, puños en el aire y desaires varios. Ni pipas podía comer del miedo que estaba pasando. Tuve un momento en el que creí que la cosa iba a cambiar. Detrás de mí se oía a una inocente criatura de unos 8 años a la que tiernamente su padre, un tipo con una barriga como todo Irlanda del Norte y con pinta de ser el el medio de los Chichos (el auténtico), le decía:
- Esto mola más que la Play, ¿eh?
Y el niño contestaba embelesado:
- Sí, papa.
Y los dos se abrazaban tiernamente mientras a mí se me escapaba una lágrima y volvía a creer en la Humanidad. Sin embargo, acto seguido comencé a oír cómo ambos coreaban, a la vez que todo el estadio:
- Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, que eso no es un portero, es una puta de cabaret...
Y eso sólo fue el principio. Sólo estuve en la segunda parte,en un partido no demasiado emocionante, y además de eso oí poesía pura: unas frases, unas rimas consonantes, unos versos alejandrinos, unas figuras literarias... Ahora, que como este es mi espacio y yo no hago apología de cosas chungas, no pienso reproducir las salvajadas que la criatura y cientos de personas corearon una y otra vez. Sólo digo que ni a Bush le dijeron por lo de la guerra de Irak la mitad de lo que le dijeron ayer a la madre del portero. Pobre mujer.
Total, que el fútbol es para gente con mucha boca grande. Y rabia contenida. Y poco oído. Y ningún criterio.
Y el que diga que no, como dirían vuestros colegas: que lo vengan a ver, que lo vengan a ver...
No es que no me guste el deporte en sí, ojo, que a mí los deportes en general me gustan bastante, pero el mundo de violencia, corrupción, agresividad y paletismo que trae consigo el fútbol es algo que choca con mi esencia, mis creencias y mi paz interior.
Quienes disfrutáis del fútbol no lo entendéis, pero en serio, yo he visto a mi padre, que no sería capaz de matar una mosca y que ni siquiera pita cuando conduce en hora punta por la M-30, decirle al árbitro de un Madrid-Barsa cosas que a su lado, el Vaquilla era un muchachuelo descentrado. Y no te digo lo que he visto en los campos (yo no critico lo que no conozco, así que sí, he ido mil veces a ver partidos en vivo y directo), gente que termina a hostia limpia porque no era penalti, que s'a tirao, que árbitro cabrón, que cabrón tu puta madre, y para qué queremos más. Por menos de eso ha habido guerras mundiales y se han lanzado bombas nucleares.
En la universidad tuve una asignatura que se llamaba Sociología de la Educación y que me la daba un profesor un poco raro que era un crack allá por donde le mirases. Uno de los trabajos que nos hizo hacer tenía por tema demostrar que el ser humano actúa de formas insospechadas si las circunstancias son favorables. Algo así como "el ser humano no es malo naturaleza, pero también depende de cuánto le toques los huevos".
Mi trabajo habló de lo salvaje que se vuelve el ser humano con el tema del fútbol. Gente de natural pacífica es capaz de romperse una silla en la cabeza por un fuera de juego dudoso. Gente que no levanta la voz jamás es capaz de reventar un tímpano ajeno al grito de "¡GOOOOOOOOOOOOOOL!", y así sucesivamente.
Ayer, en un acto de amor inconmensurable hacia mi amiga Cabaretera (que estaba tocada por el amor y por el sueño a partes iguales después de una noche cuanto menos interesante) la acompañé a ver un partido del Rayo. Ir a ver al Rayo es el único resquicio futbolero por el que yo estoy dispuesta a romper mis principios, porque esos partidos son como merendolas familiares en la Casa de Campo, con sus cervecitas, su bocata, su cigarrillo y si me apuras su pacharán, todo ello rodeadas de la misma gente con las que convives todos los días y con los edificios vallecanos cercando el horizonte.
Podría haber sido bonito. Error de base: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Aquello fue como una sucesión interminable de insultos, gritos, puños en el aire y desaires varios. Ni pipas podía comer del miedo que estaba pasando. Tuve un momento en el que creí que la cosa iba a cambiar. Detrás de mí se oía a una inocente criatura de unos 8 años a la que tiernamente su padre, un tipo con una barriga como todo Irlanda del Norte y con pinta de ser el el medio de los Chichos (el auténtico), le decía:
- Esto mola más que la Play, ¿eh?
Y el niño contestaba embelesado:
- Sí, papa.
