Año 2005: mi amiga Charini, mi adorado Fer, Juampi y yo pasábamos otra tediosa mañana en el parque, disfrutando del sol. La universidad,a escasos metros del banco en el que comíamos pipas, no suponía el mejor plan para ese momento. Tampoco creo que en nuestra ausencia estuviesen enseñando cosas importantes, qué te digo yo, cómo separar a dos poligoneras en el patio del recreo o qué hacer para que los padres y madres del mundo entiendan que a clase no se traen tropecientos juguetes. Esas son cosas verdaderamente importantes en un colegio o instituto, y no la educación en valores, que sí, que es muy importante, pero que me digan ustedes qué hago para alimentar a mi cuadrilla el día que hay lentejas y pescado.
Estábamos en nuestro banco mirando la vida pasar, comiendo pipas y dorándonos al sol, así que no era de extrañar que se nos acercase Antonio, alias "el porrero". En mi clase había dos Antonios: Tonito y Antonio el Porrero, dos personajes de novela de Valle-Inclán, en serio.
Antonio el Porrero era un tipo peculiar: bajito, moreno, un par de años mayor que yo, con un aro dorado cual Jack Sparrow y un Cristo colgando del cuello del tamaño de la mezquita de Samarra. Por su estilismo yo le apodé durante 5 minutos como Tony "el feriante", pero el mote no duró porque no tardé en darme cuenta de que Antonio hacía pocas cosas en la vida sin un canuto en la mano, era como una especie de ritual esotérico. Así como Cris nos embadurna con el humo de un incienso para que nos relajemos tras haber sometido a nuestros cuerpos a posturas yóguicas dignas del Circo del Sol, Antonio bañaba el universo en hachís de calidades intermedias. Le decías un día a las 8.30 de la mañana:
- Eh, Antonio, súbete para clase que tenemos exposición oral y estás en nuestro grupo, cabrón (llegó un momento en que le hacíamos su parte y se la dábamos lista para leerla, en Magisterio dejar a un compañero fuera del grupo es un delito de sangre).
- Id subiendo, que me estoy terminando de liar uno y voy enseguida.
¡¡¡ 8.30 DE LA MAÑANA !!!
De este modo de vida que Antonio llevaba se desprendieron dos cosas básicas durante los años que convivimos con él:
- Cosa básica número 1: Se quedó tonto. Como el Luisma en Aída, pero de verdad. Se le iba la cabeza de una forma descomunal, se le olvidaba hasta su nombre, en medio de un examen de mates nivel segundo de Primaria se quedaba pillado intentando entender por qué si a dos manzanas le quito media manzana sólo que queda una manzana entera y la mitad de la otra. Lo peor era que el tipo era súper inteligente, así que se frustraba bastante. ¿Cómo lo superaba? Efectivamente, bajando a fumar.
- Cosa básica número 2: Como consecuencia de la Cosa básica anterior, dejó la carrera. O no la dejó, quién sabe, pero poco a poco fue dejando de ir por allí hasta que desapareció. Decía que se iba a marchar a una casa en el monte a quitarse de las drogas cual Bebe, pero también juraba por su madre que una vez se había salvado de la cárcel ocultando 3 TONELADAS de farlopa en el cubo de basura de su Peña del pueblo, así que el crédito que le dábamos a las historias de Antonio el Porrero era tan escaso como su veracidad.
Terminó nuestra vida universitaria, y con ella terminaron las mañanas en el banco del parque, las pipas y el sol. Cada uno y cada una elegimos un camino y nunca volvimos a saber de Antonio el porrero.
Año 2012: Mi camino, como todo el mundo sabe, se fue, sin saber muy bien cómo ni por qué, hacia el mundo de la oposición, y este año, a pesar de Lucía Figar, tocaba convocatoria. Después de dimes y diretes que ya contaré, por fin el pasado noviembre conseguimos hacer los tres primeros exámenes, y hace una semana salió la nota de esa primera fase. Ha sido una criba que lo de Puertourraco a su lado fue una ida de olla infantil, y entre lágrimas de pena (ir a ver las notas me equilibró en lágrimas con el universo, no se lloraba tanto desde la muerte de Lola Flores, y eso que como estamos en invierno no se podía rajar la gente las vestiduras, que si no...) conseguí ver que, para mi sorpresa y la de todo el mundo, estoy entre las personas tocadas por la estrella de los aprobados.
Cuando me iba a dar la vuelta para volver al hogar y comunicarle a mi familia y seres queridos la buena nueva, una mano me tocó por detrás:
- ¡PERO BUEEEEEEENOOOOOO!!
Me quedé un poco parada, el clásico momento en que sabes que conoces a una persona pero no recuerdas de qué, y tu cerebro va a velocidad supersónica buscando entre sus carpetas mentales todos los momentos importantes de tu vida, luego los secundarios, luego los momentos accesorios y luego las noches de fiesta. En una de esas subcarpetas encontró el recuerdo de un banco, una bolsa de pipas, unos cuantos rayos de sol y el humo de un canuto:
- ¡Coño, Antonio! Pero ¿Qué haces tú aquí?
Antonio el Porrero es otra de las personas tocadas con la estrella (y creedme, somos muy poda gente). En aquel instituto de población suburbana me abrazó y me dijo que me veía más delgada y más guapa (venga, vale, me volvió a caer bien sólo por eso, lo admito), y que él estaba más gordo y más lozano porque al final había cumplido, se había pillado una casa a lo Heidi, en el campo, y se había quitado de todo, y mientras tanto había estado estudiando, y terminando la carrera, y haciendo otra, y preparando la oposición en otras comunidades, y aprobando siempre pero quedando a las puertas, y que por fin ahora ha llegado su momento, y el tío se la ha sacado y con una notaza.
Y mientras tanto decenas de personas, con sus sueños y sus licenciaturas lloraban a nuestro alrededor lamentando no haber estado a la altura. Y mientras Antonio me recordaba lo perra que era la profesora de Didáctica (que lo era, aunque mi amiga Chari diga que no sólo porque le tenía enchufe y la quería en su interior) y lo que nos reíamos en clase de la loca de plástica, yo le miraba y pensaba en que mi madre tiene toda la razón cuando dice que quien la sigue la consigue (luego en otras cosas no tiene ni pizquita de razón), y que siempre pensamos que Antonio el Porrero acabaría en cualquier parque de mala muerte cual quinqui y el tío ha logrado lo que mucha gente por la que apostarías la vida no consigue en años.
Qué malos son los prejuicios y qué buena la fuerza de voluntad.