Y los dos se abrazaban tiernamente mientras a mí se me escapaba una lágrima y volvía a creer en la Humanidad. Sin embargo, acto seguido comencé a oír cómo ambos coreaban, a la vez que todo el estadio:
- Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, que eso no es un portero, es una puta de cabaret...
Y eso sólo fue el principio. Sólo estuve en la segunda parte,en un partido no demasiado emocionante, y además de eso oí poesía pura: unas frases, unas rimas consonantes, unos versos alejandrinos, unas figuras literarias... Ahora, que como este es mi espacio y yo no hago apología de cosas chungas, no pienso reproducir las salvajadas que la criatura y cientos de personas corearon una y otra vez. Sólo digo que ni a Bush le dijeron por lo de la guerra de Irak la mitad de lo que le dijeron ayer a la madre del portero. Pobre mujer.
Total, que el fútbol es para gente con mucha boca grande. Y rabia contenida. Y poco oído. Y ningún criterio.
Y el que diga que no, como dirían vuestros colegas: que lo vengan a ver, que lo vengan a ver...
sábado, 25 de febrero de 2012
Antonio el Valiente
Año 2005: mi amiga Charini, mi adorado Fer, Juampi y yo pasábamos otra tediosa mañana en el parque, disfrutando del sol. La universidad,a escasos metros del banco en el que comíamos pipas, no suponía el mejor plan para ese momento. Tampoco creo que en nuestra ausencia estuviesen enseñando cosas importantes, qué te digo yo, cómo separar a dos poligoneras en el patio del recreo o qué hacer para que los padres y madres del mundo entiendan que a clase no se traen tropecientos juguetes. Esas son cosas verdaderamente importantes en un colegio o instituto, y no la educación en valores, que sí, que es muy importante, pero que me digan ustedes qué hago para alimentar a mi cuadrilla el día que hay lentejas y pescado.
Estábamos en nuestro banco mirando la vida pasar, comiendo pipas y dorándonos al sol, así que no era de extrañar que se nos acercase Antonio, alias "el porrero". En mi clase había dos Antonios: Tonito y Antonio el Porrero, dos personajes de novela de Valle-Inclán, en serio.
Antonio el Porrero era un tipo peculiar: bajito, moreno, un par de años mayor que yo, con un aro dorado cual Jack Sparrow y un Cristo colgando del cuello del tamaño de la mezquita de Samarra. Por su estilismo yo le apodé durante 5 minutos como Tony "el feriante", pero el mote no duró porque no tardé en darme cuenta de que Antonio hacía pocas cosas en la vida sin un canuto en la mano, era como una especie de ritual esotérico. Así como Cris nos embadurna con el humo de un incienso para que nos relajemos tras haber sometido a nuestros cuerpos a posturas yóguicas dignas del Circo del Sol, Antonio bañaba el universo en hachís de calidades intermedias. Le decías un día a las 8.30 de la mañana:
- Eh, Antonio, súbete para clase que tenemos exposición oral y estás en nuestro grupo, cabrón (llegó un momento en que le hacíamos su parte y se la dábamos lista para leerla, en Magisterio dejar a un compañero fuera del grupo es un delito de sangre).
- Id subiendo, que me estoy terminando de liar uno y voy enseguida.
¡¡¡ 8.30 DE LA MAÑANA !!!
De este modo de vida que Antonio llevaba se desprendieron dos cosas básicas durante los años que convivimos con él:
- Cosa básica número 1: Se quedó tonto. Como el Luisma en Aída, pero de verdad. Se le iba la cabeza de una forma descomunal, se le olvidaba hasta su nombre, en medio de un examen de mates nivel segundo de Primaria se quedaba pillado intentando entender por qué si a dos manzanas le quito media manzana sólo que queda una manzana entera y la mitad de la otra. Lo peor era que el tipo era súper inteligente, así que se frustraba bastante. ¿Cómo lo superaba? Efectivamente, bajando a fumar.
- Cosa básica número 2: Como consecuencia de la Cosa básica anterior, dejó la carrera. O no la dejó, quién sabe, pero poco a poco fue dejando de ir por allí hasta que desapareció. Decía que se iba a marchar a una casa en el monte a quitarse de las drogas cual Bebe, pero también juraba por su madre que una vez se había salvado de la cárcel ocultando 3 TONELADAS de farlopa en el cubo de basura de su Peña del pueblo, así que el crédito que le dábamos a las historias de Antonio el Porrero era tan escaso como su veracidad.
Terminó nuestra vida universitaria, y con ella terminaron las mañanas en el banco del parque, las pipas y el sol. Cada uno y cada una elegimos un camino y nunca volvimos a saber de Antonio el porrero.
Año 2012: Mi camino, como todo el mundo sabe, se fue, sin saber muy bien cómo ni por qué, hacia el mundo de la oposición, y este año, a pesar de Lucía Figar, tocaba convocatoria. Después de dimes y diretes que ya contaré, por fin el pasado noviembre conseguimos hacer los tres primeros exámenes, y hace una semana salió la nota de esa primera fase. Ha sido una criba que lo de Puertourraco a su lado fue una ida de olla infantil, y entre lágrimas de pena (ir a ver las notas me equilibró en lágrimas con el universo, no se lloraba tanto desde la muerte de Lola Flores, y eso que como estamos en invierno no se podía rajar la gente las vestiduras, que si no...) conseguí ver que, para mi sorpresa y la de todo el mundo, estoy entre las personas tocadas por la estrella de los aprobados.
Cuando me iba a dar la vuelta para volver al hogar y comunicarle a mi familia y seres queridos la buena nueva, una mano me tocó por detrás:
- ¡PERO BUEEEEEEENOOOOOO!!
Me quedé un poco parada, el clásico momento en que sabes que conoces a una persona pero no recuerdas de qué, y tu cerebro va a velocidad supersónica buscando entre sus carpetas mentales todos los momentos importantes de tu vida, luego los secundarios, luego los momentos accesorios y luego las noches de fiesta. En una de esas subcarpetas encontró el recuerdo de un banco, una bolsa de pipas, unos cuantos rayos de sol y el humo de un canuto:
- ¡Coño, Antonio! Pero ¿Qué haces tú aquí?
Antonio el Porrero es otra de las personas tocadas con la estrella (y creedme, somos muy poda gente). En aquel instituto de población suburbana me abrazó y me dijo que me veía más delgada y más guapa (venga, vale, me volvió a caer bien sólo por eso, lo admito), y que él estaba más gordo y más lozano porque al final había cumplido, se había pillado una casa a lo Heidi, en el campo, y se había quitado de todo, y mientras tanto había estado estudiando, y terminando la carrera, y haciendo otra, y preparando la oposición en otras comunidades, y aprobando siempre pero quedando a las puertas, y que por fin ahora ha llegado su momento, y el tío se la ha sacado y con una notaza.
Y mientras tanto decenas de personas, con sus sueños y sus licenciaturas lloraban a nuestro alrededor lamentando no haber estado a la altura. Y mientras Antonio me recordaba lo perra que era la profesora de Didáctica (que lo era, aunque mi amiga Chari diga que no sólo porque le tenía enchufe y la quería en su interior) y lo que nos reíamos en clase de la loca de plástica, yo le miraba y pensaba en que mi madre tiene toda la razón cuando dice que quien la sigue la consigue (luego en otras cosas no tiene ni pizquita de razón), y que siempre pensamos que Antonio el Porrero acabaría en cualquier parque de mala muerte cual quinqui y el tío ha logrado lo que mucha gente por la que apostarías la vida no consigue en años.
Qué malos son los prejuicios y qué buena la fuerza de voluntad.
Dentro de unos días espero volver a encontrarme a Antonio y que con una sonrisa me diga que sí, que le ha ido bien y que ha terminado de sacársela, sería lo justo por todo el esfuerzo y el par de huevos que le ha echado.
Ójala sea así. Cruzaré los dedos de las dos manos: una por mí y otra por Antonio, el Valiente.
Estábamos en nuestro banco mirando la vida pasar, comiendo pipas y dorándonos al sol, así que no era de extrañar que se nos acercase Antonio, alias "el porrero". En mi clase había dos Antonios: Tonito y Antonio el Porrero, dos personajes de novela de Valle-Inclán, en serio.