Dentro de unos días espero volver a encontrarme a Antonio y que con una sonrisa me diga que sí, que le ha ido bien y que ha terminado de sacársela, sería lo justo por todo el esfuerzo y el par de huevos que le ha echado.
Ójala sea así. Cruzaré los dedos de las dos manos: una por mí y otra por Antonio, el Valiente.
"Pido perdón a los niños por haber dedicado este blog a personas mayores. (...) quiero dedicar este blog a los niños y niñas que estas personas han sido. Todas las personas mayores fueron primero niños (pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria."
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
Adaptación de la dedicatoria del libro "El Principito", de Antoine Saint-Exupéry
sábado, 25 de febrero de 2012
domingo, 12 de febrero de 2012
Motivar la motivación
He tenido una semana de emociones bastante intensas, algo bastante común en mí, por cierto, porque yo todo lo vivo al límite. Por casualidad se añade que me la he pasado casi íntegra con bebés de 15 meses, experiencia que por cierto os recomiendo si queréis daros un baño de besos, abrazos, babas, mocos y juguetes mordidos.Yo lo vivo con auténtico amor, a lo mejor vosotr@s no, pero al menos probad la experiencia. Emociones fuertes casi con seguridad.
En los momentos de crisis o de sacudidas fuertes, todos los seres humanos tendemos a buscar un anclaje: en tu niñez suele ser uno o varios objetos (el chupete, el osito, la manta, el calcetín, la lámpara con forma de gusano), en tu adolescencia puede versar entre ser una sustancia (de cualquier índole) o un objeto multimedia (preferentemente un móvil o un ordenador) y cuando llegas a esta etapa que se califica de edad adulta aunque abarque un espectro tan amplio de tiempo, sueles tirar de personas, de lugares, de situaciones.
Yo tengo por el mundo distribuídos diferentes lugares de los que ya he hablado algunas veces: el mar urbano, el sofá de M. y D, el hombro de mi amiga cabaretera, mi coche, El Parque, la clase de Cris, El Bar del cole, en fin, diversos espacios en los que sé que entro y me dejo la mitad del conflicto fuera. La otra mitad la suelo dejar en estos sitios, sin freno de mano y con la marcha puesta para que puedan rodar y rodar hasta perderse en la lejanía.
Quiso la casualidad que esta semana, al buscar asilo en estos lugares, algunos de esos lugares me buscaran a mí, y me encontré en días consecutivos sentada frente a dos personas diferentes, en dos lugares diferentes, con dos problemas diferentes y hablando de un mismo tema: la motivación.
La motivación es ese impulso que te hace levantarte cada mañana al son del toniquete hortera que emana del móvil(nota mental:¿quién cojones compone las melodías de un móvil, en serio? ¿qué tiene contra la Humanidad? ¿por qué no se salva ni una? Preguntas que jamás podremos responder...) y abrir los ojos y los brazos para recibir un nuevo día que te apetece vivir.
La motivación es la llave que abre la puerta de cada oficina, cada despacho, cada salita, cada consulta, cada clase de este mundo y nos brinda la oportunidad de ser, un día más, aquellas personas que queremos ser.
La motivación es la boca que fuerza una sonrisa cuando las cosas no salen. La motivación es el juguete que te ayuda a pasar un domingo con tus sobris aunque te mueras de sueño perdido la noche anterior.
La motivación es el brazo que te levanta del sofá cuando estás al borde del sopor pero has quedado. La motivación es la espada y el escudo con la que lidias cada día los conflictos de familia, de pareja, de trabajo.
La motivación es el café que te mantiene alerta para estudiar interminables tochos de apuntes. La motivación es la canción que hace que se te vayan los pies a la pista cuando estaban marchándose a casa.
La motivación es todo en esta vida, insisto. Para mí la motivación es el motor que mueve casi todo lo que hago, y si tuviese un frasco daría unas gotas a todo el mundo. Estoy segura de que con menos desazón y más motivación la crisis no sería tan crisis, las personas pelearían sin rendirse hasta ser felices, y para quienes manejan el cotarro no sería tan fácil mangonear a la masa, sencillamente. La falta de motivación aplatana.
Por eso, porque no puedo dar gotas de un frasco que no existe, intento transmitir a mis criaturas el afán por buscar una motivación. Puede ser entrar, salir, patinar, bailar, jugar al fútbol o ese vecino con el que te has cruzado varios días en el portal y que te mira cada vez con menos disimulo. Puedes vivir sin casi todo lo que tienes menos sin ganas de seguir viviendo.
Así que busquemos la motivación. Y si no la encontramos, generémosla. Al fin y al cabo, no hay nada más nuestro que lo que sale de nosotr@s mism@s.
Palabrita de maestra.
Pd: Están los tiempos fastidiados, y sé que much@s estáis de mudanzas, cambios de decoración e incluso de vida, y los bolsillos se estiran pero no tanto. Por eso, las alternativas son todas válidas, así que si me entero de alguna, os voy diciendo. Por lo pronto, siempre ha habido clases y clásicos, así que mientras nos caen cosillas del cielo, podéis echar un vistazo en http://www.tablondeanuncios.com/ y confiar en encontrar... ;)
En los momentos de crisis o de sacudidas fuertes, todos los seres humanos tendemos a buscar un anclaje: en tu niñez suele ser uno o varios objetos (el chupete, el osito, la manta, el calcetín, la lámpara con forma de gusano), en tu adolescencia puede versar entre ser una sustancia (de cualquier índole) o un objeto multimedia (preferentemente un móvil o un ordenador) y cuando llegas a esta etapa que se califica de edad adulta aunque abarque un espectro tan amplio de tiempo, sueles tirar de personas, de lugares, de situaciones.
Yo tengo por el mundo distribuídos diferentes lugares de los que ya he hablado algunas veces: el mar urbano, el sofá de M. y D, el hombro de mi amiga cabaretera, mi coche, El Parque, la clase de Cris, El Bar del cole, en fin, diversos espacios en los que sé que entro y me dejo la mitad del conflicto fuera. La otra mitad la suelo dejar en estos sitios, sin freno de mano y con la marcha puesta para que puedan rodar y rodar hasta perderse en la lejanía.
Quiso la casualidad que esta semana, al buscar asilo en estos lugares, algunos de esos lugares me buscaran a mí, y me encontré en días consecutivos sentada frente a dos personas diferentes, en dos lugares diferentes, con dos problemas diferentes y hablando de un mismo tema: la motivación.
La motivación es ese impulso que te hace levantarte cada mañana al son del toniquete hortera que emana del móvil(nota mental:¿quién cojones compone las melodías de un móvil, en serio? ¿qué tiene contra la Humanidad? ¿por qué no se salva ni una? Preguntas que jamás podremos responder...) y abrir los ojos y los brazos para recibir un nuevo día que te apetece vivir.