Antonio el Porrero era un tipo peculiar: bajito, moreno, un par de años mayor que yo, con un aro dorado cual Jack Sparrow y un Cristo colgando del cuello del tamaño de la mezquita de Samarra. Por su estilismo yo le apodé durante 5 minutos como Tony "el feriante", pero el mote no duró porque no tardé en darme cuenta de que Antonio hacía pocas cosas en la vida sin un canuto en la mano, era como una especie de ritual esotérico. Así como Cris nos embadurna con el humo de un incienso para que nos relajemos tras haber sometido a nuestros cuerpos a posturas yóguicas dignas del Circo del Sol, Antonio bañaba el universo en hachís de calidades intermedias. Le decías un día a las 8.30 de la mañana:
- Eh, Antonio, súbete para clase que tenemos exposición oral y estás en nuestro grupo, cabrón (llegó un momento en que le hacíamos su parte y se la dábamos lista para leerla, en Magisterio dejar a un compañero fuera del grupo es un delito de sangre).
- Id subiendo, que me estoy terminando de liar uno y voy enseguida.
¡¡¡ 8.30 DE LA MAÑANA !!!
De este modo de vida que Antonio llevaba se desprendieron dos cosas básicas durante los años que convivimos con él:
- Cosa básica número 1: Se quedó tonto. Como el Luisma en Aída, pero de verdad. Se le iba la cabeza de una forma descomunal, se le olvidaba hasta su nombre, en medio de un examen de mates nivel segundo de Primaria se quedaba pillado intentando entender por qué si a dos manzanas le quito media manzana sólo que queda una manzana entera y la mitad de la otra. Lo peor era que el tipo era súper inteligente, así que se frustraba bastante. ¿Cómo lo superaba? Efectivamente, bajando a fumar.
- Cosa básica número 2: Como consecuencia de la Cosa básica anterior, dejó la carrera. O no la dejó, quién sabe, pero poco a poco fue dejando de ir por allí hasta que desapareció. Decía que se iba a marchar a una casa en el monte a quitarse de las drogas cual Bebe, pero también juraba por su madre que una vez se había salvado de la cárcel ocultando 3 TONELADAS de farlopa en el cubo de basura de su Peña del pueblo, así que el crédito que le dábamos a las historias de Antonio el Porrero era tan escaso como su veracidad.
Terminó nuestra vida universitaria, y con ella terminaron las mañanas en el banco del parque, las pipas y el sol. Cada uno y cada una elegimos un camino y nunca volvimos a saber de Antonio el porrero.
Año 2012: Mi camino, como todo el mundo sabe, se fue, sin saber muy bien cómo ni por qué, hacia el mundo de la oposición, y este año, a pesar de Lucía Figar, tocaba convocatoria. Después de dimes y diretes que ya contaré, por fin el pasado noviembre conseguimos hacer los tres primeros exámenes, y hace una semana salió la nota de esa primera fase. Ha sido una criba que lo de Puertourraco a su lado fue una ida de olla infantil, y entre lágrimas de pena (ir a ver las notas me equilibró en lágrimas con el universo, no se lloraba tanto desde la muerte de Lola Flores, y eso que como estamos en invierno no se podía rajar la gente las vestiduras, que si no...) conseguí ver que, para mi sorpresa y la de todo el mundo, estoy entre las personas tocadas por la estrella de los aprobados.
Cuando me iba a dar la vuelta para volver al hogar y comunicarle a mi familia y seres queridos la buena nueva, una mano me tocó por detrás:
- ¡PERO BUEEEEEEENOOOOOO!!
Me quedé un poco parada, el clásico momento en que sabes que conoces a una persona pero no recuerdas de qué, y tu cerebro va a velocidad supersónica buscando entre sus carpetas mentales todos los momentos importantes de tu vida, luego los secundarios, luego los momentos accesorios y luego las noches de fiesta. En una de esas subcarpetas encontró el recuerdo de un banco, una bolsa de pipas, unos cuantos rayos de sol y el humo de un canuto:
- ¡Coño, Antonio! Pero ¿Qué haces tú aquí?
Antonio el Porrero es otra de las personas tocadas con la estrella (y creedme, somos muy poda gente). En aquel instituto de población suburbana me abrazó y me dijo que me veía más delgada y más guapa (venga, vale, me volvió a caer bien sólo por eso, lo admito), y que él estaba más gordo y más lozano porque al final había cumplido, se había pillado una casa a lo Heidi, en el campo, y se había quitado de todo, y mientras tanto había estado estudiando, y terminando la carrera, y haciendo otra, y preparando la oposición en otras comunidades, y aprobando siempre pero quedando a las puertas, y que por fin ahora ha llegado su momento, y el tío se la ha sacado y con una notaza.