La motivación es la llave que abre la puerta de cada oficina, cada despacho, cada salita, cada consulta, cada clase de este mundo y nos brinda la oportunidad de ser, un día más, aquellas personas que queremos ser.
La motivación es la boca que fuerza una sonrisa cuando las cosas no salen. La motivación es el juguete que te ayuda a pasar un domingo con tus sobris aunque te mueras de sueño perdido la noche anterior.
La motivación es el brazo que te levanta del sofá cuando estás al borde del sopor pero has quedado. La motivación es la espada y el escudo con la que lidias cada día los conflictos de familia, de pareja, de trabajo.
La motivación es el café que te mantiene alerta para estudiar interminables tochos de apuntes. La motivación es la canción que hace que se te vayan los pies a la pista cuando estaban marchándose a casa.
La motivación es todo en esta vida, insisto. Para mí la motivación es el motor que mueve casi todo lo que hago, y si tuviese un frasco daría unas gotas a todo el mundo. Estoy segura de que con menos desazón y más motivación la crisis no sería tan crisis, las personas pelearían sin rendirse hasta ser felices, y para quienes manejan el cotarro no sería tan fácil mangonear a la masa, sencillamente. La falta de motivación aplatana.
Por eso, porque no puedo dar gotas de un frasco que no existe, intento transmitir a mis criaturas el afán por buscar una motivación. Puede ser entrar, salir, patinar, bailar, jugar al fútbol o ese vecino con el que te has cruzado varios días en el portal y que te mira cada vez con menos disimulo. Puedes vivir sin casi todo lo que tienes menos sin ganas de seguir viviendo.
Así que busquemos la motivación. Y si no la encontramos, generémosla. Al fin y al cabo, no hay nada más nuestro que lo que sale de nosotr@s mism@s.
Palabrita de maestra.
Pd: Están los tiempos fastidiados, y sé que much@s estáis de mudanzas, cambios de decoración e incluso de vida, y los bolsillos se estiran pero no tanto. Por eso, las alternativas son todas válidas, así que si me entero de alguna, os voy diciendo. Por lo pronto, siempre ha habido clases y clásicos, así que mientras nos caen cosillas del cielo, podéis echar un vistazo en http://www.tablondeanuncios.com/ y confiar en encontrar... ;)
sábado, 21 de enero de 2012
El día en que volví a nacer
Ayer por la tarde, a la hora de comer, salí con mi amiga y orientadora del cole, M. hacia un polígono industrial situado en el noroeste de Madrid. Estamos creando un material que va a ser la releche para el cole y andamos de polígono en polígono, de fábirca en fábrica y de cuchitril en cuchitril racaneando unos céntimos de cada pieza, de cada remache, de cada cinta de doble cara que queremos utilizar, para ver si podemos ajustar el presupuesto y nos dejan sacarlo como nosotras queremos. Decidimos ir el viernes por la mañana para dedicarle todo el día, pero donde manda patrón no manda marinero y nuestra directora nos pidió que estuviésemos por la mañana en el cole para resolver un par de asuntos y nos marchásemos por la tarde.
El coche de M. se había quedado tirado por la mañana, así que mi pobre cochecillo era lo único en lo que se podía confiar para desplazarnos. Tirando de orientación y de rezos varios, nos encaminamos hacia el puñetero polígono, que por supuesto estaba completamente escondido y completamente mal indicado, algo que por cierto yo no entenderé jamás, cómo no señalizan bien esas moles de fábricas que ya se ven desde la carretera pero que, inexplicablemente, cuanto más crees que te acercas más lejos te mandan, y tú vas en línea recta hacia el polígono y de repente ¡zasca!, cuando estabas enfrente, a medio metro de la entrada, resulta que ese no era el camino, la carretera hace una curva maligna y pronunciadísima y te vuelves a la nacional cagándote en todas las personas que se dedican a señalizar los caminos.
Con bastante acierto y pocas pérdidas, conseguimos llegar al polígono, pero ¡ah!, amigos y amigas, una vez que entramos, aquello era otro nuevo mundo. Miles de calles, callecitas, callejuelas, recovecos y fondos de saco nos esperaban para devolvernos una y otra vez a la puerta del polígono sin dejarnos entrar en el centro neurálgico. Pasada media hora yo ya estaba sacando un San Pancracio que me regaló mi abuela con la obligación de llevarlo en el coche (me hace inspecciones sorpresa para ver si lo sigo llevando) para ponerle dos velas o tres, porque lo terrenal parecía no estar de nuestra parte.
Al final ocurrió lo que tenía que ocurrir: en una de las incursiones me desvié y me salí del polígono otra vez. Qué desazón. Fui a parar a una carreterucha de las que yo llamo "interpueblos", esas comarcales cutres, estrechas, llenas de tierra y sin señalizar, pero a lo lejos ví una rotonda y decidí seguir recto por allí para dar la vuelta y, como en las tómbolas. probar suerte una vez más.
La señal marcaba 60 km/h como velocidad obligatoria, la visibilidad era complicada por culpa de los baches y cambios de rasante y la carretera aparecía despejada. Yo iba concentradísima en no pasarme la rotonda cuando, de repente, un coche apareció de la nada detrás de mí a una velocidad a la que yo no iría ni por una carretera nacional.
En una fracción de segundo pasaron mil cosas: el conductor del coche se encontró con el mío, no consigiuió frenar a tiempo, intentó adelantarme para no embestirme por detrás, invadió el carril contrario desplazando mi coche hacia el arcén, trató de frenar, derrapó, volvió a frenar, de dirigió hacia el arcén, salió disparado hacia lo alto, en dirección a un campo de cabras, comenzó a caer, impactó contra el suelo, saltaron mil piezas y aún así, recuperó el control de lo poco de coche que quedaba y salió disparado de nuevo hacia mi coche, que mientras tanto salía de la carretera y se paraba lentamente en un banco de arena.
Me quedé tan bloqueada que me dieron ganas de salir corriendo. M. me increpaba:
- ¡¡Que lo mismo se ha matado!! ¡¡Que se ha matado!!
Y en cuanto nuestro coche se paró y nos vimos bien, M. salió disparada hacia el otro coche para comprobar si el conductor estaba bien. Yo, mientras tanto, permanecía parada, callada, quieta en mi asiento.
No hizo falta buscar al conductor: salió como un loco del coche, gritando y haciendo aspavientos, con un hilo de sangre cayendo por uno de sus brazos pero asombrosamente vivo, entero y de muy mala hostia.