Y mientras tanto decenas de personas, con sus sueños y sus licenciaturas lloraban a nuestro alrededor lamentando no haber estado a la altura. Y mientras Antonio me recordaba lo perra que era la profesora de Didáctica (que lo era, aunque mi amiga Chari diga que no sólo porque le tenía enchufe y la quería en su interior) y lo que nos reíamos en clase de la loca de plástica, yo le miraba y pensaba en que mi madre tiene toda la razón cuando dice que quien la sigue la consigue (luego en otras cosas no tiene ni pizquita de razón), y que siempre pensamos que Antonio el Porrero acabaría en cualquier parque de mala muerte cual quinqui y el tío ha logrado lo que mucha gente por la que apostarías la vida no consigue en años.
Qué malos son los prejuicios y qué buena la fuerza de voluntad.
Dentro de unos días espero volver a encontrarme a Antonio y que con una sonrisa me diga que sí, que le ha ido bien y que ha terminado de sacársela, sería lo justo por todo el esfuerzo y el par de huevos que le ha echado.
Ójala sea así. Cruzaré los dedos de las dos manos: una por mí y otra por Antonio, el Valiente.
domingo, 30 de octubre de 2011
Querido habitante 7.000 millones
Querido Habitante 7.000 millones:
Tu nacimiento está previsto para el lunes, pero permíteme que te vaya saludando: bienvenido o bienvenida a este planeta.
Como vas a llegar de nuevas, no sabes a dónde vienes a vivir. Vas a ser importante, inauguras un nuevo millón de habitantes en la Tierra, que es el único planeta habitado de nuestro Sistema Solar, o al menos eso es lo que la mayoría de la gente dice. Si me preguntan a mí, creo que seguramente hay vida en otros planetas, pero una vida tan inteligente que no quiere aparecerse por la Tierra ni por asomo.
Querido amigo o amiga, tu nueva vida en la Tierra va a ser muy movida, ya verás. Vas a tener otros 6.999.999.999 amigos o amigas, aunque depende del país en el que nazcas te permitirán que te lleves bien sólo con unos o sólo con otros. Si naces en un país occidental es posible que acabes odiando a los inmigrantes africanos y asiáticos que vienen buscando una vida mejor, aunque también es posible que apadrines a un niño o niña africano o asiático con cualquier ONG para darles esa vida mejor. Dirás que qué contradicción, pero así funcionan las cosas.
También tienes que saber que de todos los amigos y amigas que viven en tu mismo planeta, más de la mitad viven en el umbral de la pobreza, y sólo una pequeña porción viven con todo lujo de posesiones. Más de una séptima parte viven en condiciones de absoluta insalubridad, mientras que un 1% de la población vive con el mismo dinero con el que toda la gente de la que te acabo de hablar viviría toda la vida. Ésto también es una contradicción, pero permíteme que te diga que sólo con la unión de polos opuestos se consigue el equilibrio. A menos, claro está, que todos y todas tuviésemos lo mismo. Pero nada, olvídate, eso es imposible, o al menos eso dicen.
Depende del lugar del mundo en el que nazcas, creerás en Dios o no, y depende del país en el que nazcas llamarás a Dios de una forma u otra, puede que incluso te enfrentes con otras personas por el nombre de ese Dios, y lo peor de todo, en el nombre de es Dios.
¿Sabes? Yo creo que todo el mundo cree en Dios, lo que pasa es que se pierden en los nombres, que por cierto es algo que pasa mucho en este planeta. Nos encanta llamar a las cosas asi o asá, y no creas que llegamos a una conclusión rápida, por norma general entramos en guerras y bloqueos de todo tipo para defender nuestra postura. Hay países que ya ni recuerdan por qué están en guerra, pero siguen matándose unos a otros. Esa es otra, querido amigo o amiga: en nuestro planeta mueren más de 100.000 personas diarias, pero te sorprendería saber que sólo la mitad lo hacen de muerte natural. El resto fallecen víctimas de epidemias, conflictos armados, atentados, acciones violentas o cómo no, a manos de otras personas.
Por otro lado, nacen el doble de las personas que mueren, como tú. Eso es una buena noticia, ¿no crees? Según mis cuentas nacen más de 200.000 personas al día, aunque con el panorama que te estoy mostrando no parece demasiado alentador, ¿verdad? Además hay que tener en cuenta que de esas más de 200.000 personas que van a nacer hoy, algunas verán su vida marcada negativamente porque nacerán mujeres, o negros, o discapacitados, o simplemente pobres. Dirás que es una locura que alguien vea su vida condicionada simplemente por ser como es, sin haberlo elegido. Te repito que nuestro mundo está loco.
Ahora llegas en un momento un poco complicado, aunque no te preocupes, ya nos ha pasado varias veces a lo largo de nuestra Historia y al final hemos salido de ello, pero a la gente no le interesa su historia. Estamos en crisis, que es lo que ocurre cuando no se sabe cómo resolver una situación. Hay personas acostumbradas a entrar en crisis, así que esas personas se lo toman mejor. Otras están demasiado acostumbradas a que las cosas funcionen, así que en cuanto algo falla se ponen nerviosas. Hay otras personas que pasan de las demás mientras sus cosas funcionen. Hay mucha gente en este mundo, querido amigo o amiga, ya los irás conociendo.
Si naces en una familia, puedes sentirte muy feliz. No todos los seres humanos tienen la suerte de nacer en una familia que les quiera y celebre su nacimiento. Hay muchas personas que no tienen familia, o la tienen "de mentira", como dirían mis alumn@s, y la familia es muy importante, ¿sabes? Te apoyan siempre, en todo, y te quieren por lo que eres y no por quién eres. Ésto te parecerá muy complicado, pero ya verás qué pronto lo entiendes.
Nazcas donde nazcas, seguro que te fuerzan a consumir. Consumir es tener más y más cosas, cosas incluso que no necesitas, porque lo importante es tener cosas materiales para suplir el vacío que se crea cuando no tienes lleno el espíritu. El espíritu es difícil de definir, aunque yo lo entiendo como un conjunto de sentimientos y sensaciones: autoestima, fuerza, seguridad, honestidad, amor, paz y otras muchas. Cuando el espíritu flojea es cuando más te apetece consumir, pero espero que te des cuenta pronto de que merece más la pena que dediques tu vida a cultivar tu espíritu que tus posesiones, porque al final de todo, tú eres lo único que tendrás siempre contigo, y es algo importante cuidar de lo que con toda seguridad vas a tener siempre.
Espero que nazcas donde nazcas, te rodee gente que te quiera. El amor es uno de los temas más importantes para los seres humanos, por no decir el que más. Te pasarás la vida buscando el amor porque es lo que hacemos todas las personas, aunque espero que te des cuenta muy pronto de que el amor está en todas partes, en todas las personas que te quieren y a las que quieres, en los animales, en las plantas, en los objetos, en las energías y sobre todo, sobre todo, está en tí. Espero que te des cuenta muy pronto de que estás en la Tierra para dar y recibir, y que las cosas son mucho mejores cuando eso que das y recibes es amor. Y que lo demás está de adorno.
Lo dicho, querido amigo o amiga. Bienvenid@ a este mundo. Te deseo lo mejor. Y que seas muy feliz.
Tu nacimiento está previsto para el lunes, pero permíteme que te vaya saludando: bienvenido o bienvenida a este planeta.
Como vas a llegar de nuevas, no sabes a dónde vienes a vivir. Vas a ser importante, inauguras un nuevo millón de habitantes en la Tierra, que es el único planeta habitado de nuestro Sistema Solar, o al menos eso es lo que la mayoría de la gente dice. Si me preguntan a mí, creo que seguramente hay vida en otros planetas, pero una vida tan inteligente que no quiere aparecerse por la Tierra ni por asomo.
Querido amigo o amiga, tu nueva vida en la Tierra va a ser muy movida, ya verás. Vas a tener otros 6.999.999.999 amigos o amigas, aunque depende del país en el que nazcas te permitirán que te lleves bien sólo con unos o sólo con otros. Si naces en un país occidental es posible que acabes odiando a los inmigrantes africanos y asiáticos que vienen buscando una vida mejor, aunque también es posible que apadrines a un niño o niña africano o asiático con cualquier ONG para darles esa vida mejor. Dirás que qué contradicción, pero así funcionan las cosas.
También tienes que saber que de todos los amigos y amigas que viven en tu mismo planeta, más de la mitad viven en el umbral de la pobreza, y sólo una pequeña porción viven con todo lujo de posesiones. Más de una séptima parte viven en condiciones de absoluta insalubridad, mientras que un 1% de la población vive con el mismo dinero con el que toda la gente de la que te acabo de hablar viviría toda la vida. Ésto también es una contradicción, pero permíteme que te diga que sólo con la unión de polos opuestos se consigue el equilibrio. A menos, claro está, que todos y todas tuviésemos lo mismo. Pero nada, olvídate, eso es imposible, o al menos eso dicen.