Lo que viene después es casi peor: que si la culpa es tuya por ir muy despacio, que si la culpa es tuya por ir muy rápido, que si dame tus datos, que si no me da la gana, que si llamo a mi padre (de hecho lo hizo), que si llamo yo a mi seguro, que si te denuncio, que si te escupo, en fin, cosas desagradables más fruto de los nervios yo creo que de la misma realidad.
Al final, con el bloqueo y el impacto en el maletero, conseguimos salir de allí ilesas y recoger el material que necesitábamos.
Recuerdo que la primera vez que supe que existía Steve Jobs (fundador de Apple fallecido el pasado año, como ya sabéis) fue a través de un mail que me mandaron en el que adjuntaban un vídeo en el que Jobs daba una conferencia a algunos estudiantes de la Universidad de Standford en el día de su graduación. Supe que ese hombre existía porque se me quedó una frase grabada: uno o una de l@s estudiantes le preguntaba que cómo había sabido tomar siempre las decisiones correctas, desechando oportunidades aparentemente maravillosas y lanzándose de cabeza a lo que parecía el fracaso. El tipo contestaba:
"Me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto, ¿si hoy fuese mi último día, querría hacer lo que voy a hacer hoy? Si pasan varios días y la respuesta es no, sé que tengo que cambiar algo".
Ayer, mientras veía al conductor volar y mi coche perdía el control, no vi pasar mi vida en imágenes como dicen que ocurre en estos casos. Vi pasar mi futuro. Me vi pensando en qué haría yo si hoy fuese el último día de mi vida, Si estaría haciendo ésto que hago ahora mismo. Con qué personas invertiría mis últimas horas. En qué trabajo dejaría mis últimos esfuerzos. En qué ciudad me gustaría ver el sol por última vez. En qué cama soñaría mis últimas locuras. Por qué derrocharía mis últimas lágrimas y a quién dedicaría la que seguro que sería mi mejor sonrisa.
Esos son los objetivos que marcarse en una etapa, de verdad que sí. Ayer volví a nacer, pero no en el plano físico, porque en fin, nunca he tenido un accidente y en éste no me ha pasado nada, algún moratón de los baches y poco más, ni siquiera mi coche ha sufrido demasiado. Pero en otros planos, sí que he vuelto a nacer.
Porque sólo dejando de lado lo superficial se llega a la esencia.
Porque sólo dejando morir se puede volver a nacer.
El coche de M. se había quedado tirado por la mañana, así que mi pobre cochecillo era lo único en lo que se podía confiar para desplazarnos. Tirando de orientación y de rezos varios, nos encaminamos hacia el puñetero polígono, que por supuesto estaba completamente escondido y completamente mal indicado, algo que por cierto yo no entenderé jamás, cómo no señalizan bien esas moles de fábricas que ya se ven desde la carretera pero que, inexplicablemente, cuanto más crees que te acercas más lejos te mandan, y tú vas en línea recta hacia el polígono y de repente ¡zasca!, cuando estabas enfrente, a medio metro de la entrada, resulta que ese no era el camino, la carretera hace una curva maligna y pronunciadísima y te vuelves a la nacional cagándote en todas las personas que se dedican a señalizar los caminos.
Con bastante acierto y pocas pérdidas, conseguimos llegar al polígono, pero ¡ah!, amigos y amigas, una vez que entramos, aquello era otro nuevo mundo. Miles de calles, callecitas, callejuelas, recovecos y fondos de saco nos esperaban para devolvernos una y otra vez a la puerta del polígono sin dejarnos entrar en el centro neurálgico. Pasada media hora yo ya estaba sacando un San Pancracio que me regaló mi abuela con la obligación de llevarlo en el coche (me hace inspecciones sorpresa para ver si lo sigo llevando) para ponerle dos velas o tres, porque lo terrenal parecía no estar de nuestra parte.
Al final ocurrió lo que tenía que ocurrir: en una de las incursiones me desvié y me salí del polígono otra vez. Qué desazón. Fui a parar a una carreterucha de las que yo llamo "interpueblos", esas comarcales cutres, estrechas, llenas de tierra y sin señalizar, pero a lo lejos ví una rotonda y decidí seguir recto por allí para dar la vuelta y, como en las tómbolas. probar suerte una vez más.
La señal marcaba 60 km/h como velocidad obligatoria, la visibilidad era complicada por culpa de los baches y cambios de rasante y la carretera aparecía despejada. Yo iba concentradísima en no pasarme la rotonda cuando, de repente, un coche apareció de la nada detrás de mí a una velocidad a la que yo no iría ni por una carretera nacional.
En una fracción de segundo pasaron mil cosas: el conductor del coche se encontró con el mío, no consigiuió frenar a tiempo, intentó adelantarme para no embestirme por detrás, invadió el carril contrario desplazando mi coche hacia el arcén, trató de frenar, derrapó, volvió a frenar, de dirigió hacia el arcén, salió disparado hacia lo alto, en dirección a un campo de cabras, comenzó a caer, impactó contra el suelo, saltaron mil piezas y aún así, recuperó el control de lo poco de coche que quedaba y salió disparado de nuevo hacia mi coche, que mientras tanto salía de la carretera y se paraba lentamente en un banco de arena.
Me quedé tan bloqueada que me dieron ganas de salir corriendo. M. me increpaba:
- ¡¡Que lo mismo se ha matado!! ¡¡Que se ha matado!!
Y en cuanto nuestro coche se paró y nos vimos bien, M. salió disparada hacia el otro coche para comprobar si el conductor estaba bien. Yo, mientras tanto, permanecía parada, callada, quieta en mi asiento.
No hizo falta buscar al conductor: salió como un loco del coche, gritando y haciendo aspavientos, con un hilo de sangre cayendo por uno de sus brazos pero asombrosamente vivo, entero y de muy mala hostia.
Lo que viene después es casi peor: que si la culpa es tuya por ir muy despacio, que si la culpa es tuya por ir muy rápido, que si dame tus datos, que si no me da la gana, que si llamo a mi padre (de hecho lo hizo), que si llamo yo a mi seguro, que si te denuncio, que si te escupo, en fin, cosas desagradables más fruto de los nervios yo creo que de la misma realidad.
Al final, con el bloqueo y el impacto en el maletero, conseguimos salir de allí ilesas y recoger el material que necesitábamos.