Depende del lugar del mundo en el que nazcas, creerás en Dios o no, y depende del país en el que nazcas llamarás a Dios de una forma u otra, puede que incluso te enfrentes con otras personas por el nombre de ese Dios, y lo peor de todo, en el nombre de es Dios.
¿Sabes? Yo creo que todo el mundo cree en Dios, lo que pasa es que se pierden en los nombres, que por cierto es algo que pasa mucho en este planeta. Nos encanta llamar a las cosas asi o asá, y no creas que llegamos a una conclusión rápida, por norma general entramos en guerras y bloqueos de todo tipo para defender nuestra postura. Hay países que ya ni recuerdan por qué están en guerra, pero siguen matándose unos a otros. Esa es otra, querido amigo o amiga: en nuestro planeta mueren más de 100.000 personas diarias, pero te sorprendería saber que sólo la mitad lo hacen de muerte natural. El resto fallecen víctimas de epidemias, conflictos armados, atentados, acciones violentas o cómo no, a manos de otras personas.
Por otro lado, nacen el doble de las personas que mueren, como tú. Eso es una buena noticia, ¿no crees? Según mis cuentas nacen más de 200.000 personas al día, aunque con el panorama que te estoy mostrando no parece demasiado alentador, ¿verdad? Además hay que tener en cuenta que de esas más de 200.000 personas que van a nacer hoy, algunas verán su vida marcada negativamente porque nacerán mujeres, o negros, o discapacitados, o simplemente pobres. Dirás que es una locura que alguien vea su vida condicionada simplemente por ser como es, sin haberlo elegido. Te repito que nuestro mundo está loco.
Ahora llegas en un momento un poco complicado, aunque no te preocupes, ya nos ha pasado varias veces a lo largo de nuestra Historia y al final hemos salido de ello, pero a la gente no le interesa su historia. Estamos en crisis, que es lo que ocurre cuando no se sabe cómo resolver una situación. Hay personas acostumbradas a entrar en crisis, así que esas personas se lo toman mejor. Otras están demasiado acostumbradas a que las cosas funcionen, así que en cuanto algo falla se ponen nerviosas. Hay otras personas que pasan de las demás mientras sus cosas funcionen. Hay mucha gente en este mundo, querido amigo o amiga, ya los irás conociendo.
Si naces en una familia, puedes sentirte muy feliz. No todos los seres humanos tienen la suerte de nacer en una familia que les quiera y celebre su nacimiento. Hay muchas personas que no tienen familia, o la tienen "de mentira", como dirían mis alumn@s, y la familia es muy importante, ¿sabes? Te apoyan siempre, en todo, y te quieren por lo que eres y no por quién eres. Ésto te parecerá muy complicado, pero ya verás qué pronto lo entiendes.
Nazcas donde nazcas, seguro que te fuerzan a consumir. Consumir es tener más y más cosas, cosas incluso que no necesitas, porque lo importante es tener cosas materiales para suplir el vacío que se crea cuando no tienes lleno el espíritu. El espíritu es difícil de definir, aunque yo lo entiendo como un conjunto de sentimientos y sensaciones: autoestima, fuerza, seguridad, honestidad, amor, paz y otras muchas. Cuando el espíritu flojea es cuando más te apetece consumir, pero espero que te des cuenta pronto de que merece más la pena que dediques tu vida a cultivar tu espíritu que tus posesiones, porque al final de todo, tú eres lo único que tendrás siempre contigo, y es algo importante cuidar de lo que con toda seguridad vas a tener siempre.
Espero que nazcas donde nazcas, te rodee gente que te quiera. El amor es uno de los temas más importantes para los seres humanos, por no decir el que más. Te pasarás la vida buscando el amor porque es lo que hacemos todas las personas, aunque espero que te des cuenta muy pronto de que el amor está en todas partes, en todas las personas que te quieren y a las que quieres, en los animales, en las plantas, en los objetos, en las energías y sobre todo, sobre todo, está en tí. Espero que te des cuenta muy pronto de que estás en la Tierra para dar y recibir, y que las cosas son mucho mejores cuando eso que das y recibes es amor. Y que lo demás está de adorno.
Lo dicho, querido amigo o amiga. Bienvenid@ a este mundo. Te deseo lo mejor. Y que seas muy feliz.

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