Recuerdo que la primera vez que supe que existía Steve Jobs (fundador de Apple fallecido el pasado año, como ya sabéis) fue a través de un mail que me mandaron en el que adjuntaban un vídeo en el que Jobs daba una conferencia a algunos estudiantes de la Universidad de Standford en el día de su graduación. Supe que ese hombre existía porque se me quedó una frase grabada: uno o una de l@s estudiantes le preguntaba que cómo había sabido tomar siempre las decisiones correctas, desechando oportunidades aparentemente maravillosas y lanzándose de cabeza a lo que parecía el fracaso. El tipo contestaba:
"Me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto, ¿si hoy fuese mi último día, querría hacer lo que voy a hacer hoy? Si pasan varios días y la respuesta es no, sé que tengo que cambiar algo".
Ayer, mientras veía al conductor volar y mi coche perdía el control, no vi pasar mi vida en imágenes como dicen que ocurre en estos casos. Vi pasar mi futuro. Me vi pensando en qué haría yo si hoy fuese el último día de mi vida, Si estaría haciendo ésto que hago ahora mismo. Con qué personas invertiría mis últimas horas. En qué trabajo dejaría mis últimos esfuerzos. En qué ciudad me gustaría ver el sol por última vez. En qué cama soñaría mis últimas locuras. Por qué derrocharía mis últimas lágrimas y a quién dedicaría la que seguro que sería mi mejor sonrisa.
Esos son los objetivos que marcarse en una etapa, de verdad que sí. Ayer volví a nacer, pero no en el plano físico, porque en fin, nunca he tenido un accidente y en éste no me ha pasado nada, algún moratón de los baches y poco más, ni siquiera mi coche ha sufrido demasiado. Pero en otros planos, sí que he vuelto a nacer.
Porque sólo dejando de lado lo superficial se llega a la esencia.
Porque sólo dejando morir se puede volver a nacer.
miércoles, 4 de enero de 2012
El año del 3
El año 2012 ha empezado, y lo ha hecho bien. O quizá lo que terminó bien fue el 2011, no lo tengo del todo claro. Por fin queda atrás un año de autoconocimiento, de reflexión y de experiencias, y ya se sabe lo que pasa con los experimentos, que a veces salen muy bien y otras veces salen sólo regular.
Anoche, en el insomnio que provocan las mariposillas de estómago, escuchaba a Esperanza Gracia hablar de lo que va a ser este año. Esperanza Gracia es una señora que te da el horóscopo por la tele varias veces al día, que tiene líneas de llamadas, mensajes, videoconferencia, contestador y aplicación propia para Iphone pero que es incapaz de grabar un programa nuevo todos los días, así que varias veces a la semana da el mismo horóscopo. Esto puede ser un problemón, porque un lunes te dice que arriesgues del todo en los juegos de azar, tú apuestas los ahorros de una vida y luego el martes te vuelve a decir lo mismo porque el programa es repetido, y claro, ya no sabes si el día era el lunes o el martes y si algún día recuperarás aquel fondo que hiciste cuando dejaste de fumar con la esperanza de viajar al Caribe y surcar en un barco sus aguas cristalinas y que ahora te has gastado jugando a las 7 y media.
El futuro es peligroso cuando intentamos modificarlo desde el presente.
La cuestión es que Esperanza Gracia dijo una sarta de cosas que no voy a reproducir (pero os advierto que la lotería del Niño nos va a tocar a l@s Virgo, Capricornios y Géminis, por si queréis compraros un décimo. Luego no digáis que no avisé.) y que seguramente tengan tantas interpretaciones como personas poblamos la Tierra, pero sí dijo una interesante que ya nos había contado Cris en la última clase de yoga del año: según la numerología tántrica, el año 2012 es el año del regalo del 3, la Mente Positiva (1+2).
La Mente Positiva, porque es, como decía, algo así como el regalo que nos trae este año. Podría parecer tan sencillo como decir que "mente positiva" significa "don´t worry, be happy" pero no lo es. Esto es lo que significa el regalo que nos trae el 2012 para los seres humanos:
La verdad es que como regalo no está nada mal. El 3 es un número numerológicamente (valga la redundancia)hablando muy positivo que a mí me sugiere varias cosas: superación, confianza, valor. No importa lo que nos venga (que va a ser fino filipino) ni lo que ocurra si confiamos y vamos como en Fuenteovejuna, tod@s a una. El otro día veía en la tele a una periodista que le preguntaba al Dalai Lama cuál era su consejo para este año nuevo. El hombre dijo algo que me pareció maravilloso:
"Aunque vengan malos tiempos, tenemos que unirnos y hacer que los luchadores nos convirtamos en imprescindibles".
Con esa máxima empiezo este año y os animo a uniros. El desasosiego ya está aquí, así que ¿por qué no hacerle frente? El año 2012 viene con un regalo maravilloso de unión, amor y algodones de azúcar por todas partes. Es tiempo se secarse las lágrimas, sorberse los mocos y seguir construyendo el mundo que queremos tener.
Voy a escribirle un mensaje a Esperanza Gracia, a ver qué opina ella de todo ésto.
Anoche, en el insomnio que provocan las mariposillas de estómago, escuchaba a Esperanza Gracia hablar de lo que va a ser este año. Esperanza Gracia es una señora que te da el horóscopo por la tele varias veces al día, que tiene líneas de llamadas, mensajes, videoconferencia, contestador y aplicación propia para Iphone pero que es incapaz de grabar un programa nuevo todos los días, así que varias veces a la semana da el mismo horóscopo. Esto puede ser un problemón, porque un lunes te dice que arriesgues del todo en los juegos de azar, tú apuestas los ahorros de una vida y luego el martes te vuelve a decir lo mismo porque el programa es repetido, y claro, ya no sabes si el día era el lunes o el martes y si algún día recuperarás aquel fondo que hiciste cuando dejaste de fumar con la esperanza de viajar al Caribe y surcar en un barco sus aguas cristalinas y que ahora te has gastado jugando a las 7 y media.
El futuro es peligroso cuando intentamos modificarlo desde el presente.
La cuestión es que Esperanza Gracia dijo una sarta de cosas que no voy a reproducir (pero os advierto que la lotería del Niño nos va a tocar a l@s Virgo, Capricornios y Géminis, por si queréis compraros un décimo. Luego no digáis que no avisé.) y que seguramente tengan tantas interpretaciones como personas poblamos la Tierra, pero sí dijo una interesante que ya nos había contado Cris en la última clase de yoga del año: según la numerología tántrica, el año 2012 es el año del regalo del 3, la Mente Positiva (1+2).
La Mente Positiva, porque es, como decía, algo así como el regalo que nos trae este año. Podría parecer tan sencillo como decir que "mente positiva" significa "don´t worry, be happy" pero no lo es. Esto es lo que significa el regalo que nos trae el 2012 para los seres humanos:
- El 3 en regalo es muy positivo.
- Aman a su prójimo.
- Ven a la Humanidad como un todo.
- No importa lo que pase, ellos siempre mantendrán una actitud mental positiva.
- Su actitud es de seguir adelante, pase lo que pase.
- Podrán escuchar y ayudar al ser más negativo, sin que esto los influya.
La verdad es que como regalo no está nada mal. El 3 es un número numerológicamente (valga la redundancia)hablando muy positivo que a mí me sugiere varias cosas: superación, confianza, valor. No importa lo que nos venga (que va a ser fino filipino) ni lo que ocurra si confiamos y vamos como en Fuenteovejuna, tod@s a una. El otro día veía en la tele a una periodista que le preguntaba al Dalai Lama cuál era su consejo para este año nuevo. El hombre dijo algo que me pareció maravilloso:
"Aunque vengan malos tiempos, tenemos que unirnos y hacer que los luchadores nos convirtamos en imprescindibles".
Con esa máxima empiezo este año y os animo a uniros. El desasosiego ya está aquí, así que ¿por qué no hacerle frente? El año 2012 viene con un regalo maravilloso de unión, amor y algodones de azúcar por todas partes. Es tiempo se secarse las lágrimas, sorberse los mocos y seguir construyendo el mundo que queremos tener.
Voy a escribirle un mensaje a Esperanza Gracia, a ver qué opina ella de todo ésto.

sábado, 31 de diciembre de 2011
El Libro de los sueños
Me propuso mi amiga M. (a la que quiero y adoro porsiemprejamás, como las teenagers de las películas americanas) hace unos días la idea de terminar el año realizando un Libro de sueños. Por lo visto es algo muy común entre esa especie humana aparte que son l@s american@s, que como todo lo que hay en su país es tan caro, pasan mucho tiempo en casa y se inventan cosas tan creativas y dañinas para la salud como los cupcakes (que no son otra cosa que magdalenas de colores, y siento decir que eso ya lo comercializó Panrico con la Pantera Rosaa, el Bony y el Tigretón hace un huevo de años con resultados inmejorables), el pavo relleno o la tradición del "truco o trato", en la que cientos de criaturas infantiles (y personas de edades variadas) torturan a la vecindad quemando timbres y lanzando huevos podridos si no les les llena de chucherías y dulces inmediatamente sus siniestras bolsas de papel con formas de cosas raras.
Pues parece que entre sus miles de tradiciones, una de ellas, la única un poco bonita, es la del Libro de sueños. Ese libro (que no es un libro sino una cartulina, cartón o soporte cualquiera, ya digo que son gente rara) se realiza en varias sesiones, y en él se dibuja, se escribe, se pega recortes o fotografías de sueños, metas o rasgos característicos de una misma. Yo le dije a M. que luego lo teníamos que enterrar secretamente en un cofre al pie de un árbol centenario para abrirlo dentro de 30 años, que es lo que yo he visto hacer en las películas a la gente, pero luego decidimos no hacerlo porque en Madrid no hay árboles centenarios, y los únicos un poco cercanos a las dos (no nos vamos a ir a la sierra con este frío) están en el Retiro, parque en el cual te pones a escarbar al lado de un árbol y se te echan encima los colectivos ecologistas y la policía municipal a partes iguales por perturbar el ecosistema, así que decidimos hacerlo en su casa y guardarlo para retomarlo más adelante. Mientras tanto lo enterraremos secretamente en un cajoncito de casa, que es lo que hacemos con todo lo importante, a riesgo de esconderlo con tanta precisión que jamás lo volveremos a encontrar hasta la próxima mudanza.
Es un poco complejo pensar en los sueños que tiene una. Yo ya he contado en otros posts que me da un poco de miedo hacer estas cosas, porque luego lo veo dentro de unos años y lo mismo me deprimo de no haber logrado ni uno, o lo mismo he cambiado tanto que no me reconozco. A mí, por dramas, que no sea.
El caso es que nos hemos metido, nos hemos metido, y casi se nos ha olvidado cenar. Tengo purpurina hasta en las bragas, pero eso no me importa porque la purpurina es básica en la vida de una maestra y eso es así. Estoy acostumbrada a ir día sí y día también manchada de pintura, pegamento, rotulador y mocos, igual que estoy acostumbrada a desayunar por las mañanas. Forma parte de mi existencia.
La experiencia es muy recomendable, aunque sólo sea por reflexionar todos los años un poquito sobre lo que una es, lo que espera ser y lo que ya fue y no es ahora (o sí). Yo tengo tantos sueños que una cartulina no puede contenerlos, pero imagino que antes de soñar tengo que cerrar los ojos y dejarme llevar, que es lo complicado.
Mañana empieza un año nuevo, como siempre lleno de buenos propósitos y de cosas por hacer. Este año yo no quiero desear nada a nadie, sino agradecer todo lo que ha sido este año, que no ha sido el mejor ni el peor, pero que me ha enseñado un montón de cosas. Atrás quedan tantos sueños cumplidos como los que quedan por cumplir.
Por lo pronto, lo primero que he escrito en mi libro de sueños ha sido "Mañana". Y encima de esa palabra, he escrito otra aún más importante: HOY.
Espero que el año que entra esté lleno de sueños cumplidos para todos y todas. Y que viváis el HOY.
Por algo se empieza.
Pues parece que entre sus miles de tradiciones, una de ellas, la única un poco bonita, es la del Libro de sueños. Ese libro (que no es un libro sino una cartulina, cartón o soporte cualquiera, ya digo que son gente rara) se realiza en varias sesiones, y en él se dibuja, se escribe, se pega recortes o fotografías de sueños, metas o rasgos característicos de una misma. Yo le dije a M. que luego lo teníamos que enterrar secretamente en un cofre al pie de un árbol centenario para abrirlo dentro de 30 años, que es lo que yo he visto hacer en las películas a la gente, pero luego decidimos no hacerlo porque en Madrid no hay árboles centenarios, y los únicos un poco cercanos a las dos (no nos vamos a ir a la sierra con este frío) están en el Retiro, parque en el cual te pones a escarbar al lado de un árbol y se te echan encima los colectivos ecologistas y la policía municipal a partes iguales por perturbar el ecosistema, así que decidimos hacerlo en su casa y guardarlo para retomarlo más adelante. Mientras tanto lo enterraremos secretamente en un cajoncito de casa, que es lo que hacemos con todo lo importante, a riesgo de esconderlo con tanta precisión que jamás lo volveremos a encontrar hasta la próxima mudanza.
Es un poco complejo pensar en los sueños que tiene una. Yo ya he contado en otros posts que me da un poco de miedo hacer estas cosas, porque luego lo veo dentro de unos años y lo mismo me deprimo de no haber logrado ni uno, o lo mismo he cambiado tanto que no me reconozco. A mí, por dramas, que no sea.
El caso es que nos hemos metido, nos hemos metido, y casi se nos ha olvidado cenar. Tengo purpurina hasta en las bragas, pero eso no me importa porque la purpurina es básica en la vida de una maestra y eso es así. Estoy acostumbrada a ir día sí y día también manchada de pintura, pegamento, rotulador y mocos, igual que estoy acostumbrada a desayunar por las mañanas. Forma parte de mi existencia.
La experiencia es muy recomendable, aunque sólo sea por reflexionar todos los años un poquito sobre lo que una es, lo que espera ser y lo que ya fue y no es ahora (o sí). Yo tengo tantos sueños que una cartulina no puede contenerlos, pero imagino que antes de soñar tengo que cerrar los ojos y dejarme llevar, que es lo complicado.
Mañana empieza un año nuevo, como siempre lleno de buenos propósitos y de cosas por hacer. Este año yo no quiero desear nada a nadie, sino agradecer todo lo que ha sido este año, que no ha sido el mejor ni el peor, pero que me ha enseñado un montón de cosas. Atrás quedan tantos sueños cumplidos como los que quedan por cumplir.
Por lo pronto, lo primero que he escrito en mi libro de sueños ha sido "Mañana". Y encima de esa palabra, he escrito otra aún más importante: HOY.
Espero que el año que entra esté lleno de sueños cumplidos para todos y todas. Y que viváis el HOY.
Por algo se empieza.

sábado, 24 de diciembre de 2011
Feliz Navidad
Estaba escribiendo un post navideño, pero he decidido borrarlo.
Esto es todo lo que quiero decir sobre y para la Navidad: nunca pierdas las ganas de ser tú, las ganas de vivir tu vida como quieras vivirla, la sonrisa y las lágrimas. Nunca pierdas lo que eres.
Muy feliz Navidad a todos y a todas.
http://www.youtube.com/watch?v=OAu_3Fz4vgE
Esto es todo lo que quiero decir sobre y para la Navidad: nunca pierdas las ganas de ser tú, las ganas de vivir tu vida como quieras vivirla, la sonrisa y las lágrimas. Nunca pierdas lo que eres.
Muy feliz Navidad a todos y a todas.
http://www.youtube.com/watch?v=OAu_3Fz4vgE
jueves, 8 de diciembre de 2011
El fin del mundo
El tiempo pasa volando, y sin darme cuenta mi blog cumplió un año, ni siquiera pude dedicarle una entrada en el día de su aniversario,¡vaya mamá bloguera estoy hecha!
En estas semanas han pasado muchas cosas: nuestra amiga Hasa volvió a Guinea, cuenta su madre que ni siquiera miró hacia atrás y que se fue con el corazón latiendo al compás del tintineo de las cajas llenas de regalos que llevó a su familia.
El otoño llegó, y tan lentamente que Madrid se ha vestido de mil colores y me quedo embobada mirando por la ventana del coche a riesgo de chocar con alguien. L@s niñ@s se lo pasan en grande recogiendo hojas y piñones, y el cole se ha vestido de collages para celebrarlo.
Los grandes almacenes también han cambiado de traje, pero para sumarse a la Navidad y al bucle de consumo desorbitado que cada vez empieza antes. En el cole suenan los primeros villancicos para ensayar las funciones a las que acabaremos cogiendo tirria de tanto ensayar, pero en las que nos emocionaremos como todos los años. El primer trimestre se va terminando y la sensación de que el tiempo pasa volando es cada vez más patente.
Algo importante pasó también hace unos días: por fin llegó el día 11/11/11, que según muchas profecías y estudios varios de numerología,era un día mágico que marcaba el inicio de una nueva época. Me parece una putada que eso sea así, porque teniendo en cuenta que el mundo va a terminar en 2012 según esas mismas profecías nos dejan poco tiempo para disfrutar del cambio, o eso creo yo.
Lo del 2012 yo lo tengo claro: este mundo se acaba. No quiero decir que crea en el armaggedon que va a destruir el planeta Tierra irremediablemente, pero que el mundo tal y como lo conocemos a cambiar, eso lo tengo tan claro como que estoy escribiendo ahora mismo.
El cambio ya ha empezado: la crisis que asola el mundo está poniendo a todos los seres humanos en jaque, y eso quiere decir que estamos tocando fondo. Vivimos con una angustia que no nos deja disfrutar, y donde quiera que vayas se palpa la desilusión en todos los rincones: desde el conductor del autobús a la carnicera todo el mundo coincide en que la cosa está muy mala y que son tiempos difíciles, aunque claro, esto sólo se aplica a l@s que siempre están putead@s, porque anoche fui al cine a la última sesión y me costó tres o cuatro vueltas a la manzana encontrar un sitio para aparcar, y todo esto teniendo en cuenta que mi coche es del tamaño aproximado de una pastilla de jabón de manos, por lo que en cualquier sitio lo suelo calzar. El cine estaba hasta arriba y decenas de familias y parejas disfrutaban de una película mientras las mismas familias y parejas de siempre no pueden disfrutar siquiera de una casa decente. Qué paradójico todo.
Por eso yo tengo la firme opinión (y la secreta esperanza) de que todo el bucle de desesperación y opulencia chorra termine en 2012. Me ha dicho Cris, mi profe de yoga, que encima el fin del mundo está previsto para finales de ese año, así que todavía tendremos que esperar un montón de tiempo más.
Cuando una sabe que va a ocurrir algo y quiere informarse hace lo que debe hacer: buscar en google. Lo que no viene en google simplemente no existe, y de esa burra no me bajo yo por los siglos de los siglos amén. Me puse a investigar sobre el fin del mundo y resulta que hay de todo: gentuza aprovechada que ha editado una guía para sobrevivir a esta hecatombe, teorías varias, páginas escépticas que instan a seguir la vida con normalidad, blogs tremendistas que alquilan bunkers para sobrevivir y enlaces a los escritos mayas para refutar lo que de por sí es evidente: este mundo se termina, pero no desaparece. Con suerte cambia, evoluciona, muda de piel, como todos los seres vivos de este planeta. Todos los seres vivos tienen un ciclo.
Cuando yo explico los tediosos temas de historia a mis chavales y chavalas mayores, siempre les digo que el ser humano en la historia es como una persona creciendo: empieza estando en pañales, con mucha más inocencia y por tanto menos maldad, más impulsos (y por tanto más aciertos) y menos premeditación (y por tanto menos putadas a personas ajenas) pero también menos recursos elaborados, y por tanto menos facilidades, como en la Prehistoria y quizá en la Edad Antigua. Continúa hasta llegar a la niñez, donde empieza a tener autonomía pero aún depende de entes superiores. Es la etapa donde más ciegamente se cree en todo lo que no se conoce, principalmente en Dios o en dioses varios, se vive por la salvación y en contra de los castigos, el auge de la religiosidad, la Edad Media. Después pasa a la adolescencia, esa etapa donde los dilemas se multiplican pero también las ganas de crecer, de ser más y mejor, de evolucionar; he ahí la Edad Contemporánea, nuestra etapa. A continuación se accede a la edad adulta, la más amplia de todas, la que está ocurriendo, en la que ya se ha aprendido mucho, se ha abierto un mundo de posibilidades, se ha perdido fe y ganado seguridad, pero también han crecido los prejuicios, los miedos, el ansia de poder y las incertidumbres.
Todas las fases, edades, etapas, tienen algo positivo y algo negativo. Pero está claro que ahora se abre ante nosotr@s un mundo nuevo, una etapa nueva que explorar, y que somos conscientes de que algo está pasando.
Quizá, como dicen, nunca hay que perder al niño o la niña que llevamos dentro.
Quizá es momento de terminar.
Quizá, por eso, es momento de empezar.
En estas semanas han pasado muchas cosas: nuestra amiga Hasa volvió a Guinea, cuenta su madre que ni siquiera miró hacia atrás y que se fue con el corazón latiendo al compás del tintineo de las cajas llenas de regalos que llevó a su familia.
El otoño llegó, y tan lentamente que Madrid se ha vestido de mil colores y me quedo embobada mirando por la ventana del coche a riesgo de chocar con alguien. L@s niñ@s se lo pasan en grande recogiendo hojas y piñones, y el cole se ha vestido de collages para celebrarlo.
Los grandes almacenes también han cambiado de traje, pero para sumarse a la Navidad y al bucle de consumo desorbitado que cada vez empieza antes. En el cole suenan los primeros villancicos para ensayar las funciones a las que acabaremos cogiendo tirria de tanto ensayar, pero en las que nos emocionaremos como todos los años. El primer trimestre se va terminando y la sensación de que el tiempo pasa volando es cada vez más patente.
Algo importante pasó también hace unos días: por fin llegó el día 11/11/11, que según muchas profecías y estudios varios de numerología,era un día mágico que marcaba el inicio de una nueva época. Me parece una putada que eso sea así, porque teniendo en cuenta que el mundo va a terminar en 2012 según esas mismas profecías nos dejan poco tiempo para disfrutar del cambio, o eso creo yo.
Lo del 2012 yo lo tengo claro: este mundo se acaba. No quiero decir que crea en el armaggedon que va a destruir el planeta Tierra irremediablemente, pero que el mundo tal y como lo conocemos a cambiar, eso lo tengo tan claro como que estoy escribiendo ahora mismo.
El cambio ya ha empezado: la crisis que asola el mundo está poniendo a todos los seres humanos en jaque, y eso quiere decir que estamos tocando fondo. Vivimos con una angustia que no nos deja disfrutar, y donde quiera que vayas se palpa la desilusión en todos los rincones: desde el conductor del autobús a la carnicera todo el mundo coincide en que la cosa está muy mala y que son tiempos difíciles, aunque claro, esto sólo se aplica a l@s que siempre están putead@s, porque anoche fui al cine a la última sesión y me costó tres o cuatro vueltas a la manzana encontrar un sitio para aparcar, y todo esto teniendo en cuenta que mi coche es del tamaño aproximado de una pastilla de jabón de manos, por lo que en cualquier sitio lo suelo calzar. El cine estaba hasta arriba y decenas de familias y parejas disfrutaban de una película mientras las mismas familias y parejas de siempre no pueden disfrutar siquiera de una casa decente. Qué paradójico todo.
Por eso yo tengo la firme opinión (y la secreta esperanza) de que todo el bucle de desesperación y opulencia chorra termine en 2012. Me ha dicho Cris, mi profe de yoga, que encima el fin del mundo está previsto para finales de ese año, así que todavía tendremos que esperar un montón de tiempo más.
Cuando una sabe que va a ocurrir algo y quiere informarse hace lo que debe hacer: buscar en google. Lo que no viene en google simplemente no existe, y de esa burra no me bajo yo por los siglos de los siglos amén. Me puse a investigar sobre el fin del mundo y resulta que hay de todo: gentuza aprovechada que ha editado una guía para sobrevivir a esta hecatombe, teorías varias, páginas escépticas que instan a seguir la vida con normalidad, blogs tremendistas que alquilan bunkers para sobrevivir y enlaces a los escritos mayas para refutar lo que de por sí es evidente: este mundo se termina, pero no desaparece. Con suerte cambia, evoluciona, muda de piel, como todos los seres vivos de este planeta. Todos los seres vivos tienen un ciclo.
Cuando yo explico los tediosos temas de historia a mis chavales y chavalas mayores, siempre les digo que el ser humano en la historia es como una persona creciendo: empieza estando en pañales, con mucha más inocencia y por tanto menos maldad, más impulsos (y por tanto más aciertos) y menos premeditación (y por tanto menos putadas a personas ajenas) pero también menos recursos elaborados, y por tanto menos facilidades, como en la Prehistoria y quizá en la Edad Antigua. Continúa hasta llegar a la niñez, donde empieza a tener autonomía pero aún depende de entes superiores. Es la etapa donde más ciegamente se cree en todo lo que no se conoce, principalmente en Dios o en dioses varios, se vive por la salvación y en contra de los castigos, el auge de la religiosidad, la Edad Media. Después pasa a la adolescencia, esa etapa donde los dilemas se multiplican pero también las ganas de crecer, de ser más y mejor, de evolucionar; he ahí la Edad Contemporánea, nuestra etapa. A continuación se accede a la edad adulta, la más amplia de todas, la que está ocurriendo, en la que ya se ha aprendido mucho, se ha abierto un mundo de posibilidades, se ha perdido fe y ganado seguridad, pero también han crecido los prejuicios, los miedos, el ansia de poder y las incertidumbres.
Todas las fases, edades, etapas, tienen algo positivo y algo negativo. Pero está claro que ahora se abre ante nosotr@s un mundo nuevo, una etapa nueva que explorar, y que somos conscientes de que algo está pasando.
Quizá, como dicen, nunca hay que perder al niño o la niña que llevamos dentro.
Quizá es momento de terminar.
Quizá, por eso, es momento de empezar.

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